domingo, 10 de junio de 2018
CAPITULO 11 (PRIMERA HISTORIA)
Paula se abalanzó sobre un teléfono inalámbrico que había en la encimera de la cocina y marcó a toda prisa el número de la clínica. Le explicó a Magda lo que le había ocurrido y le pidió disculpas por no haber ido.
—Aunque obviamente valoro mucho que vengas a ayudarme, no tienes las obligaciones de un empleado, Paula. ¿Estás bien? ¿Necesitas alojamiento?
La voz de Magda transmitía preocupación y Paula se sintió arropada.
Magda era tan generosa, tan atenta… Pero no pensaba complicarle la vida a su amiga. Magda invertía todo el dinero que podía en la clínica gratuita y eso que prácticamente acababa de terminar la carrera de Medicina. Su amiga le había comentado más de una vez, medio en broma, medio en serio, que cuando se jubilara seguiría pagando los créditos que había solicitado para poder hacer la carrera.
—No. Estoy bien. Un… amigo me está echando un cable —respondió con la esperanza de que su voz no la traicionara.
Se hizo un silencio tras el cual Magda afirmó con gravedad:
—Si necesitas algo, me llamas. Lo harás, ¿verdad?
—Sí, te lo prometo. ¡Hasta el sábado!
—Cuídate. Si por casualidad te encuentras con la zorra de tu excompañera de piso, no dudes en llamarme. Le pegaré una buena paliza—dijo Magda indignada.
Paula se echó a reír.
—Vas a tener que hacer cola porque estoy tan cabreada que la paliza se la daré yo.
Tras insistir un par de veces en que se las apañaría sin problemas Paula colgó el teléfono. Seguidamente cogió aire y se dispuso a ir a su piso para ver qué quedaba de sus bienes.
«Saldrás de esta. Has luchado mucho para llegar hasta aquí. Cuatro meses son pan comido. Ya habrá tiempo para recuperar lo que te han quitado».
Mientras buscaba la habitación de invitados en la que estaban sus pocas pertenencias, un cosquilleo le recorrió la espina dorsal, pues presentía que los cuatro meses que tenía por delante supondrían un desafío mayor que los retos a los que se había enfrentado hasta ese momento.
¡Pobreza!
¡Soledad!
¡Rechazo!
¡Inestabilidad!
¡Miedo!
Todo eso parecía fácil comparado con pasar varios meses junto a Pedro Alfonso.
Le iba a costar mucho resistirse a la tentación.
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