sábado, 1 de septiembre de 2018
CAPITULO 27 (SEXTA HISTORIA)
Paula se detuvo de repente cuando tuvo una buena vista de la casa a la que se dirigía Gustavo.
—¿Esto es tu cabaña?
Él se encogió de hombros.
—Está hecha de troncos.
Paula miró boquiabierta, intentando asimilar el auténtico tamaño y el diseño de la casa de Gustavo.
Estaba hecha de troncos de cedro y de piedra, con largos pilares de cedro en la parte delantera de la casa. Altos ventanales la adoraban que probablemente ofrecían una vista increíble de los atardeceres. Tenía como mínimo dos plantas, probablemente tres, porque estaba casi segura de que una de las escaleras conducía a una planta inferior. Había un garaje conectado con varias puertas, una sección de la casa que probablemente podía almacenar media docena de vehículos. Por extraño que pareciera, la casa estaba diseñada para encajar en el marco de bosque de montaña y, aunque era enorme, seguía resultando acogedora en lugar de ostentosa.
—Es muy bonita—dijo Paula sin aliento—. ¿Puedo hacer fotos?
Gustavo hizo un aspaviento y, tomándoselo como un permiso, Paula sacó varias fotos antes de seguirlo por el camino de piedra hasta la puerta.
El interior de la casa era tan impresionante como el exterior: toda la primera planta, abierta y espaciosa, Lucía el mismo techo abovedado y con vigas que la casa de invitados. Al pasar junto al salón, se percató de que había mucho material antiincendios antiguo y fotografías expuestos en lugares prominentes.
—¿Eres coleccionista de antigüedades?
—Sólo de material antiincendios. Uno de mis ancestros empezó Colter Equipment, una gran fábrica de material y equipamiento de bomberos, y hoy en día es uno de los mayores fabricantes. Me gusta coleccionar artículos y anuncios antiguos de la empresa. Es un pasatiempo. Soy bombero voluntario.
Paula sonrió mientras lo seguía hasta la cocina, nada sorprendida de que Gustavo fuera activo ayudando a su comunidad.
—La casa de invitados es preciosa.
—La cocina es un desperdicio —gruñó Gustavo mientras le preparaba una única taza de café y después preparaba la suya—. En realidad,no uso mucho excepto el microondas y la cafetera.
Paula tomó asiento en la mesa de la cocina mientras miraba con admiración la enorme y espaciosa cocina, con todas las comodidades modernas y decorada de manera exquisita con encimeras de granito y armarios de cedro.
Tomó la taza que le ofrecía.
—Qué lástima. Es el sueño de cualquier cocinero.
Gustavo dejó crema de leche y azúcar sobre la mesa antes de tomar su propio café. Volteó la silla de listones de madera y se sentó a horcajadas; sus brazos descansaban sobre la mesa.
—Entonces, ¿de verdad estás bien?
Paula se encogió de hombros.
—La mayor parte del tiempo… sí. Supongo que todavía tengo algunas cosas que nunca desaparecerán.
—No creo que puedas experimentar algo como eso y no tener algún problema —observó Gustavo, la voz grave y tranquilizadora—. ¿Qué vas a hacer con Pedro? Deberías contárselo, Paula. Sabe lo de tu carrera.
A ella se le entrecerraron los ojos.
—Gracias a ti —lo amonestó.
—Lo habría averiguado de todas formas. Tu portafolio estaba allí. No es estúpido. Lo habría averiguado aunque yo no le hubiera ayudado. Estás casada con él, Paula. Tienes que contárselo todo. El tipo está loco por ti.
—No lo está de verdad —negó Paula—. Quería impedir que me casara con un hombre que ni siquiera existe.
Gustavo sonrió de oreja a oreja.
—¿El novio falso?
—¿Cómo lo sabías? —Paula añadió crema de leche y azúcar a su café antes de dar un largo sorbo para saborear el gusto intenso.
—Porque yo no soy Pedro. El pobre no está pensando con claridad en este momento. No fue difícil averiguarlo, pero tardé un tiempo. Creo que al final lo averigüé cuando no encontré ningún email ni información suyos en tu ordenador.
—¿Así que no te pareció importante decírselo? —Le lanzó una mirada enojada.
—No. Supuse que confesarías tarde o temprano.
—Se lo he contado casi todo. Solo hay algunas cosas de las que no quiero hablar. Todavía tengo unos cuantos… problemas. —Paula suspiró—. No puedo seguir casada con él.
—Todos tenemos problemas —masculló Gustavo—. La única manera en que puedes resolver esto con Pedro es hablando con él. Créeme, quiere algo más que llevarte a la cama —le dijo Gustavo llanamente—. Si eso fuera todo lo que quisiera, podría haber encontrado un poco de acción con otra mujer sin todo ese esfuerzo.
Paula lo sabía, pero aún no entendía completamente la motivación de Pedro.
Estaba bastante segura de que la única razón por la que se mantenía en sus trece era para impedir que hiciera nada peligroso.
—Entonces, ¿por qué no lo ha hecho? —preguntó con desesperación—. ¿Por qué no se limitó a encontrar a otra mujer y a alejarse de mí en Las Vegas?
Gustavo cruzó los brazos por encima del respaldo de la silla y la miró fijamente.
—Creo que eso es algo que tendrás que descubrir por ti misma.
Paula dejó escapar un suspiro de exasperación.
—Sé que debería decírselo. Está confuso por algunos de mis miedos. Sabe todo lo demás. Simplemente, me cuesta… revivirlo.
—A pesar de lo difícil que sé que será eso, quiero que puedas pasar página por completo, lo cual significa hacer frente a Pedro y contarle toda la verdad —dijo Gustavo en tono solemne mientras tomaba su taza de café.
—Yo también. Quiero pasar página. —Desearía tener la autoconfianza de Gustavo para poder sentirse completa de nuevo. Pensaba que estaba bien… hasta que vio a Pedro. Hizo que anhelara cosas que antes ni siquiera echaba de
menos. La pasada noche y su experiencia con Pedro durante las vacaciones habían sido reveladoras. Todavía había algunos fantasmas de los que por lo visto no se había liberado.
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte?
—Dos semanas. Está chantajeándome —le dijo con tristeza a Gustavo.
Este sonrió con superioridad.
—Chico listo. ¿Amenazó con contárselo a tu familia si te vas?
—Sí.
Gustavo rió entre dientes.
—¿Gustavo? —dijo ella en voz baja.
—¿Sí?
—Eres un imbécil —le dijo.
Él volvió a sonreír.
—Nunca dije que fuera otra cosa, querida…
Paula puso los ojos en blanco. A pesar de lo mucho que le debía a Gustavo, la fastidiaba con esa vaguedad. Suponía que eso formaba parte del territorio de ser miembro de las Fuerzas Especiales.
—¿Has dejado el ejército? —preguntó con curiosidad.
Él asintió.
—Hace más de un año.
Gracias a Dios, Gustavo dejó el tema de Pedro.
Charlaron hasta terminarse el café y Gustavo la acompañó de vuelta a la casa de invitados.
Le dio un abrazo a Gustavo en la puerta cuando iba a marcharse justo cuando Pedro abría la puerta.
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