miércoles, 1 de agosto de 2018

CAPITULO 27 (CUARTA HISTORIA)




Paula quedó mirando a su hermoso rostro por encima de ella. Parecía un poco salvaje, pero demasiado vulnerable. Su corazón se apretó, dándose cuenta de que él pensaba que lo iba a dejar ahora que tenía dinero. ¿Acaso pensaba que era la única razón por la que había estado con él, que ella sólo lo había usado?


-Maldita sea, Paula! ¿No te has dado cuenta de que ahora eres más que un invitado? - Se quejó Pedro.


-Entonces, ¿qué soy yo? - Preguntó con curiosidad, buscando en su rostro.


¿Tu amiga?


¿Tu amante?


Novia? 


Paula sabía que se trataba de un sueño, pero Pedro no era un tipo que hablaba mucho sobre el futuro o sus emociones.


-Eres mi maldita cordura- Pedro retumbó por encima de ella.-Eres la razón por la que dejé escapar en las pastillas para el dolor que estaba tomando.


Paula dejó escapar un tembloroso aliento, mirando a Pedro con sorpresa. 


-Pensé que te detuviste antes de que nos encontramos.


-Yo si. Me detuve tan pronto como empecé a buscarte. No podía permitirme el lujo de que mis sentidos se opacasen. Tenía que estar en la realidad. Has sido inteligente. Me desafiaste, a pesar de que no sabías en ese momento que estaba, porque tenías miedo.


-Sin embargo, el reto es más…- Paula respondió, confundida.


-Difícilmente - Pedro respondió con sequedad. -Me desafías todos los días. Mirándote, toda la energía y la alegría que pusiste en cada proyecto que haces y das a cada persona que conoces, me haces querer ser un hombre mejor.


Puso sus palmas contra los lados de la cara y dejándolas recorrer hasta su mandíbula y bigotes, dijo rotundamente: -Ya está bueno. 


Pedro estaba empezando a encontrar el propósito de su vida con ella, y se había equivocado al pensar que ella había tenido algo que ver con su desencadenante inherente. Fue sólo... él. Y no tenía ninguna duda de que ella tenía muy poco que ver con el regreso de Pedro en realidad. Era fuerte, terco y decidido. Podría haber utilizado medicamentos para el dolor como un escape temporal, sino que los había dejado mientras estaban juntos.


-Creo que acabamos de encontrar otra cosa, que soy bueno en sentido vertical - dijo Pedro con voz ronca, y con una sonrisa maliciosa.-¿Te lastimé?- Preguntó con ansiedad.


Pedro tenía serios problemas emocionales de nuevo, pero Paula no pudo evitar sonreír. 


-No. Eso fue increíble.


-Así que te gusta un poco más abajo y sucio de vez en cuando. ¿Quién lo hubiera imaginado? - Pedro respondió en voz pseudo conmocionado. Rodando sobre su espalda, él la trajo de vuelta encima de él, con palmas de las manos en su culo desnudo para mantenerla allí.


Paula suspiro, la sensación de ellos en contacto piel a piel haciéndola querer ronronear como un gatito contento. 


-Un poco?- Se cuestionó con escepticismo.


-Cariño, hay mucho más abajo y mucho más sucio de lo que acabamos de hacer -dijo Pedro en voz grave.


-No es? - Paula no pudo mantener el tinte de emoción en su voz.-Tal vez tengo que conseguir
algunos libros o Dvd de instrucción. Creo que debo haber perdido una gran parte de mi educación sexual. Ni siquiera he visto el Kama Sutra -ella dijo en broma.


Pedro apretó sus nalgas, tirando de ella por completo sobre él. 


-No hay necesidad. Yo lo he leído. Y estaría más que feliz de corruptirte y de darte instrucciones, Sra. Paritala. Usted ha sido demasiado buena


Igualando su boyante estado de ánimo, ella respondió con picardía


-Tengo que ser buena o Santa me dará carbón en mi calcetín.


-¿Has hecho esto antes?-  Pedro preguntó pensativamente.


-Nunca he tenido un calcetín de antes - Paula contesto honestamente.-En realidad nunca he celebrado la Navidad. Y esta fue la primera Acción de Gracias que he celebrado. Nosotros sólo reconocimos días de fiesta de la India, y yo realmente no participaba en las celebraciones de mi familia de acogida.


-No, no lo han hecho, ¿verdad? - Pedro ladró furiosamente.-Fuiste su maldito siervo.


Paula no podía negarlo. Estaba más que agradecida por su libertad. Su vida estaba cambiando, y eso fue suficiente. 


-Estoy empezando este año nuevo. Estoy poniendo un árbol de Navidad y calcetín para arriba - La Navidad puede ser una fiesta religiosa, y ella no estaba segura de que religión quería ser, pero se podía celebrar sólo por el placer de las vacaciones.


Pedro se incorporó bruscamente y la acunó en su regazo.- Voy a ser tu Papá. Sentarte en mi regazo desnudo como estoy y tienes que decirle a Papá Pedro todo lo que desees. Te garantizo que obtendrás todo lo que pidas y más.


Paula se rió, encantada por el cambio repentino, lúdico en su comportamiento. 


-Me gustaría que me enseñes los puntos más finos de conseguir abajo y sucio.


Los ojos de Pedro estaban disparando llamas mientras miraba hacia ella. 


-Papá Pedro premia tu malicia - dijo con voz ronca. - Siéntase libre de portarse mal.


Paula lo miró con recelo. 


-Esa no es la forma en que funciona. Puede que no haya celebrado antes, pero sí vivir en los Estados Unidos - Pedro era adorable cuando estaba desordenado y lúdico, y Paula no podía resistir la tentación de jugar con él. A ella sólo le quedaba un corto tiempo con él, y ella quería tener este día para recordar. Podía darse al menos esa cantidad. Ella sabía que tenía que salir, por el bien de Pedro, así como el propio. 


Ambos necesitaban tiempo y distancia para averiguar sus sentimientos. Y necesitaba para convertirse en una persona completa.


-Mis reglas. Mi Navidad - Sonrió pecaminosamente hacia ella.


-Está bien, Papá. Vamos a empezar a acumular esos puntos de recompensa-  ella respondió en un susurro sensual.


Pedro se quejó mientras caía hacia atrás y le dio la vuelta sobre su espalda, cerniéndose sobre ella. 


-No es agradable para molestar - le advirtió en voz de grave.


El cuerpo de Paula se fue calentado cuando Pedro estuvo indefensa en la cama, mirando como si quisiera devorarla entera. 


-No hay burlas. Enséñame - suplicó ella, su cuerpo dolorido por él.


Quiero experimentar todo hoy... contigo.


-Podría tomar un tiempo - advirtió, bajando su boca a la suya.-Todavía eres muy inocente.


El beso de Pedro le quitó el aliento, pero Paula no se quejó. Averiguar qué tan traviesa para Pedro podría valer la pena, cada aliento que salía de su boca mientras Pedro la llevó al paraíso.



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