sábado, 15 de septiembre de 2018

CAPITULO 19 (SEPTIMA HISTORIA)




Paula odiaba ponerse ropa sucia, pero suponía que podría cambiarse cuando volviera al resort. Con la ropa puesta, se ajustó la Glock 23 que llevaba oculta a la espalda y se bajó el suéter por encima de la camiseta.


—¿Qué estás haciendo? —Pedro vagó hasta el dormitorio.


—Estoy preparándome para volver al resort —le dijo sucintamente, todavía enojada con él porque no había parado de reír desde que le reveló que estaba investigando a Marcos. 


Suponía que se había repuesto, porque ahora no estaba riéndose. Al final había acabado saliendo de la cocina dando pisotones cuando él rio sin parar durante cinco putos minutos.


—¿Para poder investigar a un hombre inocente? —la voz de Pedro seguía teniendo un toque de humor.


Ella dio media vuelta y se cruzó de brazos.


—Estoy cansada, tengo hambre y voy armada. No me jodas, Alfonso.


—Joder, qué sexy te pones cuando te enfadas. —Le lanzó una mirada apasionada.


—Ni lo pienses. —Sostuvo el brazo en alto a medida que él avanzaba, lo rodeó y volvió a entrar en la cocina pisando fuerte. Sentía su presencia a la espalda—. Tengo un trabajo que hacer y no me gusta que te rías de lo que hago.


—Eh. —Pedro le agarró el brazo en la cocina y le dio la vuelta—. No estoy riéndome de lo que haces. Tienes un trabajo importante y peligroso, y obviamente se te da bien. Pero estás dando caza al tipo equivocado.


—¿El tipo equivocado que ha estado trayendo bastantes explosivos como para volar todo un estado? ¿El tipo equivocado que ha estado tratando con terroristas conocidos? ¿El tipo equivocado que está almacenando armas de destrucción masiva en algún lugar de estos terrenos en Rocky Springs? ¿Te refieres a ese tipo equivocado? —preguntó furiosa.


Pedro la miró boquiabierto.


—Eso no es posible. Marcos es una persona recta, Paula, y lo más honrado que hay. Te lo diría si pensara lo contrario, pero él no sería capaz de hacer eso y ya sabes lo que le ocurrió a mi padre. Marcos lo quería y él fue el que más sufrió cuando murió Papá porque era el mayor y el más cercano a nuestro padre. ¡Dios! Lo último que haría Marcos sería dejarse ver cerca de un puñetero terrorista y mucho menos ser parte de un complot para volar a personas inocentes.


A Paula se le hundió el corazón. ¿Cómo podía convencer a un hombre que quería a su hermano de que en realidad éste era un terrorista disfrazado de empresario?


—Tenemos pruebas, Pedro. No estaría aquí si no las tuviéramos. El FBI no gasta dinero en una investigación sin una causa justificada. Lo siento.


—Enséñame tus pruebas. Te ayudaré. ¿Dónde está ese supuesto escondite? — preguntó Pedro con impaciencia.


—Eso no lo sabemos. Por eso estoy aquí —admitió Paula—. Lo único que sabemos es que Marcos ha estado comprando suficientes explosivos para volar una zona muy grande y transportándolos aquí. Ha sido visto con terroristas conocidos. Los miembros de este grupo son muy poderosos, ricos y están bien enmascarados como empresarios. La mayoría de ellos están viviendo aquí, en los Estados Unidos, ahora mismo, emigrantes de Oriente Medio.


—Marcos querría matar a cada uno de ellos si supiera que son miembros de un grupo terrorista. —Pedro anduvo de un lado a otro por la cocina—. Él no tiene el almacén para ese tipo de equipo en su casa.


—Construyó una pista de aterrizaje en verano…


—Para que todos pudiéramos aterrizar nuestros aviones privados aquí en lugar de en Denver. Todos lo queríamos.


—También construyó un nuevo hangar.


—El otro que tiene es más pequeño y se estaba haciendo viejo. Marcos tiene un avión nuevo, pero te llevaré a la pista de aterrizaje para comprobarlo si te va a convencer de que es inocente. Mientras tanto, me gustaría oír acerca de todas tus supuestas pruebas contra Marcos —exigió Pedro. Volvió su intensa mirada hacia
ella. Paula lo miró a los ojos, intentando ver sus intenciones. Podría ser una gran ayuda o un obstáculo.


—O confías en mí o no lo haces, nena. —Tú decides —gruñó Pedro.


—Hecho. Tengo los archivos en mi portátil, en el resort. —Había tomado su decisión. Sus instintos confiaban en Pedro. Aunque Marcos fuera su hermano, él no iba a permitir que matara a gente inocente. Había pasado años de su vida intentando impedir que sucediera precisamente eso.


—Primero comprobaremos los hangares y la pista de aterrizaje. Necesito cinco minutos para darme una ducha y cambiarme.


—Voy a preparar el desayuno —accedió Paula—. Tenemos que comer. —La investigación había durado todo ese tiempo; podría esperar una hora más.


—¿Paula? —Pedro exclamó su nombre mientras ella se dirigía a la cocina.


—¿Sí? —Ella se volvió hacia él.


—Le confiaría mi vida a Marcos. Vamos a descubrir que todo esto es un gran malentendido —le dijo con voz ronca.


Ella asintió. Se le encogió el corazón por él.


—Espero que lo hagamos, Pedro. De verdad.


Pedro dio media vuelta y se dirigió al baño sin decir palabra.



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