sábado, 7 de julio de 2018
CAPITULO 28 (SEGUNDA HISTORIA)
–Que Pedro te ha pedido que te cases con él? –Karen chilló de alegría, abrazando a Paula y
olvidándose de hacer la maleta.
Paula correspondió al abrazo de su amiga.
–Bueno, yo no diría que fue exactamente un ruego. Más un ultimátum.
Karen se sonrió, sentada en la cama al lado de su maleta, mirando a Paula.
–Normal. Se trata de un Alfonso. Creo que el deseo de dominar el mundo lo llevan en los genes, especialmente Pedro, y ambos tienen una seria sobredosis de instinto de protección de las mujeres que aman.
Paula compartió una sonrisa cómplice con Karen. Después de que ella y Pedro lograran escabullirse dentro de la casa por las escaleras de atrás, se habían separado, explicando Pedro que tenía algunos asuntos que tratar con Simon antes de que él y Karen se fueran de luna de miel. Paula se había duchado
rápidamente y había venido a decirle adiós a Karen, a la que informó de todo puntualmente, ansiosa de compartir con su amiga todo acerca de Pedro. Karen era, posiblemente, una de las pocas personas que entendía a los Alfonso.
–Nunca me ha dicho que me ama. Y ha sido más una propuesta de negocio que de matrimonio – puntualizó Paula, con el corazón encogido. El mismo instante en que abandonaron el muelle, sentía que Pedro se alejaba, la cercanía que habían encontrado uno en los brazos del otro se desvanecía.
–Paula, siempre ha saltado a la vista que tú y Pedro habíais tenido algo, algo inacabado. Te puedo asegurar que lo de su colaboración con el FBI es cierto. Simon me dijo algo acerca de ayudar a desmantelar una organización. Simon siempre ha admirado a Pedro por lo que hizo. Pero tuvieron que ser protegidos por esto por algún tiempo. No me cabe duda que lo que Pedro te ha dicho es cierto –dijo Karen con dulzura y consideración–. Con todas sus faltas, Pedro es una buena persona. ¿Qué vas a responderle?
–No lo sé –dijo Paula con sinceridad–. Él insiste y yo necesito tiempo. Pero si apenas nos
conocemos ya. Lo nuestro pasó hace años. Apenas nos habíamos hecho adultos. ¡Han pasado tantas cosas desde entonces! Los dos hemos cambiado.
–Puedo decirte, por experiencia personal, que la paciencia no es exactamente una virtud de los
Alfonso –rio Karen.
–Lo descubrí hace tiempo –dijo Paula poniendo los ojos en blanco. Señaló a la maleta abierta–.
Hablando de eso. Mejor que sigas haciendo la maleta, querida.
Karen se levantó. Le habló a Paula, sus ojos cariñosos y cálidos
–Paula, dudo que tanto Pedro como Simon puedan haber sobrevivido su infancia sin sufrir algún daño colateral. No hagas caso de las fanfarronadas de Pedro, busca en su corazón.
–No creo que me deje –admitió Paula–. No entiendo nada de lo que está pasando. ¡Todo ha
sucedido tan deprisa!
Paula dobló unos pantalones vaqueros y los metió en la maleta.
–¿Deprisa? Todo lo contrario. No creo que Pedro se olvidara nunca de ti. Para él, lo vuestro no se terminó jamás.
–Creo que para mí tampoco –susurró Paula, sabiendo bien que era cierto. Pedro podía haber
cambiado con los años, pero seguía siendo … Pedro. Ella había sido capaz de resistirse cuando creía que él la había engañado, cuando pensaba que había amado a un hombre que nunca existió. Ahora que sabía que lo había hecho por protegerla, que la había querido, no dejarse enredar en su entramado de celo sofocante y necesidad desesperada era poco menos que imposible.
–Dale una oportunidad. Pedro siempre ha sido inquieto, infeliz. Lo esconde bien, pero es infeliz – observó Karen como en un ruego–. Quiero que los dos seáis felices.
Paula suspiró.
–Intentaré frenar las cosas para que podamos llegar a conocernos.
Karen rio con un ronquido.
–Buena suerte. Cuando un Alfonso decide que quiere algo, se sirve y que Dios ayude a la mujer si protesta.
–Tú aprendiste a manejar a Simon –le recordó divertida Paula a su amiga.
–Él me deja creer que lo manejo. Pero no es así. Él me calma, pero en realidad es un hombre tortuoso –respondió Karen con adoración.
–¿Te acostumbras a ello? ¿A alguien queriéndote tanto? –Paula preguntó contemplativa.
–Por supuesto. Es totalmente adictivo. ¿Qué mujer no quiere saber que es el centro del universo de su hombre? –Karen respondió ensoñadora–. Fui de estar completamente sola a vivir en completo delirio. Me quedo con la obsesión de Simon antes que con un hombre a quien no le importas una mierda. Él me ama y su obsesión me hace sentir segura, protegida, querida. Si algo de lo que él hace está un poco fuera de lugar, no me importa. De hecho, me excita. Lo que verdaderamente importa es lo mucho que nos amamos.
Paula encogió los hombros, admitiendo que sentía de la misma manera. La actitud dominante, sobreprotectora, de Pedro la excitaba. No se había sentido querida en casi toda su vida y la desesperación de Pedro por ella la volvía loca, lo quería de la misma manera impulsiva.
–Quizás sea eso lo que me molesta. Podría engancharme a él fácilmente.
Karen rio y le guiñó un ojo mientras cerraba la maleta.
–Entonces engánchate. Revuélcate en su lodo. Dudo que él vaya a cambiar. La testarudez es otra traza de los Alfonso. Una vez que saben qué quieren, no paran incluso después de conseguirlo.
Paula no le dijo a Karen que ya había probado esa seductora codicia.
–Te voy a echar de menos –dijo abranzando fuertemente a Karen–. Diviértete.
Simon y Karen se iban de luna de miel en un tour de tres semanas por el Reino Unido y Europa y Paula se sentía feliz por Karen. Su amiga no había tenido una vida fácil y Karen se merecía lo mejor.
–Te llamaré –dijo Karen enfática mientras se abrazaba a Paula–. No seré capaz de soportar esta duda. Necesito saber lo que pasa.
–Creo que tendré que averiguar yo misma qué pasa antes de poder decirte nada –dijo Paula riendo, soltando el abrazo a su amiga.
Karen se llevó las manos a la cadera y le lanzó a Paula una mirada de reproche.
–Al menos tómale la palabra acerca de financiar la clínica. Tú sabes que estás deseando hacerlo.
Por desgracia, Paula sabía que estaba deseando aceptar el trato en su totalidad.
Simplemente no estaba segura si su corazón lo aguantaría.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario