domingo, 19 de agosto de 2018
CAPITULO 45 (QUINTA HISTORIA)
Pedro, obviamente, había llegado a la planta superior, la tranquilidad habitual cae sobre los empleados mientras se abría camino a su oficina.
Paula hizo su habitual cuenta atrás:
-Cinco…
-Cuatro…
-Tres…
-Dos…
-Uno…
Pedro se dirigió a través de las puertas exactamente a la hora, pero no dijo una palabra.
Él lanzó una mirada de soslayo, frunció el ceño y se dirigió a su despacho sin decir una cosa, una maldición para ella.
De alguna manera, Paula ya se había esperado esa reacción. Ella se puso de pie, alisándose el vestido color crema de cachemir, disfrutando de la sensación del material bajo sus dedos. Era perfectamente profesional, con un cinturón decorativo que recorta la cintura y colgado cómodamente en sus caderas. Pero fue un poco más corto que su estilo normal, el dobladillo golpeaba por encima de las rodillas, y el material adherido a cada curva. Los tacones de aguja a juego eran sencillos pero elegantes, y le encantó todo el conjunto. Ella sólo intentó no encogerse cuando se imaginó lo que el conjunto tal vez le costó.
Ella sacudió la cabeza mientras se dirigía a la cocina y le sirvió una taza de café. Pedro nunca iba a dejar que regresar ninguna de las prendas
que había comprado, pero bien podría llevarlos.
No se molesto en llamar, Paula abrió la puerta de la oficina de Pedro, la cerró silenciosamente detrás de ella, y colocó la taza en su escritorio.
-El café, señor Alfonso.
Sus ojos no se apartaban de la pantalla del ordenador.
-Bien - se quejó.
Ella tenía razón. Pedro se ocultaba, y haciendo un pésimo trabajo. Su conciencia de sí era eléctrica en el aire. Tiempo de medidas más drásticas.
-Dejaste algo en mi casa - le dijo en voz baja, sensual.
Miró hacia arriba y luego, girando sus ojos oscuros cuando vio su corbata negra colgando de sus dedos. Se inclinó hacia adelante, llegó a ella con el ceño fruncido, pero Paula lo mantuvo alejado. Moviéndose alrededor de la mesa, se colocó detrás de su silla.
-Yo no lo creo, Pedro - Ella tiró de sus hombros contra el respaldo de la silla y le puso la corbata alrededor de él, aplastándolo y haciendo un nudo apretado que limita su cuerpo por los codos.
Pudo haber luchado con facilidad, pero él sólo estuvo sentado allí sin habla mientras se movía alrededor delante de él y ronroneó:
-Creo que desde que te di tu aperitivo, puedes pagarme por darme el desayuno - Ella se inclinó hacia abajo antes de que pudiera decir una palabra, lanzando sus dedos por el pelo y le dio un beso, un abrazo que iba en serio. Él respondió de inmediato, con la lengua luchando con la de ella mientras ella lo besó profundamente, con languidez, elimina una de las manos de su cabello y comenzó a desabrocharle la camisa inmaculada, tirando hacia fuera de su cintura y le abrió todos los botones que podía llegar a como ella mordisqueó su los labios y los calmaron con la lengua. Cuando aflojó todos los botones, pero en la parte superior unos pocos se quedaron restringidos por la corbata, alejó su boca de la suya y se enderezó. Colocó un pie en la silla de cuero, entre las piernas, y le dio un empujón, sólo lo suficiente para permitir que ella se ponga las rodillas.
Una cosa que siempre le había molestado era el hecho de que Pedro no dejó que lo tocara de esta manera, también preocupado por la pérdida de control antes de que la satisficiera.
¿No sabía que tenía que tocarlo tanto como él quería tocarla?
-Paula, que mierda haces? - La voz de Pedro era ronca y profundamente excitado.
-Estoy explorando... - ella le dijo, dando sus propias palabras de nuevo a él - Quiero saber lo que te gusta. Dime lo que te gusta-Ella separó el material de la camisa y trazó la lengua por el Phoenix majestuoso de su pecho. Le había dicho por qué y cómo había se lo había hecho, que simboliza su dedicación a la tormenta de la controversia después de la muerte de sus padres.-Eres tan fuerte, Pedro.
Mordió uno de sus pezones y luego con la lengua. Su cuerpo se tensó, pero él no se movió, no luchó.
Ella repitió la acción sobre el otro, y luego deslizó la lengua hasta su abdomen, gimiendo al sentir el contacto de su piel mientras sus dedos se arrastraron por el mismo camino. Sus dedos ágiles desabrocharon el cinturón, abrió el botón de sus pantalones y bajó la cremallera. Ella tiró de sus calzoncillos bóxer negro, liberando su pene, que casi parecía que se retorcía con ansiedad y totalmente erecto. Ella envolvió sus dedos alrededor del miembro hinchado y suspiró mientras lo miraba a él, con la cabeza inclinada hacia atrás, los músculos con venas en su cuello esfuerzo.
-Dios, eres el hombre más caliente que he visto en mi vida. Y eres el mío, Pedro -Ella le apretó el
pene ligeramente -Esto es mío - Ya había descubierto que le gustaba que ella lo reclamara.
-Jesús, Paula. Si no dejas de tocarme, voy a explotar - Pedro con voz ronca, moviendo la cabeza para mirar hacia ella.
Sus ojos se encontraron en el choque de voluntades, pero Paula estaba decidida a ganar esta vez.
-Esa es la idea, tipo grande.- Ella se humedeció los labios con avidez -Quiero mi desayuno. Y quiero probarte hasta perder la cabeza.
-Ya no - respondió oscuro.
-Aún no. Pero va a ser. He querido esto desde la primera vez que me besaste. Es una de mis fantasías. Y yo estoy a cargo en este momento.
Ella sabía que en realidad no lo era, que él la estaba dejando hacer esto, pero no importaba.
-Es mi fantasía, también - gruñó Pedro.
Paula quería preguntarle por qué él nunca la dejó hacerlo, pero ella ya sabía la respuesta.
Pedro era totalmente desinteresado cuando se
trataba de darle placer. Lo que no se dio cuenta era que le gustaba que le diera el mismo éxtasis.
Tomo su pija con la boca, Paula hizo girar la lengua por la sensible cabeza de su pene, lamiendo una gota de humedad salada que salpicaba la punta, chupó pausado.
-Vas a matarme - se quejó Pedro, enhebrando sus manos por el pelo, haciendo que su pinza de pelo caiga al suelo.
Dejó que la punta de su pene fuera de su boca.
-¿Te gusta eso? -Preguntó inocentemente, imitando lo que le había hecho a ella hace apenas un par de noches.
-Joder, sí. Es sólo que no entiendo nada de esto - jadeó.
-No es necesario. Sólo... se siente - Paula envolvió sus labios alrededor de su polla y lo llevó profundamente a su boca, dejando que su garganta se relajara. Pedro era grande, pero ella lo llevó hasta donde fue posible, apretando sus labios alrededor del eje, ella lo dejó deslizarse dentro y fuera.
-Cristo. Me muero - Pedro gruñó, agarrando un puñado su pelo, sus caderas bombeando.
Paula saboreó cada gemido que salió de la boca de Pedro cuando ella suavemente tocó sus testículos, tratando de llevar su polla aún más profundamente en su boca. Ella aumentó lentamente su velocidad, Pedro cada vez más exigente, sus caderas se sacudieron para encontrarse con su boca.
Paula no se detuvo mientras inclinó sus ojos hacia arriba, viendo a Pedro mientras la miraba, como si remachada a la vista de ella mientras le hace una mamada.
-Mierda. Mierda. Mierda. Voy a venir, Paula -Pedro le dijo en un tono gutural.
Y lo hizo, su polla derramando su liberación caliente en la parte posterior de su garganta mientras su cuerpo se sacudió y gimió su nombre una y otra vez. Paula mantuvo la boca en él, saboreando cada gota de su placer, su lengua jugando con la cabeza de su polla hasta que se dejó caer en la silla, obviamente saciado.
Ella gentilmente lo metió de nuevo en sus calzoncillos y puso sus ropas de nuevo juntas.
Sus ojos aún estaban cerrados cuando se trasladó a la parte posterior de la silla y le suelto el nudo de la corbata.
-¿Por qué? - Preguntó Pedro en voz confusa.
-Porque quería - respondió ella con dulzura. Se inclinó y recogió su pinza de pelo del piso.
-Jesús. ¿Qué llevas puesto? - Explotó Pedro.
Paula le sonrió.
-Uno de los vestidos que me compraste. Yo no tenía ninguna ropa interior a juego, así que compré la mía.-Ella sabía que había visto las bragas atractivas y la parte superior de sus ligas.
Lo había hecho a propósito. Levantó el dobladillo del vestido, ella le dio una ojeada al blanco conjunto de abajo.
-¿No es dulce? - Fue bastante modesta, blanco con pequeños arcos de color rosa.
Pedro la miró boquiabierto mientras dejaba que el dobladillo fuera hacia abajo y se arregló el pelo de nuevo en un pequeño espejo decorativo en la pared.
Pavoneándose hasta la puerta, ella sacudió la corbata por toda la habitación y los reflejos rápidos de Pedro la atraparon en el aire.
-Para la próxima vez que estés travieso.- Ella abrió la puerta, mirando hacia atrás en él. - Disfrute de su café, Sr. Alfonso. Pero sólo para el registro, todavía no va a conseguir su café todos los días. Hoy fue especial.
Ella salió de la oficina, cerrando la puerta tras ella. Su corazón todavía latía desaforado, con las rodillas débiles, sabiendo lo que acababa de hacer había sido un riesgo. Pero ella ya había decidido que una vida sin algún riesgo no valía la pena vivir. Con el riesgo llegó la esperanza. Y ella mantendría vivas las esperanzas de Pedro hasta que toda su creencia en él se había ido, hasta que no hubiera oportunidad para ellos. Valió la pena. Había vivido en la oscuridad durante demasiado tiempo, y lo necesitaba para conquistar sus demonios o dejar que destruyan su vida. Había estado allí cuando ella necesitaba a alguien que crea en ella, y quería hacer lo mismo por él. Porque, la verdad era que ella confiaba en él más que cualquier otra persona en la tierra. Ahora sólo tenía que confiar en sí mismo.
Paula fue al baño y se limpió antes de regresar a su escritorio.
Se quedó en la puerta de la oficina de Pedro por un largo tiempo antes de volver al trabajo.
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