sábado, 11 de agosto de 2018

CAPITULO 20 (QUINTA HISTORIA)





Arrancó su boca de la de ella, su respiración pesada. Paula estaba sin aliento y dejó caer la cabeza hacia atrás, dándole acceso a la sensible piel de su cuello mientras exploraba con la lengua, la mandíbula barbuda abrasivo contra la mejilla. Ella cerró los ojos, cada nervio de su cuerpo palpitante, electrificada.


-Por favor - dijo entre dientes, pidiendo a Pedro para poner fin a su tormento.


-Dime que me quieres - Pedro ordenó, su cálido aliento acariciando su oreja.


-Por favor - repitió, incapaz de decir nada más.


Pedro se acercó y la agarró de los brazos, inclinando su espalda hasta que yacía tirada en su escritorio.


-Te ves como mi jodido sueño húmedo -gruñó, sus ojos salvajes y fieros.


Sus ojos capturados y mantenidos cuando Pedro se inclinó hacia delante, con los antebrazos apoyados a ambos lados de ella. 


Para Paula, era como si el tiempo se detuviera por completo por sólo un instante, y ella podía ver su propia pasión reflejada en el líquido de los ojos oscuros de Pedro. Rompió la mirada mientras su cabeza bajaba a pechos, sus manos acariciando su copa y le chupó los pezones, mordiendo suavemente en uno de los picos más sensibles. El dolor y el placer casi la rompieron, debajo de él con el deseo insatisfecho.


Alcanzando entre sus cuerpos, Pedro soltó su pezón y deslizó sus dedos por debajo de sus bragas delicadas, su toque era nada más que el calor líquido.


-¡Mierda! Estas tan húmeda y caliente maldita sea - Pedro gruñó con voz estrangulada. Su mano rompió las bragas frágiles y las arranco de
su cuerpo con un fuerte tirón, el tejido se desgarro y cayendo al suelo cuando Pedro puso en libertad, su mano volvió a su desnuda vagina.


-Puedo oler tu excitación. Me quieres. Quieres esto Él separó sus muslos, su dedo índice jugando sin piedad con su clítoris, moviéndose
sobre el haz de nervios húmedo sin esfuerzo.


Paula cerró los ojos y gimió.


-Sí.- Ella no sólo queria que; lo necesitaba. Todo su cuerpo estaba rígido, enrollado apretadamente y listo para desentrañar.


Él usó su otra mano para enterrar un dedo en el canal.


-Jesús, estas tan apretada - Acomodó otro dedo dentro de ella, moviéndose dentro de ella hasta que se retorcía. Pedro parecía saber exactamente dónde tocar, cómo rozaban con aquellas áreas sensibles dentro de ella que la tenían lista para aliviar el tormento.


Sus caderas se levantaron, necesitando más.


-Más. Por favor - Ella levantó sus manos sobre su cabeza y se agarró al borde de la mesa hasta que estuvo con los nudillos blancos, sus gemidos necesitados haciendo eco contra las paredes de la oficina.


Sus dedos metidos más duro, más rápido, mientras continuaba acariciando a través de sus pliegues suaves, moviéndose más sobre su
clítoris.


-Dime lo que quieres - exigió en trozos grandes.
-Di mi nombre. Dime con quién quieres acabar.


-Sí por favor. Haz que acabe - Paula estaba fuera de su mente con el deseo, la cabeza contra la mesa mientras sus piernas temblaban y sentía algo apretado y caliente en espiral en su vientre.


-¿Quién?- Él la penetró profundamente, bajando la cabeza para morder la piel suave que fue expuesto en el muslo por encima de las medias,
como si quisiera dejar su huella.


-Oh Dios. Sí - Su mordedura no era suave. Era lo justo para obtener en Paula un espiral sobre el borde de la sensación - Pedro - ella finalmente gimió, su cuerpo temblando cuando su clímax la
golpeó con toda su fuerza.


-Ven por mí. Quiero ver que - Pedro ordenó cuando se enderezó, con la mirada fija en su rostro, su toque y los golpes de los dedos firmes e inflexibles.


-Pedro -gritó ella, siéndose encendida, todo su cuerpo temblando por su liberación explosiva.


-Mírame - ordenó, alargando intencionadamente su orgasmo mediante el mantenimiento de su asalto en su clítoris sensible.


Paula abrio los ojos, sin aliento, su mirada desenfocada por satisfacer su ardiente mirada mientras su cuerpo todavía ondulaba con olas de éxtasis.


Pedro? - Jadeó ella, de repente se sintió muy cruda y muy vulnerable. Su cuerpo nunca había reaccionado así antes, y fue un poco desalentador darse cuenta de la cantidad de necesidad y la pasión de este hombre podía sacar hacia fuera de ella. Y ni siquiera se había quitado la ropa.


La levantó suavemente, envolviendo sus brazos alrededor de ella y sosteniéndola con fuerza contra su cuerpo, como si supiera cómo se
sentía y que estaba tratando de calmarla.


-Yo tenía razón. Viéndote acabar es lo más satisfactorio que he visto nunca - dijo Pedro voz ronca en su oído mientras acariciaba el lado de su cara.


Paula respiró hondo y soltó el aire lentamente. 


Dejó que su mano se deslice hacia abajo a la parte delantera de sus pantalones y suavemente tomó la erección dura, de tamaño considerable que podía sentir debajo del material fino.


-Quiero sentirte dentro de mí - admitió con voz temblorosa.


-No - Él le cogió la mano y se la llevó alrededor de su cuello.-No tengo control en este momento y no tengo un condón. No llevo exactamente
uno conmigo en caso de que tenga la oportunidad de cumplir una fantasía con mi asistente en mi escritorio. 


-Estoy tomando la píldora. Y estoy limpia. Lo comprobé sólo para asegurarme después de que rompí con Ricardo -Su desesperación por
Pedro que estaba mostrando, y ella lo odiaba, pero ella no podía evitar querer calmar los latidos necesitados de tenerlo en su interior.


-Estoy limpio, también. Y si dices una palabra más para convencerme de que no tengo ninguna razón para no follarte en este momento, voy a tener que inclinarte sobre esta mesa - Pedro le advirtió en voz salvaje.- Y vamos a estar aquí hasta mañana.


Paula salió de su aturdimiento con un destello de la realidad.


-¿Mañana? Oh Dios. Tengo que ir a trabajar. Se me hace tarde.-Ella se apartó de mala gana de
Pedro, al instante sintió la falta de abrigo de su cuerpo caliente. Sully se había desvanecido por
completo de su cerebro mientras ella estaba en el medio del clímax más increíble que había tenido nunca.


Ella se enderezó rápidamente la parte de arriba, tirando de su sostén y sacudió hacia abajo la parte superior del tanque. Agarrando sus pantalones vaqueros, ella se los puso, con el ceño fruncido viendo sus bragas rotas en el suelo. Se inclinó para recogerlos, pero Pedro se le adelantó, recogiendo el material roto y se lo metió en el bolsillo de la chaqueta.


-No tienes que ir - dijo rotundamente.


-Tengo. Es mi trabajo -argumentó ella, recuperando su pinza de pelo del suelo.


-No lo haces. No trabajas más ahí - Pedro le dijo con una voz grave.


Paula se quedó asombrada con Pedro, preguntándose si él había bebido un par de copas antes de volver a la oficina, pero no había olido alcohol.


-No entiendo.


-Has terminado - explicó pacientemente, con el rostro una vez más tranquilo, sus ojos de hielo.


Comprensión amaneció lentamente.


-Me despidieron?- Paula preguntó, confunda.


Pedro inclinó una cadera contra el escritorio y se cruzó de brazos.


-Yo no diría eso exactamente. Tú fuiste técnicamente despedida. Tuve una pequeña discusión con el señor Sullivan antes de regresar a la oficina.


Paula sintió la ira en su interior, una rabia tan explosiva que su cuerpo empezó a temblar.


-¿Cómo conseguiste que estuviera de acuerdo? ¿Lo amenazaste? 


-No tuve que hacer eso. El dinero siempre funciona - Pedro respondió con frialdad.


-¿Cómo me puedes hacer esto a mí? Sabías que necesitaba ese trabajo.


Paula se odiaba a sí misma por haber confiando en Pedro. Había utilizado lo que le había dicho en su contra. 


-¿Qué he hecho yo para que me puedas hacer algo como esto? Esa es mi media vida, mi
supervivencia .


-Este trabajo es tu supervivencia- contradijo Pedro.-Y es suficientemente exigente. Quiero que estés libre en caso de que te
necesite.


La mirada fría en la cara, y su despido ocasional que él lo había hecho, jugó con ella en ese momento, Paula perdió por completo.




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