domingo, 16 de septiembre de 2018
CAPITULO 21 (SEPTIMA HISTORIA)
Anduvo hasta la puerta y giró el pestillo. La abrió con una pequeña sonrisa, un gesto que se desvaneció en cuanto vio al hombre de pie junto a Chloe.
«Marcos Colter».
—Hola Chloe —saludó a la hermana sonriente de Pedro—. ¿Sr. Alfonso?
Otro hombre permanecía de pie al otro lado de Chloe, pero no lo reconocía.
Parecía tener la misma edad que Marcos aproximadamente.
—¿Benjamin? No sabía que habías vuelto. —La voz de Pedro sonaba más entusiasta que hacía unos pocos minutos.
La tensión en los músculos de Paula se relajó.
«Entonces no es Marcos». Se había concentrado tanto tiempo en fotos de Marcos Alfonso que había olvidado que tenía un gemelo, el senador Benjamin Alfonso. Marcos era el primogénito de los Alfonso, pero sólo por unos minutos. Marcos y Benjamin Alfonso se parecían tanto que Paula se preguntó cómo podía distinguirlos Pedro al instante. «Obviamente, sus hermanos distinguen fácilmente quién es quién. Crecieron juntos».
—Senador —dijo Paula mientras le saludaba con una inclinación de cabeza—. Es un placer conocerle, señor. —Miró a Chloe—. Qué bien verte otra vez.
Se hizo a un lado para dejar entrar a los tres visitantes y que Pedro pudiera saludar a su hermano. Lo hizo con una palmada en la espalda y el típico comentario de listillo de Pedro.
—Qué bien que por fin vuelvas para ver a las personas que te votaron.
Benjamin le devolvió un empujón a su hermano pequeño.
—Preséntanos —le dijo a Pedro mientras miraba a Paula con admiración.
—Ni se te ocurra pensar en intentar cautivarla. No se tragará tus mentiras — gruñó Pedro, que sonaba como si sólo estuviera bromeando a medias—. Paula, éste es mi hermano, Benjamin, y su amigo, Gabriel Walker.
—Sr. Walker. —Estrechó la mano del hombre.
—Gabriel, por favor.
—Y nada de formalidades conmigo, Paula. Por favor, llámame Benjamin. Cualquier amigo de mi familia es amigo mío también —dijo en tono encantador.
«No estoy tan segura de que vaya a ser amiga de ninguno de vosotros cuando arreste a vuestro hermano mayor». De hecho, estaba bastante segura de que iba a ser la persona más odiada por toda la familia Alfonso. Se le encogió el corazón al pensar lo les haría la conclusión de aquella investigación, especialmente a Pedro.
—Quería asegurarme de que estabas bien —explicó Chloe—. Pedro me escribió ayer diciendo que te había encontrado, pero no estabas esta mañana.
—Yo… yo estaba…
—Estaba conmigo. Mi casa estaba más cerca y se había quedado tirada fuera, con el frío —Tate les dijo en voz baja.
—Me alegro de que estés bien —dijo Chloe con una sonrisa.
Paula le devolvió la sonrisa a la atractiva morena. Gabriel Walker parecía incapaz de apartar los ojos de Chloe. «Interesante».
Benjamin miró a Pedro, confundido.
—Si estabas en tu casa, ¿por qué no tomaste el Jeep y quitaste…?
Pedro le clavó el codo en el estómago a su hermano.
—¡Ay! ¿Qué demonios ha sido eso? —se quejó Benjamin mientras se frotaba el abdomen dolorido.
—Lo siento —se disculpó Pedro con una total falta de remordimiento—. Paula y yo íbamos a salir ahora mismo. Hablaremos más tarde. —Le lanzó a su hermano mayor una mirada de advertencia para que dejara de hablar.
Paula observó con interés la interacción entre ellos dos, pero dejó que Pedro le diera la mano y la condujera a la puerta. Ella recogió su ropa de nieve de la silla y a Pedro le entregó su abrigo.
Los tres visitantes salieron con promesas de reunirse en una fecha posterior y dejaron que Paula y Pedro los siguieran más tarde.
—¿Has dicho que estabas haciendo las maletas? —preguntó Paula, nerviosa por salir aeródromo y por lo que pudieran encontrar allí. Pedro había dicho que Marcos se había retrasado por el tiempo y que todavía no había llegado, pero no estaba seguro de cuándo llegaría.
Pedro le dio la espalda.
—¿Quieres sentir mi arma? —preguntó con voz insinuante.
Después de cerrar la puerta y dejar caer la llave de plástico en su bolsillo, Paula puso una mano en su espalda.
—Un arma grande —comentó mientras sentía la funda trasera antes de que Pedro se pusiera el abrigo.
—Cariño, todo lo que tengo es grande. —Le guiñó un ojo—. Tengo las manos muy grandes. Necesito al menos un arma de tamaño estándar.
—Más difícil de ocultar —le replicó ella mientras caminaban por el vestíbulo hacia el ascensor—. Más grande no siempre es mejor.
—Pero en algunos casos es definitivamente preferible —contestó él mirándola con las cejas levantadas mientras la invitaba a entrar primero en el ascensor con un movimiento del brazo.
—A veces los chicos que tienen cosas grandes no siempre tienen el mejor equipo. Están compensando.
—Sabes que eso definitivamente no se me aplica. —Pedro le sonrió, los ojos centelleando endiabladamente.
«Qué malo eres». Pero en realidad no podía discutírselo. Pedro no tenía absolutamente nada por lo que compensar.
Los ánimos se calmaron cuando salieron del resort y Pedro le abrió la puerta del copiloto de su camioneta, otra novedad. Los hombres nunca le abrían la puerta…
Pedro corrió hasta la puerta del conductor y se deslizó en su asiento.
—Acabemos con esto. Se me ocurren cosas mucho más placenteras que hacer.
Paula tragó saliva para quitarse el nudo de la garganta.
—Pedro, lo siento…
—No te disculpes —farfulló descontento—. Marcos no tiene nada que ver con nada remotamente ilegal ni dañino para nadie. Conozco a mi hermano.
Las pruebas contra Marcos Alfonso eran irrefutables. Los cargamentos los había comprado él y la carga había sido transportada a Rocky Springs. Estaba matándola que Pedro fuera a acabar destrozado, pero era inevitable.
—Espero que tengas razón —respondió sencillamente, a sabiendas de que no la tenia, pero deseando que por algún milagro imposible realmente sí conociera a su hermano mayor mejor que el FBI.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario