viernes, 15 de junio de 2018
CAPITULO 24 (PRIMERA HISTORIA)
Pedro puso su mano tras la nuca de Paula para acercarse a su boca y le dio la vuelta con gran habilidad sin alejarse ni un milímetro de sus labios.
Así, pasó de estar sentada sobre su regazo a encontrarse tumbada bajo su cuerpo. La besó hasta dejarla sin aliento, hasta que fue incapaz de pensar, hasta que lo único que pudo hacer fue sentir. Ella abrió las piernas para dar la bienvenida a su cuerpo viril y rodeó con los brazos su musculosa espalda, tratando de acercarse a él lo máximo posible.
Necesitaba que esto ocurriera, lo necesitaba a él. Deslizó la lengua por la suya, se moría por acercarse aún más, quería meterse dentro de él. Frotó las caderas contra su entrepierna y, al sentir cómo la dura erección que apenas le cabía en los vaqueros chocaba con su monte de Venus, empezó a gemir ansiosa por sentirlo dentro.
Arrancó su boca de la de él y jadeó:
—Necesito que me folles. Por favor.
Con el rostro enterrado en el cuello de ella Pedro emitió un sonido gutural:
—Al dormitorio.
—No. Aquí. Ahora. Ahora mismo —resolló Paula.
No quería moverse de aquel inmenso sofá, esta vez no quería estar atada con los ojos tapados.
Abrazó su cadera con las piernas a modo de ruego silencioso y le agarró el trasero con las manos para acercarlo más a sus ondulantes caderas.
—¡Joder! Cuando haces eso soy incapaz de pensar. Yo tampoco quiero esperar más —afirmó con voz queda y, mientras la cogía del culo para
rozarla aún más contra su empalmadísimo pene, emitió un gemido atormentado.
—No esperes. Por favor.
El cuerpo de Paula ardía cual madera en un incendio.
—Sabes que no puedo hacerlo así —le recordó con un tono de enfado y frustración, pero sin dejar de agarrarle el trasero.
—Sí que puedes.
Deseaba que lo hicieran así: con esa espontaneidad, con tanto anhelo.
Descruzó las piernas y se revolvió para meter las manos entre sus cuerpos.
Se desabrochó los vaqueros y se bajó la cremallera. Pedro tuvo que incorporarse para que Paula tuviera espacio para bajarse los pantalones y las braguitas, que tiró al suelo de una patada.
—Tócame.
Pedro gimió al introducir la mano entre sus cuerpos, al deslizar los dedos en su sexo empapado.
—Joder, estás encharcada.
—Por ti —repuso intrépida—. Así que no vuelvas a decirme que las mujeres solo están contigo por dinero. Yo estoy tan loca por ti que te ruego, de rodillas si hace falta, que me folles —le dijo furiosa tratando de hacerle comprender que lo que ella sentía por él no tenía nada que ver con la economía.
No podía confesarle todo lo que le necesitaba: ni ella estaba preparada para desnudar su alma ni él para oír algo así. Es más, puede que ella tampoco estuviera lista para enfrentarse a esa verdad. Pero esto sí tendría que aceptarlo: tenía que tirársela. Ahora.
El cuerpo de Paula se estremecía mientras los dedos de Pedro se deslizaban por su piel blanda y húmeda, y trazaban círculos en el clítoris.
—Sí, sí… Tócame.
Se había dejado llevar y su cuerpo reaccionaba a cada sensación, a cada roce de sus dedos.
Dejó caer la cabeza hacia atrás y se abandonó a esascaricias atrevidas y constantes.
—Estás tan cachonda. Tan desatada. Me cuesta creer que me desees tanto. Dímelo otra vez —exigió mientras la acariciaba con menos delicadeza y más exigencia.
—Te necesito, Pedro. Fóllame.
—¿Solo yo?
—Solo tú. Eres el único hombre que me pone así.
El único hombre capaz de hacerle perder la cabeza con un solo roce.
Sabía que eso suponía una debilidad, pero en ese momento no le importa nada.
Pedro se incorporó, se desabrochó los vaqueros y se los fue bajando hasta liberar la polla, que parecía estar tan ansiosa y dura que salió de un salto.
—Me muero por metértela, Paula, pero no sé si puedo hacerlo así.
Su voz transmitía pasión y enfado a la vez, y Paula comprendió que para él era crucial dominar la situación. Aunque aún no había averiguado la razón, sabía que Pedro necesitaba estar al mando.
—Sujétame de las manos, Pedro. Controla la situación. Fóllame como te haga falta. Me da igual. Pero fóllame de una vez.
Paula se moría de ganas de coger esa impresionante verga para metérsela, pero, en lugar de hacer eso, levantó los brazos y lo cogió de las manos. Las tenía cerradas con fuerza, pero fue abriéndolas poco a poco hasta envolver
las de ella. Entrelazaron los dedos y bajaron juntos las manos hasta posarlas sobre la cabeza de Paula.
—Ahora estás al mando y me tienes justo donde quieres. Fóllame —le rogó.
Paula necesitaba que lo hicieran así en lugar de con esposas y vendas porque, aunque la noche anterior había disfrutado mucho, no quería que esa fuera la única manera de hacerlo con Pedro.
A partir de ahora deseaba que la única razón por la que Pedro quisiera atarla y taparle los ojos fuera porque le pareciera erótico y sexy.
Instintivamente sabía que para recuperar la confianza era crucial que fueran pasito a pasito y que pasaran de echar polvos a hacer el amor.
Cuando recostó su cuerpo musculoso sobre el de ella, a Paula le entraron ganas de llorar.
Gimió al sentir su polla en la estrecha entrada de su cavidad y giró las caderas para facilitarle el camino.
Y entonces, sorprendentemente, la penetró con una sola embestida.
La polla había irrumpido en su interior y Paula empezó a jadear mientras el miembro la estiraba y la poseía por completo.
—Sí… Me encanta… —resolló mientras lo abrazaba con las piernas y se deleitaba con las sensaciones.
—Joder, estás empapada. Nada se interpone entre mi polla y tú. Esta sensación es tremenda. Es lo mejor del mundo —jadeó sobre su cuello
mientras deslizaba todo el cuerpo arriba y abajo, rozando el pecho con sus tetas y raspando sus hinchados pezones.
Tenían las manos entrelazadas y Pedro se las estaba apretando tanto que los dedos se le estaban empezando a dormir. Pedro volvió a echar las caderas hacia atrás para embestirla y ella le respondió abalanzándose hacia él, por lo que se encontraron a medio camino. Mientras sus cuerpos se unían una y otra vez Paula sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que estaban viviendo algo extraordinario, un momento especial que lo cambiaría todo.
Le hincó los talones en el culo, que lo tenía duro como una piedra, para empujarlo más adentro y más rápido. Cada embestida era poderosa, enérgica. Dentro y fuera. Una y otra vez.
Pedro le comió la boca entera en un beso cargado de violencia con el que se adueñó de ella. Recorría con la lengua, suave como el terciopelo, cada centímetro de su boca, y la embestía con la lengua al mismo ritmo que con la polla.
Su fuerza la abrumaba, las embestidas de su lengua y su verga la transportaban a otra dimensión…, y Paula se dejó llevar.
Completamente. Sin reparos. Deseosa.
Varias lágrimas le recorrieron las mejillas mientras le gemía en la boca y su cuerpo entero comenzó a convulsionar al sentir el clímax más intenso de su vida. Su cavidad palpitaba, abriéndose y cerrándose alrededor de la polla, mientras Pedro se la metía y la sacaba desenfrenado y furioso.
Pedro le gimió en la boca y entrelazó la lengua con la suya mientras se la metía hasta el fondo por última vez. Cuando se corrió, su fornido cuerpo empezó a temblar sobre el de ella y le inundó la vagina de calor.
Apartó la boca de sus labios y dejó caer el rostro en el cuello de ella.
—Tremendo —exclamó sobre su piel con la voz entrecortada.
Paula apartó las manos de las de él para recuperar la circulación y lo rodeó con los brazos. Le acarició el cabello empapado de sudor y le posó las manos en la nuca. Se sentía relajada y satisfecha y, aunque el cuerpo de
Pedro empezaba a pesarle, no estaba preparada para que se quitara de encima.
—Creo que acabo de morir —resolló Pedro sin haber recuperado el aliento.
—Entonces supongo que yo también he muerto a tu lado porque te he acompañado hasta el final —respondió con un hilillo de voz sin dejar de recorrerle el cuero cabelludo con las manos.
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