sábado, 15 de septiembre de 2018

CAPITULO 18 (SEPTIMA HISTORIA)




—¿Papá y tú peleasteis alguna vez? —le preguntó Chloe Alfonso a su madre cuando estaban sentadas a la mesa para desayunar tarde. Su madre había llegado a casa en un vuelo de madrugada y Chloe había ido a recogerla a la pista de aterrizaje.


Ailyn Alfonso amaba por igual a todos y cada uno de sus hijos, y se preocupaba por distintos problemas con cada uno de ellos. Pero, en ese momento, estaba preocupada por Chloe. Su única hija y la más pequeña siempre había tenido la personalidad más alegre, una felicidad que siempre parecía irradiar su ser. 


Últimamente, esa luz brillante que era su Chloe parecía haber desaparecido.


—A veces —respondió cuidadosamente a su hija, preguntándose por qué Chloe le preguntaba acerca de la relación con su marido, el padre de Chloe.


Su hija dejó el tenedor en el plato sin tocar la comida y estiró el brazo para tomar su café.


—No recuerdo haberos oído discutir nunca.


Ailyn miró el plato lleno de Chloe y frunció el ceño.


—¿Qué te ha pasado en la muñeca? —Cuando su hija dejó el tenedor en el plato, le había visto moratones en el brazo.


—Javier estuvo intentando enseñarme unos movimientos de artes marciales. Fue un accidente —explicó Chloe.


«¿Un accidente? Tal vez fuera accidental, pero ¿cómo le ha dejado Javier el brazo lleno de moratones a Chloe enseñándole artes marciales para principiantes? No es un moratón pequeño. Tiene toda la muñeca y el brazo morados y amarillos», se dijo su madre.


—Tu padre y yo teníamos desacuerdos en ocasiones, pero nos respetábamos lo suficiente como para no gritarnos. —Su difunto marido, Raul Alfonso, era problemático, igual que sus hijos, pero nunca subía la voz. Nunca había tenido que hacerlo. Ailyn siempre había presentido cuando algo iba mal y habían
podido hablarlo. Si las cosas se les iban de las manos y querían desahogarse, nunca lo hacían cerca de los niños, y nunca se faltaban al respeto el uno al otro.


—Tenía mucha responsabilidad —caviló Chloe—. ¿Nunca se enojó y lo pagó contigo?


—Nunca —le dijo Ailyn a su hija con énfasis—. Me hablaba de ello, pero nunca me culpó por nada que no fuera mi culpa. —Estudió el rostro de su hija y se percató de las ojeras bajo sus ojos y las arrugas de preocupación que rodeaban su boca—. ¿Va todo bien entre tú y Javier, cariño?


—Sí. Bien. Todo bien —respondió Chloe rápidamente. Tal vez demasiado rápido—. Sólo parece que está preocupado y estresado por el trabajo. Y supongo que, como he abierto mi consulta, las cosas están un poco tensas.


Algo andaba mal. Ailyn podía presentirlo. Pero su hija era adulta, de casi treinta años, y ella estaba muy orgullosa de Chloe. No quería fisgonear, pero planeaba observar su relación mucho más de cerca. Sus instintos de madre rara vez se equivocaban.


—¿Sabes que puedes hablar de cualquier cosa conmigo?


Chloe le sonrió débilmente.


—Lo sé, Mamá. Gracias. Te he echado de menos mientras estabas fuera.


Ailyn también había echado de menos a sus hijos. Chloe había estado fuera tanto tiempo en la universidad y ahora, en cuestión de meses, iba a casarse y a salir de casa para siempre. Por suerte, Javier era un médico local y vivirían allí, en Rocky Springs, pero ella se había acostumbrado a tener a Chloe en casa de
nuevo y sería difícil volver a verla mudarse.


«Ojalá pudiera deshacerme de este inquietante presentimiento de madre de que algo no va bien con Chloe. Estoy segura de que sólo se debe a que estoy triste porque se va. Javier es doctor, un médico respetado y ahora mi hija es una veterinaria local. Él y Chloe deberían vivir una vida maravillosa juntos», pensó Ailyn.


Por desgracia, Chloe no parecía una novia feliz, y Javier era educado pero distante. Siempre lo había sido, por lo que era difícil llegar a conocerlo bien.


—¿Tú y Javier no habéis comprado los anillos todavía? —Ailyn sabía que su hija quería un anillo. Había visto a Chloe mirar alianzas con anhelo y diamantes durante meses. En última instancia, sabía que Chloe quería un hijo.


Aunque a su hija le quedaba mucho tiempo para tener bebés, Ailyn se preguntaba si Chloe se sentía como si su reloj biológico ya estuviera haciendo tictac. Había momentos en los que se preguntaba si en realidad Chloe quería un hijo más de lo que quería un marido.


—Él quiere esperar hasta que se acerque más la boda.


Una voz masculina detrás de Ailyn la sobresaltó.


—Entonces, deja a ese perdedor y cásate conmigo.


Ailyn sonrió y se dio la vuelta, feliz de ver a su hijo, Benjamin, y a su amigo Gabriel Walker, la misteriosa voz masculina que coqueteaba con su hija.


—¡Benjamin! —dijo Ailyn emocionada mientras se levantaba de la silla de un salto bastante rápido para una mujer de su edad y se arrojaba en brazos de su hijo. Los deberes de Benjamin como senador de Estados Unidos lo habían mantenido en Washington, D. C. durante demasiado tiempo. No había vuelto a Rocky Springs desde hacía meses.


Él la levantó y la hizo girar.


—¿Cómo está mi madre favorita? —bromeó Benjamin mientras la abrazaba fuertemente.


Ella golpeó el hombro de Benjamin.


—Soy tu única madre. Ahora, bájame —le regañó, pero en secreto adoraba la forma en que sus hijos eran capaces de mostrar abiertamente su cariño hacia ella y hacia sus hermanos. Peleaban y reñían como hacían todos los hermanos, pero su devoción los uno a los otros siempre era evidente. Y ella se sentía muy bendecida con los niños que ella y Raul habían creado juntos: cada uno de sus hijos era un niño del que sentirse orgullosa y al que ella amaba con todo su corazón.


Benjamin la abrazó con fuerza antes de dejarla en el suelo.


—Ah… bueno… aunque tuviera cincuenta madres, tú seguirías siendo mi favorita —respondió Benjamin en tono informal.


«¡Zalamero! De todos mis chicos, Benjamin es el más encantador, lo cual probablemente sea bueno porque es político. Pero, sinceramente, Benjamin siempre ha sido así. Incluso de niño, era tan encantador que podía encantar a una serpiente de cascabel», reflexionó Ailyn.


Gabriel le tendió los brazos y Ailyn no vaciló en abrazarlo.


—Qué bueno verte, Gabriel. —Siempre era una alegría ver a Gabriel Walker. Él y Benjamin eran amigos desde que eran adolescentes, y ahora Gabriel vivía permanentemente en Rocky Springs. Tenía un rancho muy lucrativo que bordeaba el rancho de ganado de Benjamin. Éste se extendía mucho más allá de los límites de la ciudad de Rocky Springs. Su marido y el padre de Gabriel habían sido buenos amigos, y Benjamin y Gabriel se habían unido como hermanos cuando eran adolescentes. Ailyn también había sido amiga de la madre de Gabriel y le dolió por él cuando perdió primero a su madre y luego a su padre. Desde entonces, ella lo miraba casi como a otro hijo. Tenía que sentirse muy solo ahí fuera, en la gran mansión que había construido en su rancho, pero nunca hablaba de ello.


Evidentemente, Gabriel sabía que Benjamin iba a llegar. Probablemente lo había recibido en la pista de aterrizaje y lo había seguido a su casa para desayunar.


Cuando soltó a Gabriel, Ailyn se volvió hacia su hija, que se había levantado para arrojarse en brazos de su hermano, Benjamin. Su hijo, el segundo más mayor casi estaba asfixiando a su hermana pequeña.


Ailyn le preguntó a su hija en tono jocoso:
—Acabas de recibir otra proposición, cariño. ¿No vas a responder a la propuesta de Gabriel?


—No —respondió Chloe enojada mientras fulminaba a Gabriel con la mirada —. Ya estoy prometida.


Ailyn tuvo que morderse el labio para contener una sonrisa. La manera en que discutían Chloe y Gabriel la divertía. En secreto, deseaba que su Chloe fuera a casarse con un hombre como Gabriel. Él la mantendría alerta sin hundirla.


Evidentemente, Gabriel tenía cariño a Chloe, pero ella no aceptaba nada de él. Por alguna razón, Chloe evitaba a Gabriel a cada oportunidad.


Gabriel captó la mirada de Chloe y le guiñó un ojo.


—Sabes que sólo estabas esperando que se presentara una oferta mejor.


—Entonces tendría que esperar una eternidad —le dijo Chloe con voz prácticamente hostil, pero le lanzó una sonrisa falsa—. Por suerte voy a casarme con el hombre de mis sueños en unos meses.


—Si fueras mi mujer, yo ya habría puesto un anillo en ese dedo a estas alturas. —La voz de Gabriel era ligera, pero su mirada era intensa.


—Entonces es bueno que no sea tu mujer —respondió Chloe en tono cortante.


Benjamin habló para disipar la tensión en la habitación.


—¿Dónde está todo el mundo?


—Renzo está en Denver, trabajando en un proyecto. Marcos tenía que haber llegado ayer, pero se vio retrasado por la tormenta. Debería llegar hoy. Y Pedro está en casa. —Ailyn hizo un gesto para que todos se sentaran y fue a servirle el desayuno a los dos hombres. No se le escapó el hecho de que Chloe se apresuró a tirar de la manga larga de su camisa hasta cubrir su muñeca amoratada.


—Creo que a Pedro le gusta una mujer que se hospeda aquí, en el resort. Fui a ver si Paula estaba en el gimnasio esta mañana y no estaba. Creo que podría haberse quedado tirada con Pedro —le dijo Chloe a Benjamin animadamente. Se sentó en su silla, con Benjamin a su derecha y Gabriel a su izquierda. 


Ignoró completamente a Gabriel.


Benjamin abrió los ojos como platos.


—¿Ah, sí? ¿Y quién es esa mujer misteriosa? ¿Y por qué iba a haberse quedado tirada con mi hermanito?


Chloe le contó lo que sabía de Paula, y cómo el día anterior no había vuelto con la moto de nieve antes de la tormenta. Después procedió a explicar que Pedro había salido a buscar a Paula.


—Me mandó un mensaje diciendo que la había encontrado y que estaba a salvo, pero ella no volvió al resort anoche. Tiene que estar con él. Me gusta. Le dio una paliza a Javier haciendo judo.


—¿Al Sr. Cinturón Negro? —interpuso Gabriel en tono sarcástico.


Sin mirar a Gabriel, Chloe le respondió a la defensiva:
—Javier es muy bueno, pero Paula es fantástica. Se ofreció a enseñarme algunos de sus movimientos de autodefensa.


—¿Entonces piensas que Paula sigue en casa de Pedro? —preguntó Benjamin.


—Tiene que estar allí. Quizás estaba más cerca. La ventisca de ayer fue muy mala —le dijo Chloe a su hermano pensativa.


—Y Pedro tiene un Jeep quitanieves que podría haberla traído de vuelta al resort fácilmente —le recordó Benjamin con una sonrisa enorme en los labios.


Ailyn puso un plato enorme de huevos, panceta y tostadas delante de Blake y Gabriel.


—Come. Y no molestes a tu hermano porque le guste una mujer. Ha tenido un año difícil. Estaría bien que al menos uno de mis hijos estuviera pensando en casarse y darme nietos.


Pedro había salido de las Fuerzas Especiales del ejército, hecho que había encantado infinitamente a Ailyn. Se había cansado de preocuparse porque su hijo se pusiera en peligro cada día. Pero sabía que lo echaba de menos y que estaba inquieto. Una buena mujer podría ayudar a que su hijo más joven se sintiera más feliz.


Pedro se había curado de la lesión que le obligó a abandonar el ejército, una lesión que él insistía en que se había producido mientras esquiaba estando fuera de servicio. «¡Bah! ¿De verdad piensa mi hijo pequeño que me creo esa excusa? Sé que está intentando ahorrarme un poco de preocupación, pero no me creí esa historia mala ni por un minuto. Una madre simplemente… lo sabe».


—Mamá, soy senador de los Estados Unidos. ¿De verdad crees que sería lo bastante inmaduro como para ponérselo difícil a Pedro por una mujer? —protestó Benjamin antes de atacar su plato de comida.


—Sí.


—Sí.


Chloe y Gabriel respondieron vehementemente al mismo tiempo.


Ailyn se sentó con su café, feliz mientras observaba cómo Gabriel y Chloe se miraban sorprendidos e intercambiaban una pequeña sonrisa por primera vez.




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