sábado, 25 de agosto de 2018
CAPITULO 5 (SEXTA HISTORIA)
Él le agarró las caderas y atrajo su sexo caliente contra su erección, maldiciendo el denim que los separaba. Su pelo sedoso le acariciaba el cuello y caía como una cortina alrededor de ambos mientras intercambiaban un beso tan desesperado y necesitado que Pedro gimió en su boca.
«Necesito. Estar. Dentro de ella. Ahora».
Por fin, Paula apartó los labios de la boca de Pedro.
—Creo que tengo el mismo problema que tú —musitó sin aliento. Enterró el rostro en su cuello y acarició con la lengua toda la piel desnuda que pudo encontrar.
—Dios —carraspeó Pedro, atónito y eufórico de que Paula estuviera tan salvaje y fuera de control. La mantuvo a horcadas en su regazo mientras se incorporaba, agarraba el bajo de su sudadera y se la quitaba por encima de la cabeza. Con el broche delantero del sujetador suelto, observó cómo sus pechos se liberaban: esponjosos, maduros y preciosos, los pezones color frambuesa duros de deseo—. Preciosos.
—Quítatela. —Paula tiró de la sudadera de Pedro.
Él la complació encantado. La prenda salió despedida rápidamente. Piel desnuda se encontró con piel desnuda y Pedro le acarició la espalda con las manos.
«La necesito».
Pedro se tumbó de espaldas y se llevó a Paula consigo. Le dio la vuelta hasta tumbarla de espaldas, su cuerpo atrapado bajo su peso, las
piernas rodeándole la cintura. El pene le palpitaba cuando la miró a la cara, el pelo extendido salvajemente sobre la alfombra, los ojos oscuros de pasión.
—Pedro, yo…
Le pareció ver un destello de miedo en sus ojos cuando le tapó la boca con el dedo para silenciarla.
—No hables, Paula. No digas que no a menos que de verdad no quieras hacer esto. —Sabía que quería. Ardía en deseos en ese momento, igual que él.
Él se relajó y le desabrochó el botón de los pantalones, bajó la cremallera y se sentó para quitarle los pantalones de las piernas torneadas.
La ropa interior acompañó a los pantalones—. Tengo que probarte —dijo con voz ronca, deseoso de verla llegar al clímax.
—¿Cómo? —susurró ella con urgencia.
Pedro se cernió sobre ella. Los ojos de Paula se encendieron con expectación y…
«¿Es eso confusión?».
—Dios. ¿Nunca has hecho el amor de ninguna otra manera que jodiendo? —«Su novio debe de haber sido un estúpido. ¿Cómo podía no querer saborear a Paula?».
—No —admitió ella en voz baja—. En realidad, no.
—Yo te enseñaré. —Su voz sonaba áspera de deseo, desesperado por complacerla ahora que sabía que iba a ser el primer hombre que la hiciera llegar al orgasmo de esa manera.
El cuerpo desnudo de Paula extendido sobre la alfombra color crema a la luz de la chimenea era una vista que Pedro sabía que quedaría grabada a fuego en su mente para siempre. Parecía salida de sus fantasías.
«No… se ve aún mejor. Ni siquiera me la imaginé así nunca».
Estrella de todos y cada uno de sus sueños húmedos, Pedro ni siquiera se la había imaginado así. Sabía exactamente lo que quería hacer: quería hacer que llegara al orgasmo hasta echarla a perder para cualquier otro hombre. Bien sabía Dios que él era un caso perdido y Pedro quería que ella estuviera tan desesperada únicamente por él como lo estaba él, únicamente por ella. No le importaba una mierda si estaba siendo avaricioso y codicioso. Tenía que sentir la avidez de Paula por él.
Bajó la cabeza hasta su pecho y le succionó el pezón mientras jugaba con el otro pecho con los dedos.
—Pedro. —Paula gimió y le clavó los dedos en el pelo para atraer su boca con más fuerza sobre su pecho.
En el momento en que gimió su nombre de placer, Pedro supo que estaba completamente perdido en su jodida fantasía y que no tenía deseos de ser encontrado próximamente. Había perdido el control, arrancado por el sonido
necesitado y gutural de labios de Paula. Pedro perseguía lo que quería con tenacidad, la mente concentrada en la única mujer que podía hacerlo perderse por completo.
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