jueves, 5 de julio de 2018

CAPITULO 22 (SEGUNDA HISTORIA)




Paula lloró en la boda. No lo pudo evitar. No le fue posible ver a Simon y Karen intercambiar los votos matrimoniales sin que las lágrimas le salieran a borbotones, estaba tan feliz por su amiga que casi le daba dolor. Mientras que los contrayentes se miraban uno al otro, Paula
podía ver el rostro de Simon. Karen estaba de espaldas a ella mientras recitaba los votos al que iba a ser su esposo. Todo en él reflejaba una emoción genuina, sin aditivos, cuando le repitió los votos a Karen, taciturno, pero con sentimiento.


Ella y Pedro eran los únicos que formaban parte del cortejo nupcial, el resto lo constituía un número reducido de amigos y familiares. El clima había cooperado, de modo que todo se había dispuesto en el exterior, y la decoración era exquisita. Karen había querido una ceremonia sencilla, aunque había una espléndida celebración dispuesta para después de la ceremonia con cientos de invitados convocados en la elegante casa de Pedro para darle la enhorabuena a la feliz pareja.


Karen parecía una princesa en su traje victoriano de seda y finísimo encaje color marfil. 


El estilo le iba muy bien a Karen, alta y esbelta. 


El traje se ajustaba en la cintura y la falda caía hasta el suelo en forma de campana.


Paula estaba a su vez encantada con su traje verde esmeralda, con escote barco pronunciado,
mangas cortas de farol, una hechura atrevida que la hizo estremecerse cuando lo vio por primera vez.


Pero una vez que se lo probó, se enamoró de la cintura ceñida y la falda vaporosa que le cubría justo por debajo de la rodilla. El conjunto se complementaba con un lazo negro de seda que ondeaba trémulo a sus espaldas y terminaba en unos zapatos de tacón de hebilla. Paula era consciente de que estaba tan bien como podía estar al lado de una mujer alta y deslumbrante como Karen.


Paula miró a Pedro por encima de la feliz pareja. 


Estaba deslumbrante. Simon llevaba el mismo
esmoquin, pero con una corbata de lazo. Pedro llevaba una corbata estrecha, negra con finas rayas de color verde esmeralda que hacían juego con su traje… y con los hermosos ojos de Pedro. Todo en él era urbanita y sofisticado, hasta su postura y su expresión, un hombre obviamente cómodo con su atuendo y con todo lo que lo rodeaba.


Obligándose a apartar los ojos de Pedro, Paula volvió la mirada a Simon para verlo entregarse como esposo a Karen.


Cuando llegó el momento de la ceremonia en la que el ministro preguntó si alguien tenía alguna
objeción al matrimonio Simon arrugó el entrecejo, amenazador, volviendo ligeramente la cabeza hacia el hombre del alzacuellos.


–Es mía. Continúe –informó con cierta irritación al ministro.


Paula se mordió los labios para no reírse. Simon Alfonso era posesivo y no era precisamente sutil
ocultándolo. Miró a Pedro y el corazón le dio un salto de alegría. Se dio cuenta que él intentaba ahogar una sonrisa, su mirada delatando su regocijo. Sus ojos se encontraron y se sostuvieron la mirada, compartiendo un instante de muda comunicación, de alegría compartida.


Finalmente, cuando consiguió apartar la vista de Pedro, sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si alguien tuviera los ojos en ella. 


Estaba en una ceremonia con al menos cincuenta invitados. Todos miraban. Pero ella volvió la vista y sus ojos se tropezaron con los de un hombre que estaba en la primera fila, un hombre que parecía peligroso en su costoso traje de chaqueta, mirándola directamente, sin
desviar los ojos de su cara. El hombre era atractivo en su tosca intensidad, con el pelo castaño y ojos penetrantes, como un láser, ojos que se clavaron en ella con intensa concentración. Incapaz de mirar para otro lado, obligada a no quitarle los ojos de encima, Paula se sobresaltó cuando él articuló una sonrisa y le guiñó un ojo …A ella. Verdaderamente, había algo tan magnético en él que no pudo evitar devolverle la sonrisa.


Volviendo la atención a Simon y Karen, las lágrimas le nublaron la visión cuando el ministro los declaró marido y mujer. Simon besó a la novia … y volvió a besar a la novia … y finalmente paró cuando Pedro le dio una palmada de enhorabuena en la espalda, aunque Paula sabía bien que lo hizo para evitar que Simon devorara a Karen delante de los invitados. Los ojos de Karen salpicados de lágrimas cuando abrazó a Paula y recogió de nuevo su ramo de novia. Pedro le ofreció el brazo y Paula se agarró de él, siguiendo a la nueva pareja por el pasillo.


–Vi cómo Mauro te desnudaba con la mirada. Ni lo pienses –murmuró Pedro entre dientes, sonriendo abiertamente al público mientras lo decía.


–¿Quién es Mauro? –preguntó confundida, siguiendo el paso detrás de Karen y Simon.


–Mauro Hamilton. El cabrón de la primera fila que no te quitaba los ojos de encima. No lo culpo. Pero más le vale guardar la distancia o lo mato –rugió Pedro cuando llegaban al final del pasillo. La agarró por la cintura, posesivamente, acercándola a su cuerpo.


Paula no lo conocía personalmente, pero había oído hablar de él. Mauro Hamilton era otro de los que aparecían en las páginas del cotilleo demasiado frecuentemente por su fortuna y su poder.


–Sois amigos, obviamente. Está aquí.


–Sí, sí. Es mi amigo, pero ahora mismo no me gusta. No me gusta la forma en que te estaba mirando – respondió enérgicamente. –Tenemos muchos negocios en común.




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