martes, 21 de agosto de 2018
CAPITULO 51 (QUINTA HISTORIA)
Paula no podía recordar una ocasión en la que había estado más nerviosa en toda su vida. Ella se alisó el sedoso material del traje de cóctel negro, preguntándose si lo debería cambiar. Era sexy y elegante, pero el dobladillo terminaba a la mitad del muslo, y expone mas la forma de sus piernas. Los tacones de aguja negros eran
extremadamente altos, y el escote se hundía en el valle de sus pechos, por lo que es imposible para ella llevar un sujetador con el conjunto. Por suerte, la porción superior que cubría sus pechos tenía material más pesado y los pliegues cubrían todo. Aun así, se sentía desnuda sin un sostén.
Ella echó una última mirada a sí misma en el espejo, murmurando para sí misma,
-Puedes hacer esto. Son sólo algunas personas.
Pero esas personas estarían buscando en ella porque estaba haciendo una oferta para Pedro.
Se había explicado a ella esta mañana acerca de lo que había sucedido con Joaquin Sutherland, y lo que ella tenía que hacer. Ella no estaba precisamente cómoda licitando con el dinero de Pedro, pero la había mirado tan vulnerable que ella haría cualquier cosa para sacarlo de una obligación que odiaba. Y realmente la tocó que estaba haciéndolo por Joaquin.
Habían tenido un día tranquilo, Pedro se cernió sobre ella y dándole fluidos y carbohidratos, justo lo que sus caderas no necesitaban para ayudarla a sobrellevar la cuestión de altitud. Ella honestamente se había sentido muy bien desde la mañana, la reacción de ella, obviamente, leve, y la preocupación de Pedro había sido muy por encima. Curiosamente, no le importaba, encontrando que es más dulce que irritante.
-Santo Cristo! Por favor, dime que no es lo que llevaras esta noche - El gruñido de Pedro sonó desde la puerta de la habitación.
Paula miraba el disgusto en el rostro de Pedro y su corazón se desplomó a sus pies.
-No me veo bien en ella. Yo sabía que debería haber elegido otra cosa- ella le dijo, descorazonado.
-No, querida, no se ven bien. Te pareces a la fantasía de todo hombre, una diosa sensual. No estoy seguro de que mi corazón pueda soportarlo -Se acercó a ella y se volvió hacia él, tomando su mano. Le acarició la palma de la mano con el pulgar, con los ojos de deleitándose por encima de su cuerpo y finalmente se paro en su cara -No habrá un hombre en la sala que no vaya a querer follarte. No fue mi intención herir tus sentimientos con ese comentario, o tu confianza. Es mi confianza la que está en peligro. ¿Cómo voy a mantener una horda de hombres calientes lejos de ti?
Paula puso los ojos en blanco.
-No es revelador, y el único hombre que se calienta cuando me mira eres tú - le aseguró ella, en voz baja contenta que él pensó que estaba caliente -Y estas increíblemente
apuesto, señor Alfonso - Y lo vio. Vio a Pedro en un juego todo el tiempo, pero en un esmoquin,
que era absolutamente devastador. No hay duda de que tendría a las mujeres jadeantes por todo el cuerpo. Y no había duda que sería una de ellas.-¿Cómo voy a mantener a las mujeres lejos de ti?
-Todo lo que tienen que ver es la forma en que te miro y recibirán el mensaje alto y claro - respondió él, besando la palma de su mano con ternura.
Paula casi de derritió en un charco allí mismo, en el suelo del dormitorio. Dios, este hombre podría hacerla sentir como la mujer más deseable del planeta. Y ella sabía que su evaluación no estaba ni siquiera cerca. Pero todavía le daba ganas de gritar de felicidad.
-Sin embargo, no me gustan tus pendientes - dijo Pedro cuidadosamente.
Paula se toco los pequeños clavos en sus oídos.
Fueron el mejor par de aros que tenía, y estaba deseando que hubiera conseguido un par más bonito.
-Lo siento. No pensé recoger otros…
-Creo que estos se ven mejor - Metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja de terciopelo.
- Pedro... que no.-Ella tomó la caja con una mano temblorosa, volteó la tapa con un jadeo. Ubicado en el interior de la caja de terciopelo eran pulsera y pendientes de la más exquisita que había visto nunca. Eran únicos y hermosos, y al instante sospecho lo que había hecho.
-¿Desaparecido en combate?
-Sí. Ella hace que cada artículo sea único y yo quería que fueran diferentes de lo que cualquier otra mujer estaría usando - Pedro respondió con brusquedad - Póntelos.
Paula se los sacó. Ella no quería rechazar nada de Pedro, pero mientras miraba los brillantes ópalos y piedras negras, diamantes que sabía que eran muy valiosos y raros. Miró a Pedro, con los ojos llenos de expectación y ansiedad, y tiró de las joyas de la caja. ¿De verdad creía que no le gustarían ellos? Ella sacó los clavos y se puso los aros colgantes que tenían dos hebras largas, alternando los ópalos negros y diamantes. En silencio, le entregó el brazalete a Pedro y le dejó fijarlo alrededor de su muñeca.
-Quería conseguir el collar, también…
-No - le dijo enfáticamente, tocando el unicornio de diamantes alrededor de su cuello -No, me has regalado esto y nunca me lo sacaré.
-Pensé que dirías eso - dijo Pedro con una sonrisa infantil.
Paula al mirarse en el espejo, la pulsera y pendientes sofisticados se ajustaron perfectamente con el vestido.
-No sé qué decir en este momento, Pedro - Ella se quedó sin habla, incapaz de expresarse más allá del enorme nudo en la garganta. Nadie
le había dado algo tan hermoso o tan atento... excepto Pedro -Son tan hermosos y tendré tanto miedo de perderlos.
Pedro se encogió de hombros.
-Sólo dime que te gustan. Y si los pierdes, yo traeré un poco más. Es sólo joyería, Paula.
-Cualquier cosa que me das es especial - Se dio la vuelta y le acarició la mejilla -Y quiero darte algo a cambio. Pero ¿Qué le dan a un
multimillonario?
La tomó de la mano con suavidad y la colocó sobre su polla abultada.
-Me das esto. Y eso es muy especial - le dijo con una sonrisa maliciosa.
Ella no pudo evitarlo. Ella se echó a reír por su acción inesperada.
-Pervertido - lo acusó.
-Me diste tu escritura, Pau. Y me diste tu fe. Me das amor. Junto a esto, las piezas de joyería
significan muy poco. Así que toma los regalos que desesperadamente quiero darte - dijo con voz ronca.-Solo quiero hacerte feliz.
Ella se puso de puntillas y lo besó con ternura.
-Ya lo haces.
-Puedo ver tus pechos -Él empujó el tejido de la parte superior de lado.-Mierda! ¿Tengo que pensar que estas casi desnuda bajo del
vestido toda la noche?-Se inclinó y lentamente levantó el dobladillo de la falda, silbó cuando vio las medias negras y bragas negras diminutas. Él gimió y dejó caer la falda.-Nunca voy a hacerlo a través de esta noche.
-Por supuesto que sí -respondió ella, su cuerpo se inundó con placer.
-Mira cómo te sientas. Y no dejes que nadie esté lo suficientemente cerca como para ver hacia abajo la parte superior de ese vestido - Pedro ordenó en voz grave.
-¿Eso incluye a ti? - Preguntó inocentemente.
-Claro que no - explotó -Voy a estar mirando de reojo como un degenerado en todas las malditas
posibilidades que pueda.
Paula rió entre dientes y recogió su bolsa.
-Hora del show para usted, el multimillonario soltero.
-Sabes qué hacer? - Preguntó Pedro durante aproximadamente una centésima vez en el día.
-Sí. Eso fue una cosa muy amable que hiciste por Joaquin - ella contestó a Pedro cuando la hizo pasar por la puerta de la habitación y bajó la escalera.
-Me gustaría haber tenido mi maldita boca cerrada - dijo de mal humor.
Paula sonrió, sabiendo que no quiso decir una palabra de lo que acababa de decir. Pedro se refirió a sí mismo como un grano en el culo, y tal vez había muchos que tenían miedo de su exterior. Pero ella lo sabía mejor. Pedro Alfonso tenía un corazón enorme. Fue lamentable que la mayoría de la gente no lo viera de la misma manera que lo hizo.
-Oferta máxima y acaba de una vez - exigió mientras cerraba la puerta de la calle y cerró con llave. - Y por el amor de Dios, no te acerques demasiado a nadie ni te agaches. Voy a tener un ataque al corazón.
Paula estremeció ante el tono posesivo en su voz, su preocupación de la incomodidad acerca de que alguien más vea su ropa interior que estaba a punto de experimentar.
-¿Te gustaría encontrar una gabardina a llevar? - Le preguntó en broma.
Al abrir la puerta del coche para ella, su rostro se iluminó con suerte.
-¿Y tu?
-Estaba bromeando, Pedro - dijo mientras se rió con deleite.
-Maldición! - Él exclamó con tristeza -Yo no...
Paula rió cuando Pedro abrocho el cinturón de seguridad y cerró la puerta, caminando hacia el lado del conductor y entro.
-Gracias por el hermoso regalo, Pedro - Ella tocó el brazalete en la penumbra, todavía abrumada
por las cosas que Pedro hizo por ella que simplemente parecía normal para él -Dime lo que puedo hacer a cambio.
-No quiero nada - le dijo simplemente mientras arranca el motor -Solo te quiero a ti. Pero si me
dejaras rasgar ese vestido y examinar tu atractiva ropa interior más tarde, me harías un hombre feliz.
-Hecho - ella estuvo de acuerdo, ya que su cuerpo se estaba calentando sólo de pensarlo.
-El mejor regalo - respondió con tanta emoción y el entusiasmo que sonaba como un niño en
Navidad.
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