sábado, 30 de junio de 2018

CAPITULO 6 (SEGUNDA HISTORIA)




10 de enero, 1997


Pedro y yo no tenemos ninguna clase juntos este cuatrimestre, pero raro es el día que no hablo con él.


No sé si podría aguantar no hablar con él o no ver esa cara suya. Me hace reír cuando estoy cansada y de mal humor y, por mi parte, siempre tengo a mano una crema analgésica para cuando ha llevado su cuerpo al límite después de muchas horas de trabajo. Él intenta levantarme el ánimo mientras que yo intento aliviarle el dolor. Me imagino que eso es lo que es la amistad. Como otras veces, hoy se quitó la camiseta para que yo pudiera ponerle crema en la espalda. Cada vez se me hace más difícil evitar que me tiemblen las manos, y me odio por eso. Pedro y yo somos amigos. Es un gran apoyo y siempre puedo contar con él. ¡Soy asistente de enfermería, por el amor de Dios! No es que no conozca el cuerpo humano. Es simplemente que… es el cuerpo de Pedro. Su piel, siempre tórrida, sus músculos tensos. A veces gime emitiendo un intenso, viril, suspiro de alivio cuando le pongo la crema en la espalda y yo me mojo entre las piernas y se me erizan los pezones. Empiezo a pensar en cosas que no son su dolor de espalda. Sé que no debería. 


Pero no puedo evitarlo. A mi edad, muchas mujeres ya lo han hecho, pero yo no. Nunca quise. No hasta que conocí a Pedro. Pero él es mi amigo y tengo que recordármelo cada día, aunque mi corazón y mi cuerpo deseen mucho, mucho más


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