sábado, 15 de septiembre de 2018

CAPITULO 20 (SEPTIMA HISTORIA)




—¿Por qué te acostaste conmigo anoche? ¿Fue porque querías o porque querías información? —le preguntó Pedro a Paula en tono informal.


Ella le echó una mirada. Sus ojos inquisitivos y ligeramente vulnerables desmentían su pregunta indiferente. Habían vuelto al resort para que ella pudiera cambiarse de ropa y tomar otra pistola, una Glock 27 compacta que en ese momento estaba sujetándose al tobillo con el pie apoyado en la cama.


—Independientemente de lo que puedas pensar, no me acuesto con gente para conseguir información —le dijo a la defensiva mientras tiraba del denim de sus pantalones para cubrir la pistola compacta—. Te deseaba. De hecho no es bueno involucrarse íntimamente de ninguna manera con la familia de un sospechoso, y no debería haberlo hecho como agente federal trabajando en un caso, pero no había querido estar con nadie en mucho tiempo.


—¿Así que solo estabas loca por mi cuerpo? ¿No podías resistirte a mí? — preguntó él con una sonrisa juvenil. Él la miró desde su posición tendido en la cama, las manos detrás de la cabeza mientras la observaba.


Paula sintió que se ponía colorada. «¡Qué hombre tan arrogante y tan odioso!». La volvía loca. En un momento parecía muy confiado y al siguiente lanzaba comentarios como el que acababa de salir de su boca.


—No seas engreído, Alfonso. He tenido un periodo de sequía.


—Eh, no estoy quejándome. Estaría encantado de hacer que esa sequía se vuelva húmeda. Utilízame con total libertad para ponerte húmeda cuando quieras —le replicó con un gesto inocente.


«¡Ya has hecho que me ponga húmeda!».


Pedro Alfonso distaba mucho de ser angelical, aunque en ocasiones pudiera parecerlo. Paula lo estudió. Se le inundó el sexo de deseo mientras contemplaba abiertamente su cuerpo musculoso. Estaba vestido con unos pantalones desteñidos que abrazaban el cuerpo como un amante y una camiseta vieja que hacía juego con sus ojos. Podía ver cada músculo definido de su abdomen y torso a través del material fino, y sus bíceps flexionados mientras se estiraban para acomodar las manos detrás de su cabeza.


«Santo Dios». Con la cantidad de testosterona que emanaba su cuerpo, lo único que quería hacer era sentarse a horcajadas sobre su cuerpo y abandonarse a él hasta que su actitud de hombre de éxito se volviera pasión ardiente. 


Él la desafiaba, tirando de todo lo femenino que había en su interior. Y Paula no estaba muy segura de cómo manejarlo.


Sí, ella trabajaba en una profesión dominada por los hombres y muchos de ellos pensaban que estaba buena, pero no eran nada comparados con aquel hombre tendido en su cama. Quizá se parecieran a Pedro en su personalidad arrogante y fanfarrona. Pero Pedro tenía más en su interior que cualquier hombre que hubiera conocido. Su confianza era real, y la compasión y bondad subyacentes eran humanas. Además, los raros momentos de vulnerabilidad hacían que se le parase el corazón. Tenía tantas facetas que a Paula le daba vueltas la cabeza y su cuerpo hervía de deseo. Quería desmontarlo capa a capa y averiguar quién era el verdadero Pedro Alfonso… o si él era todas esas cosas unidas en un hombre que estaba bueno.


Nunca había sido sexualmente agresiva, principalmente porque nunca había visto el deseo sexual en los ojos de ningún hombre como lo veía en Pedro cada vez que la miraba. 


Se arrodilló con cuidado sobre la cama y con un gesto atrevido tomó sus genitales en la mano. 


Se le aceleró el corazón al sentir su erección dura bajo los dedos. La delineó mientras lo miraba directamente a los ojos.


— No estaba utilizándote. Anoche fue una de las experiencias más increíbles de mi vida. No sabía que podría ser… así.


Todo rastro de humor abandonó el rostro de Pedro cuando su mirada se volvió intensa.


—¿Quieres decir que nunca has tenido un orgasmo tan fuerte? —preguntó con voz ronca de pasión.


—Quiero decir que nunca había tenido un orgasmo. No con un hombre. — Suspiró mientras él la miraba boquiabierto—. He estado con dos chicos en mi vida: mi ex novio infiel y mi primer amor en el último año de instituto. La experiencia en el instituto fue dolorosa y después… apresurada. Al ex infiel no le interesaba mucho el placer de nadie excepto el suyo propio. —Eso hacía que Pedro fuera especial para ella. Había estado tan condenadamente decidido a hacerla venirse, concentrándose en su placer primero. El sexo como ése podría llegar a ser muy adictivo.


Sus fuertes manos le envolvieron la cintura y la giraron sobre su espalda con un movimiento suave. Su cuerpo cubrió el de Paula al instante.


—Cariño, el placer de una mujer siempre debe ser lo primero. —Su expresión se volvió feroz y codiciosa.


—Yo soy distinta. Supongo que mi ex me veía más como a una agente federal —susurró sin aliento.


—También eres mujer. Eres toda mujer. Yo debería saberlo. Sentí todas esas partes suaves y sexys anoche. Lo único que lamento es no haberte saboreado, enterrar mi boca en tu sexo hasta que gritaras pidiendo piedad —respondió con voz ronca. Sus ojos examinaron su rostro—. ¿El otro día en el bar ibas vestida para conocer a Marcos? ¿Estabas intentando llamar su atención?


—Sí —admitió con honestidad—. Mi objetivo era reunirme con Marcos de cualquier manera posible y hacer que se percatara de mí. Entonces quería acercarme a él y obtener cualquier información que pudiera.


—¿Cuánto querías acercarte? —gruñó Pedro.


Ella suspiró.


—No tanto. Amo mi país y a los ciudadanos de aquí, pero mi trabajo termina después del flirteo. No me acuesto con hombres a cambio de información. Éste es un encargo fuera de lo habitual para mí. Por lo general no intento atraer la atención de un hombre.


—Me has atraído en lugar de Marcos —carraspeó Pedro—. Todavía me arrepiento de las cosas que no hicimos, pero ya meteré mi cabeza entre esos muslos suaves más tarde.


Los ojos de Paula se cerraron suavemente cuando ella imaginó esa visual; su cuerpo vibró de deseo. ¿Cómo sería eso? Con Pedro, probablemente sería un placer surrealista como nunca había conocido.


—Ten cuidado. Estoy armada —le recordó cuando sus ojos se abrieron de nuevo.


—Yo también. Pero el único peligro en el que estás ahora proviene de mí — gruñó. Su boca se abalanzó para tomar la de Paula con una agilidad dominante que le quitó el aliento.


Sus brazos le rodearon el cuello instintivamente, y el olor masculino y almizclado de Pedro la cautivó, la rodeó hasta que no pudo pensar en otra cosa aparte de él. Su sabor, su dominio, su exigencia sensual de que se rindiera a él, todos prendieron fuego a su cuerpo.


Finalmente, Pedro le soltó la boca y tiró del cuello alto del suéter negro de cuello vuelto que llevaba. Lo movió hacia abajo para poder dejar un sendero de fuego por su cuello mientras su boca consumía la carne sensible.


—Paula —respiró contra su sien—. Me vuelves loco, cariño.


Ella solo estaba inclinando la cabeza para darle un mejor acceso cuando llegó un fuerte golpe desde la puerta.


—¡Mierda! —exclamó ella. El corazón le latía con fuerza por el asalto sensual de Pedro y el choque de volver al mundo real de un sobresalto.


—Paula, ¿estás ahí? —La voz de Chloe Alfonso llegó a través de la puerta cerrada con pestillo.


—Ay, Dios. Es tu hermana. —Paula empujó a Pedro por el pecho suavemente.


—Mierda. Nunca ha sido muy oportuna —gimió Pedro mientras dejaba que se levantara de mala gana.


—Ya llego. —Paula se ajustó el suéter e intentó peinarse el pelo enredado con los dedos antes de recogerlo rápidamente con un broche en la nuca.


—Ojalá estuvieras llegando —gruñó Pedro mientras giraba sobre su cuerpo para ponerse en pie.


A Paula se le escapó una risita antes de poder sofocarla. El tono descontento de Pedro porque los hubieran interrumpido le encantaba.


«Me desea. Me desea de verdad».


Era uno de los mejores subidones naturales que había experimentado nunca.


No estaba acostumbrada a un hombre que la tratara como a una mujer atractiva en lugar de como a una agente federal y eso hizo que se sintiera alegre y feliz.


CAPITULO 19 (SEPTIMA HISTORIA)




Paula odiaba ponerse ropa sucia, pero suponía que podría cambiarse cuando volviera al resort. Con la ropa puesta, se ajustó la Glock 23 que llevaba oculta a la espalda y se bajó el suéter por encima de la camiseta.


—¿Qué estás haciendo? —Pedro vagó hasta el dormitorio.


—Estoy preparándome para volver al resort —le dijo sucintamente, todavía enojada con él porque no había parado de reír desde que le reveló que estaba investigando a Marcos. 


Suponía que se había repuesto, porque ahora no estaba riéndose. Al final había acabado saliendo de la cocina dando pisotones cuando él rio sin parar durante cinco putos minutos.


—¿Para poder investigar a un hombre inocente? —la voz de Pedro seguía teniendo un toque de humor.


Ella dio media vuelta y se cruzó de brazos.


—Estoy cansada, tengo hambre y voy armada. No me jodas, Alfonso.


—Joder, qué sexy te pones cuando te enfadas. —Le lanzó una mirada apasionada.


—Ni lo pienses. —Sostuvo el brazo en alto a medida que él avanzaba, lo rodeó y volvió a entrar en la cocina pisando fuerte. Sentía su presencia a la espalda—. Tengo un trabajo que hacer y no me gusta que te rías de lo que hago.


—Eh. —Pedro le agarró el brazo en la cocina y le dio la vuelta—. No estoy riéndome de lo que haces. Tienes un trabajo importante y peligroso, y obviamente se te da bien. Pero estás dando caza al tipo equivocado.


—¿El tipo equivocado que ha estado trayendo bastantes explosivos como para volar todo un estado? ¿El tipo equivocado que ha estado tratando con terroristas conocidos? ¿El tipo equivocado que está almacenando armas de destrucción masiva en algún lugar de estos terrenos en Rocky Springs? ¿Te refieres a ese tipo equivocado? —preguntó furiosa.


Pedro la miró boquiabierto.


—Eso no es posible. Marcos es una persona recta, Paula, y lo más honrado que hay. Te lo diría si pensara lo contrario, pero él no sería capaz de hacer eso y ya sabes lo que le ocurrió a mi padre. Marcos lo quería y él fue el que más sufrió cuando murió Papá porque era el mayor y el más cercano a nuestro padre. ¡Dios! Lo último que haría Marcos sería dejarse ver cerca de un puñetero terrorista y mucho menos ser parte de un complot para volar a personas inocentes.


A Paula se le hundió el corazón. ¿Cómo podía convencer a un hombre que quería a su hermano de que en realidad éste era un terrorista disfrazado de empresario?


—Tenemos pruebas, Pedro. No estaría aquí si no las tuviéramos. El FBI no gasta dinero en una investigación sin una causa justificada. Lo siento.


—Enséñame tus pruebas. Te ayudaré. ¿Dónde está ese supuesto escondite? — preguntó Pedro con impaciencia.


—Eso no lo sabemos. Por eso estoy aquí —admitió Paula—. Lo único que sabemos es que Marcos ha estado comprando suficientes explosivos para volar una zona muy grande y transportándolos aquí. Ha sido visto con terroristas conocidos. Los miembros de este grupo son muy poderosos, ricos y están bien enmascarados como empresarios. La mayoría de ellos están viviendo aquí, en los Estados Unidos, ahora mismo, emigrantes de Oriente Medio.


—Marcos querría matar a cada uno de ellos si supiera que son miembros de un grupo terrorista. —Pedro anduvo de un lado a otro por la cocina—. Él no tiene el almacén para ese tipo de equipo en su casa.


—Construyó una pista de aterrizaje en verano…


—Para que todos pudiéramos aterrizar nuestros aviones privados aquí en lugar de en Denver. Todos lo queríamos.


—También construyó un nuevo hangar.


—El otro que tiene es más pequeño y se estaba haciendo viejo. Marcos tiene un avión nuevo, pero te llevaré a la pista de aterrizaje para comprobarlo si te va a convencer de que es inocente. Mientras tanto, me gustaría oír acerca de todas tus supuestas pruebas contra Marcos —exigió Pedro. Volvió su intensa mirada hacia
ella. Paula lo miró a los ojos, intentando ver sus intenciones. Podría ser una gran ayuda o un obstáculo.


—O confías en mí o no lo haces, nena. —Tú decides —gruñó Pedro.


—Hecho. Tengo los archivos en mi portátil, en el resort. —Había tomado su decisión. Sus instintos confiaban en Pedro. Aunque Marcos fuera su hermano, él no iba a permitir que matara a gente inocente. Había pasado años de su vida intentando impedir que sucediera precisamente eso.


—Primero comprobaremos los hangares y la pista de aterrizaje. Necesito cinco minutos para darme una ducha y cambiarme.


—Voy a preparar el desayuno —accedió Paula—. Tenemos que comer. —La investigación había durado todo ese tiempo; podría esperar una hora más.


—¿Paula? —Pedro exclamó su nombre mientras ella se dirigía a la cocina.


—¿Sí? —Ella se volvió hacia él.


—Le confiaría mi vida a Marcos. Vamos a descubrir que todo esto es un gran malentendido —le dijo con voz ronca.


Ella asintió. Se le encogió el corazón por él.


—Espero que lo hagamos, Pedro. De verdad.


Pedro dio media vuelta y se dirigió al baño sin decir palabra.



CAPITULO 18 (SEPTIMA HISTORIA)




—¿Papá y tú peleasteis alguna vez? —le preguntó Chloe Alfonso a su madre cuando estaban sentadas a la mesa para desayunar tarde. Su madre había llegado a casa en un vuelo de madrugada y Chloe había ido a recogerla a la pista de aterrizaje.


Ailyn Alfonso amaba por igual a todos y cada uno de sus hijos, y se preocupaba por distintos problemas con cada uno de ellos. Pero, en ese momento, estaba preocupada por Chloe. Su única hija y la más pequeña siempre había tenido la personalidad más alegre, una felicidad que siempre parecía irradiar su ser. 


Últimamente, esa luz brillante que era su Chloe parecía haber desaparecido.


—A veces —respondió cuidadosamente a su hija, preguntándose por qué Chloe le preguntaba acerca de la relación con su marido, el padre de Chloe.


Su hija dejó el tenedor en el plato sin tocar la comida y estiró el brazo para tomar su café.


—No recuerdo haberos oído discutir nunca.


Ailyn miró el plato lleno de Chloe y frunció el ceño.


—¿Qué te ha pasado en la muñeca? —Cuando su hija dejó el tenedor en el plato, le había visto moratones en el brazo.


—Javier estuvo intentando enseñarme unos movimientos de artes marciales. Fue un accidente —explicó Chloe.


«¿Un accidente? Tal vez fuera accidental, pero ¿cómo le ha dejado Javier el brazo lleno de moratones a Chloe enseñándole artes marciales para principiantes? No es un moratón pequeño. Tiene toda la muñeca y el brazo morados y amarillos», se dijo su madre.


—Tu padre y yo teníamos desacuerdos en ocasiones, pero nos respetábamos lo suficiente como para no gritarnos. —Su difunto marido, Raul Alfonso, era problemático, igual que sus hijos, pero nunca subía la voz. Nunca había tenido que hacerlo. Ailyn siempre había presentido cuando algo iba mal y habían
podido hablarlo. Si las cosas se les iban de las manos y querían desahogarse, nunca lo hacían cerca de los niños, y nunca se faltaban al respeto el uno al otro.


—Tenía mucha responsabilidad —caviló Chloe—. ¿Nunca se enojó y lo pagó contigo?


—Nunca —le dijo Ailyn a su hija con énfasis—. Me hablaba de ello, pero nunca me culpó por nada que no fuera mi culpa. —Estudió el rostro de su hija y se percató de las ojeras bajo sus ojos y las arrugas de preocupación que rodeaban su boca—. ¿Va todo bien entre tú y Javier, cariño?


—Sí. Bien. Todo bien —respondió Chloe rápidamente. Tal vez demasiado rápido—. Sólo parece que está preocupado y estresado por el trabajo. Y supongo que, como he abierto mi consulta, las cosas están un poco tensas.


Algo andaba mal. Ailyn podía presentirlo. Pero su hija era adulta, de casi treinta años, y ella estaba muy orgullosa de Chloe. No quería fisgonear, pero planeaba observar su relación mucho más de cerca. Sus instintos de madre rara vez se equivocaban.


—¿Sabes que puedes hablar de cualquier cosa conmigo?


Chloe le sonrió débilmente.


—Lo sé, Mamá. Gracias. Te he echado de menos mientras estabas fuera.


Ailyn también había echado de menos a sus hijos. Chloe había estado fuera tanto tiempo en la universidad y ahora, en cuestión de meses, iba a casarse y a salir de casa para siempre. Por suerte, Javier era un médico local y vivirían allí, en Rocky Springs, pero ella se había acostumbrado a tener a Chloe en casa de
nuevo y sería difícil volver a verla mudarse.


«Ojalá pudiera deshacerme de este inquietante presentimiento de madre de que algo no va bien con Chloe. Estoy segura de que sólo se debe a que estoy triste porque se va. Javier es doctor, un médico respetado y ahora mi hija es una veterinaria local. Él y Chloe deberían vivir una vida maravillosa juntos», pensó Ailyn.


Por desgracia, Chloe no parecía una novia feliz, y Javier era educado pero distante. Siempre lo había sido, por lo que era difícil llegar a conocerlo bien.


—¿Tú y Javier no habéis comprado los anillos todavía? —Ailyn sabía que su hija quería un anillo. Había visto a Chloe mirar alianzas con anhelo y diamantes durante meses. En última instancia, sabía que Chloe quería un hijo.


Aunque a su hija le quedaba mucho tiempo para tener bebés, Ailyn se preguntaba si Chloe se sentía como si su reloj biológico ya estuviera haciendo tictac. Había momentos en los que se preguntaba si en realidad Chloe quería un hijo más de lo que quería un marido.


—Él quiere esperar hasta que se acerque más la boda.


Una voz masculina detrás de Ailyn la sobresaltó.


—Entonces, deja a ese perdedor y cásate conmigo.


Ailyn sonrió y se dio la vuelta, feliz de ver a su hijo, Benjamin, y a su amigo Gabriel Walker, la misteriosa voz masculina que coqueteaba con su hija.


—¡Benjamin! —dijo Ailyn emocionada mientras se levantaba de la silla de un salto bastante rápido para una mujer de su edad y se arrojaba en brazos de su hijo. Los deberes de Benjamin como senador de Estados Unidos lo habían mantenido en Washington, D. C. durante demasiado tiempo. No había vuelto a Rocky Springs desde hacía meses.


Él la levantó y la hizo girar.


—¿Cómo está mi madre favorita? —bromeó Benjamin mientras la abrazaba fuertemente.


Ella golpeó el hombro de Benjamin.


—Soy tu única madre. Ahora, bájame —le regañó, pero en secreto adoraba la forma en que sus hijos eran capaces de mostrar abiertamente su cariño hacia ella y hacia sus hermanos. Peleaban y reñían como hacían todos los hermanos, pero su devoción los uno a los otros siempre era evidente. Y ella se sentía muy bendecida con los niños que ella y Raul habían creado juntos: cada uno de sus hijos era un niño del que sentirse orgullosa y al que ella amaba con todo su corazón.


Benjamin la abrazó con fuerza antes de dejarla en el suelo.


—Ah… bueno… aunque tuviera cincuenta madres, tú seguirías siendo mi favorita —respondió Benjamin en tono informal.


«¡Zalamero! De todos mis chicos, Benjamin es el más encantador, lo cual probablemente sea bueno porque es político. Pero, sinceramente, Benjamin siempre ha sido así. Incluso de niño, era tan encantador que podía encantar a una serpiente de cascabel», reflexionó Ailyn.


Gabriel le tendió los brazos y Ailyn no vaciló en abrazarlo.


—Qué bueno verte, Gabriel. —Siempre era una alegría ver a Gabriel Walker. Él y Benjamin eran amigos desde que eran adolescentes, y ahora Gabriel vivía permanentemente en Rocky Springs. Tenía un rancho muy lucrativo que bordeaba el rancho de ganado de Benjamin. Éste se extendía mucho más allá de los límites de la ciudad de Rocky Springs. Su marido y el padre de Gabriel habían sido buenos amigos, y Benjamin y Gabriel se habían unido como hermanos cuando eran adolescentes. Ailyn también había sido amiga de la madre de Gabriel y le dolió por él cuando perdió primero a su madre y luego a su padre. Desde entonces, ella lo miraba casi como a otro hijo. Tenía que sentirse muy solo ahí fuera, en la gran mansión que había construido en su rancho, pero nunca hablaba de ello.


Evidentemente, Gabriel sabía que Benjamin iba a llegar. Probablemente lo había recibido en la pista de aterrizaje y lo había seguido a su casa para desayunar.


Cuando soltó a Gabriel, Ailyn se volvió hacia su hija, que se había levantado para arrojarse en brazos de su hermano, Benjamin. Su hijo, el segundo más mayor casi estaba asfixiando a su hermana pequeña.


Ailyn le preguntó a su hija en tono jocoso:
—Acabas de recibir otra proposición, cariño. ¿No vas a responder a la propuesta de Gabriel?


—No —respondió Chloe enojada mientras fulminaba a Gabriel con la mirada —. Ya estoy prometida.


Ailyn tuvo que morderse el labio para contener una sonrisa. La manera en que discutían Chloe y Gabriel la divertía. En secreto, deseaba que su Chloe fuera a casarse con un hombre como Gabriel. Él la mantendría alerta sin hundirla.


Evidentemente, Gabriel tenía cariño a Chloe, pero ella no aceptaba nada de él. Por alguna razón, Chloe evitaba a Gabriel a cada oportunidad.


Gabriel captó la mirada de Chloe y le guiñó un ojo.


—Sabes que sólo estabas esperando que se presentara una oferta mejor.


—Entonces tendría que esperar una eternidad —le dijo Chloe con voz prácticamente hostil, pero le lanzó una sonrisa falsa—. Por suerte voy a casarme con el hombre de mis sueños en unos meses.


—Si fueras mi mujer, yo ya habría puesto un anillo en ese dedo a estas alturas. —La voz de Gabriel era ligera, pero su mirada era intensa.


—Entonces es bueno que no sea tu mujer —respondió Chloe en tono cortante.


Benjamin habló para disipar la tensión en la habitación.


—¿Dónde está todo el mundo?


—Renzo está en Denver, trabajando en un proyecto. Marcos tenía que haber llegado ayer, pero se vio retrasado por la tormenta. Debería llegar hoy. Y Pedro está en casa. —Ailyn hizo un gesto para que todos se sentaran y fue a servirle el desayuno a los dos hombres. No se le escapó el hecho de que Chloe se apresuró a tirar de la manga larga de su camisa hasta cubrir su muñeca amoratada.


—Creo que a Pedro le gusta una mujer que se hospeda aquí, en el resort. Fui a ver si Paula estaba en el gimnasio esta mañana y no estaba. Creo que podría haberse quedado tirada con Pedro —le dijo Chloe a Benjamin animadamente. Se sentó en su silla, con Benjamin a su derecha y Gabriel a su izquierda. 


Ignoró completamente a Gabriel.


Benjamin abrió los ojos como platos.


—¿Ah, sí? ¿Y quién es esa mujer misteriosa? ¿Y por qué iba a haberse quedado tirada con mi hermanito?


Chloe le contó lo que sabía de Paula, y cómo el día anterior no había vuelto con la moto de nieve antes de la tormenta. Después procedió a explicar que Pedro había salido a buscar a Paula.


—Me mandó un mensaje diciendo que la había encontrado y que estaba a salvo, pero ella no volvió al resort anoche. Tiene que estar con él. Me gusta. Le dio una paliza a Javier haciendo judo.


—¿Al Sr. Cinturón Negro? —interpuso Gabriel en tono sarcástico.


Sin mirar a Gabriel, Chloe le respondió a la defensiva:
—Javier es muy bueno, pero Paula es fantástica. Se ofreció a enseñarme algunos de sus movimientos de autodefensa.


—¿Entonces piensas que Paula sigue en casa de Pedro? —preguntó Benjamin.


—Tiene que estar allí. Quizás estaba más cerca. La ventisca de ayer fue muy mala —le dijo Chloe a su hermano pensativa.


—Y Pedro tiene un Jeep quitanieves que podría haberla traído de vuelta al resort fácilmente —le recordó Benjamin con una sonrisa enorme en los labios.


Ailyn puso un plato enorme de huevos, panceta y tostadas delante de Blake y Gabriel.


—Come. Y no molestes a tu hermano porque le guste una mujer. Ha tenido un año difícil. Estaría bien que al menos uno de mis hijos estuviera pensando en casarse y darme nietos.


Pedro había salido de las Fuerzas Especiales del ejército, hecho que había encantado infinitamente a Ailyn. Se había cansado de preocuparse porque su hijo se pusiera en peligro cada día. Pero sabía que lo echaba de menos y que estaba inquieto. Una buena mujer podría ayudar a que su hijo más joven se sintiera más feliz.


Pedro se había curado de la lesión que le obligó a abandonar el ejército, una lesión que él insistía en que se había producido mientras esquiaba estando fuera de servicio. «¡Bah! ¿De verdad piensa mi hijo pequeño que me creo esa excusa? Sé que está intentando ahorrarme un poco de preocupación, pero no me creí esa historia mala ni por un minuto. Una madre simplemente… lo sabe».


—Mamá, soy senador de los Estados Unidos. ¿De verdad crees que sería lo bastante inmaduro como para ponérselo difícil a Pedro por una mujer? —protestó Benjamin antes de atacar su plato de comida.


—Sí.


—Sí.


Chloe y Gabriel respondieron vehementemente al mismo tiempo.


Ailyn se sentó con su café, feliz mientras observaba cómo Gabriel y Chloe se miraban sorprendidos e intercambiaban una pequeña sonrisa por primera vez.