lunes, 18 de junio de 2018

CAPITULO 34 (PRIMERA HISTORIA)




Con el corazón a cien por hora Paula bajó los escalones más rápido de lo que sus delicados tacones de aguja se lo permitían. Necesitaba escapar cuanto antes de la escena digna de una película de terror que se acababa de proyectar ante sus ojos. Como los tacones se le enganchaban en los adoquines del camino, se quitó los zapatos sin apenas detenerse y continuó avanzando con ellos en la mano.


«Respira. Concéntrate en respirar».


Llegó al embarcadero jadeando y con el estómago revuelto. Se aferró a la barandilla de madera para recuperar el equilibrio y trató por todos los medios de normalizar la alterada respiración.


«Respira. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. No pasa nada. No pasa nada».


La vida sexual de Pedro Alfonso no era asunto suyo. No tenía ningún compromiso con él y, visto lo visto, él con ella menos. Se habían acostado sin ataduras.


«Inhala. Exhala. Inhala. Exhala otra vez».


Logró volver a respirar con normalidad, pero seguía sintiendo náuseas.


Ahora entendía por qué Pedro nunca había tenido novia. Había un sinfín de mujeres haciendo cola para entretenerlo… a cambio de algo. ¿Un acuerdo? ¿En serio? Ahora entendía que Pedro nunca hubiera tenido una relación larga. Las mujeres lo utilizaban y él las utilizaba a ellas. El estómago le dio otro vuelco y se agarró con más fuerza a la madera.


«Olvídalo. No importa».


No debería importarle…, pero le importaba. Le dolía que Pedro estuviera negociando un acuerdo para follarse a otra mujer cuando estaba tonteando con ella. Es más, hacía apenas unas horas que habían echado un polvo increíble. O eso pensaba ella. Quizá solo había sido decisivo para ella. Quizá él echaba de menos atar a las mujeres, tenerlas indefensas con los ojos vendados. Quizá es eso lo que necesitaba.


«¿Pensabas que eras alguien especial? ¿La mujer que ayudaría a Pedro a librarse de las inseguridades del pasado? Quizá no tiene ninguna. Quizá le gusta vivir así. Quizá lo que pasa es que eres tonta de remate y no sabes entender a un playboy multimillonario que puede comprar a la mujer que desee».


Sus pensamientos eran un torbellino que la martirizaba y acabó preguntándose si todo lo que hasta ahora había visto en Pedro no era más que un castillo en el aire, una falacia que ella misma se había inventado, un hombre que se había imaginado.


«En el fondo no piensas así».


—El problema es… que ya no sé qué pensar —murmuró para sí misma con voz temblorosa.


Todas sus ilusiones se habían desvanecido y ya no tenía ni idea de qué pensar. Había confiado en Pedro, lo había tomado por un hombre decente con un pasado oscuro, pero su comportamiento la había dejado hecha un lío, se sentía humillada y devastada.


Con la mirada perdida en las luces que parpadeaban en las ondas del agua se frotó los brazos para que dejaran de temblar. ¿Cómo lograría borrar la imagen de Pedro besando a un pibón descerebrado, a una mujer tan perfecta que Paula no entendía qué había visto Pedro en ella?


Pestañeó y una lágrima le cayó en silencio por la mejilla. Lo más probable es que jamás lo olvidara. Esa escena, la sensación de traición y el terrible dolor se quedarían con ella durante un tiempo. Paula permaneció ensimismada en sus pensamientos como una sombra inmóvil en el embarcadero. Había dejado de tener frío. 


Ojalá no tuviera que volver a la fiesta ni enfrentarse a la realidad.


Pero lo haría. Tenía que hacerlo. Aunque lo evitaría todo el tiempo que fuera posible.




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