jueves, 19 de julio de 2018

CAPITULO 19 (TERCERA HISTORIA)




Kevin Chaves entró en la oficina de su hermano Teo en la Chaves Corporation sin llamar, empujando la sólida puerta de roble con tal fuerza que, al abrirse, golpeó la pared con un estruendo. Ignorando el ruido, Kevin se dirigió a su hermano, sentado al otro lado del escritorio, 
enterrado en una avalancha de papeles.


Teo miró a Kevin brevemente y volvió a sutrabajo. No pareció inmutarse por el hecho de que su hermano casi tirara la imponente puerta de madera.


Kevin no estaba sorprendido de encontrar a su
hermano en la oficina, aunque era Sábado. 


Teo estaba siempre en la oficina. Estaba convencido de que su hermano tenía un apartamento escondido en el edificio donde dormía unas cuantas horas antes de regresar a la oficina otra vez.


— ¿Dónde está? —preguntó sin más, dejándose
caer en la silla delante del escritorio.


Teo levantó de nuevo la vista, mirando el ceño
de Kevin.


— ¿Quién?


— Paula —siseó Kevin impacientemente, mirando a su hermano a la cara. Eran mellizos, 
Teo apenas veinte minutos mayor que él. Compartían los mismos ojos azules, pero mientras que Kevin era rubio como su madre y como Paula, el pelo de Teo era negro como ala de cuervo, con rasgos que recordaban a su padre—. No podría haberlo hecho sola. Y sólo hay una persona que yo conozca que puede hacer algo así. —¡Maldita sea! Estaba convencido de que Teo sabía algo. Paula era una mujer inteligente, pero tenía que tener un cómplice, alguien cercano a ella que la ayudara a desaparecer por más de dos años.Nadie puede ocultar sus propias huellas tan bien. Y nadie era tan extremadamente meticuloso y tan hábil como su hermano. Todo esto llevaba la firma de Teo—. ¿Dos desapariciones sin ninguna señal? ¿Dónde está, Teo? Esto está matando a Pedro.


Teo se echó hacia atrás en el sillón,
entrelazando los dedos detrás de la nuca.


— ¿Qué quieres decir con dos? Ella ha vuelto.


— Se ha ido otra vez —dijo Kevin categóricamente, sin perder de vista la expresión de Teo, convencido ahora de que no sabía nada. Esta vez. Los dos nunca estaban de acuerdo en nada, pero eran mellizos y se podían leer bien mutuamente.


A veces, demasiado bien.


— ¡Mierda!. Yo la traje de vuelta. ¿Recuperó la
memoria? —preguntó Teo, incorporándose y
apoyándose en el escritorio.


— Eso parece. ¿Qué importa? —preguntó
Kevin curioso.


— Importa mucho. Es algo que necesitaba
haberle dicho tan pronto como recuperara la
memoria. Necesitaba haberle dicho que no huyera. Ya no tenía que hacerlo —dijo Teo enojado, aunque Kevin pudo ver lo que había detrás. Miedo.


La mandíbula de Kevin se contrajo.


— ¿Tú la ayudaste a desaparecer la primera
vez?


— Sí.


— ¿Y no me dijiste que no estaba muerta? —
Kevin quería levantarse y darle una paliza hasta
matarlo. Teo, su propio hermano, le había hecho creer que Paula estaba muerta—. ¿Por qué?


— Tenía problemas. Su propia vida peligraba, y la tuya, y la de Pedro. Si tener la boca cerrada era que lo que tenía que hacer para que nadie muriese, es lo que hice. —Teo dio un puñetazo en la mesa, haciendo que todo lo que había en ella se tambaleara —. ¿Crees que fue fácil para mí no decir nada, ver a todo el mundo sufrir? Al contrario de lo que puedas pensar, no me produce ninguna satisfacción verte a ti o a Pedro sufrir.


— No estuviste al lado de Pedro. No viste cuánto


— Porque no podía —respondió Teo irritado.


Teo podía ser un hijo de puta calculador si se lo proponía, pero Kevin sabía que quería a su familia.


Aunque seguía enojado, tenía que saber lo que
sucedió.


— Cuéntame todo. Desde el principio.


— Ahora no hay tiempo para eso. Te lo contaré después. Necesitamos encontrar a Paula. Tiene que estar asustada. No sabe que el hombre que amenazaba la vida de todos ya no es un problema. —Teo se levantó y agarró la chaqueta, poniéndosela con movimientos nerviosos. No era la persona calmada, en control de la situación, que solía ser.


— ¿Y eso por qué? —replicó Kevin,
levantándose para ponerse a la altura de su
hermano.


— Está muerto —respondió Teo con la
serenidad de un difunto—. Un desgraciado
accidente.


— Tenías que haberme dicho todo esto. Eres mi
hermano —dijo Kevin con un tono hostil. El que
Teo se guardara todo esto por tanto tiempo le daba deseos de estrangularlo. Teo siempre
pensaba que sabía qué era lo mejor para todos. Se pasaba más tiempo intentando arreglar los problemas ajenos que los suyos.


Teo se dirigió a él con una mirada fría,
intensa.


— ¿Por qué? ¿Qué podrías haber hecho? ¿Ir a buscarla pensando que la protegerías? ¿Decirle a Pedro que podía encontrarla?


— Probablemente. Paula no necesitaba hacer
nada. Tenemos guardias de seguridad.


— Agentes que no pudieron protegerla de un psicópata —informó amargamente Teo a su
hermano—. Así que adelante, dame hasta dejarme inconsciente por intentar proteger a nuestra hermana pequeña, por no querer verla degradada y abusada otra vez. Si tú o Pedro hubierais ido a buscarla nunca habría estado a salvo. Ódiame todo lo que quieras por asegurarme de que nadie corriera peligro —
concluyó Teo, con la frialdad de un hombre que
siempre había hecho lo que tenía que hacer, su ojos azules, glaciales y amenazadores, clavados en su hermano.


Kevin se encogió. Odiaba que Teo lo
desarmara con esa mirada siniestra y heladora.


— Supongo que tengo que oír lo que tengas que decir. Quiero saber qué sucedió. Me lo vas a contar mientras buscamos a Paula —gruñó Kevin, anticipando que no le iba a gustar lo que su hermano tuviese que contarle. Por más que Teo fuera insoportable a veces, era la amalgama que mantenía la familia unida, el que resolvía los problemas, el que hacía el trabajo sucio cuando tenía que ser hecho.


Teo asintió con la cabeza y se dirigió hacia la
puerta.


— Estoy seguro que sé dónde está. Tendremos tiempo de hablar. —Teo se detuvo en la puerta, mirando de arriba abajo el torso de Kevin—. Esa debe ser la camisa más fea que te he visto. Enhorabuena. Has superado la verde vómito con ranas.


Kevin sonrió.


— Sabía que te gustaría —dijo, siguiendo a
Teo hasta el ascensor.


— ¿Vas a crecer algún día? —preguntó Teo
con ternura mientras entraban en el ascensor.


— No, si lo puedo evitar.


La sonrisa de Kevin se acentuó al ver la
expresión contrariada de su hermano.


— Te vas a cambiar de camisa, ¿verdad? No
voy contigo a ninguna parte si llevas eso puesto.


— Seguro. Sólo tenemos que pasar por casa
una vez que hablemos con Pedro — respondió Kevin impasible—. Puedo recoger alguna ropa si tenemos que pasar la noche fuera para buscar a Paula.


— De acuerdo.


Teo parecía aliviado. A Kevin no le causaba ningún problema cambiarse de ropa. 


Tenía un ropero lleno de camisas parecidas que podía ponerse. A pesar de la urgencia de la situación, se rió disimuladamente mientras se cerraban las puertas del ascensor.




No hay comentarios:

Publicar un comentario