sábado, 1 de septiembre de 2018

CAPITULO 28 (SEXTA HISTORIA)




—Tienes dos segundos para quitarle las manos de encima a mi mujer antes de que te mate —gruñó Pedro enfadado.


Paula se apartó de un brinco del abrazo amistoso de Gustavo de inmediato, sorprendida al ver la expresión asesina en el rostro de Pedro mientras miraba fijamente a Gustavo.


—Estaba deambulando por el bosque. Tal vez deberías cuidar mejor de tu mujer —respondió Gustavo con suficiencia para provocar deliberadamente a Pedro.


—Cabrón —gruñó Pedro mientras intentaba rodear a Paula para llegar a Gustavo.


¡Para! —chilló Paula—. Pedro, necesito hablar contigo. —Permaneció entre él y Gustavo, empujando el pecho de Pedro—. Gustavo, gracias por acompañarme, aunque habría encontrado el camino de vuelta muy fácilmente.


—Creo que se está convirtiendo en costumbre llevarte a casa sana y salva, P Chaves —respondió Gustavo en tono enigmático—. Ya te he dicho que le importa algo más que el sexo —añadió en voz baja antes de dar media vuelta y volver hacia el camino que llevaba a su casa.


—¿Qué cojones quería decir con eso? —preguntó Pedro con estrépito. Sus ojos de zafiro lanzaban rayos de fuego a la espalda de Gustavo.


—Nada —ella dio una evasiva mientras intentaba empujar a Pedro para que entrase. Había tomado algunas decisiones en el camino de vuelta de casa de Gustavo y quería hablar con Pedro, necesitaba intentar explicárselo. Si lo hacía, tal vez accediera a ayudarla a sentirse completa una vez más. Si no lo intentaba, tendría que vivir con el remordimiento de no saber qué habría pasado si le hubiera pedido ayuda.


Y ya había sobrevivido a bastantes cosas de las que se arrepentía.


Volviéndose bruscamente, Pedro entró en la casa como un vendaval.


Paula dejó escapar un suspiro de alivio y entró en la casa detrás de él. No estaba segura de que Pedro no fuera a seguir a Gustavo. Cerró la puerta tras de sí y siguió a Pedro hasta el salón.


—Habla —exigió él. Se hundió en un sillón reclinable de cuero con gesto tormentoso—. Dime cómo terminas enrollándote con un tipo al que acabas de conocer. Dios, Paula. ¿Qué demonios te pasa?


—No estaba enrollándome con él —respondió Paula indignada—. Estaba abrazándolo. Y no acabo de conocerlo hoy. Ya nos habíamos conocido… antes. —Dejó la cámara y la funda con cuidado sobre la mesilla de café y se sentó en el sofá frente a él, con las piernas encogidas bajo su peso.


«Puedes hacerlo. Díselo. Pedro es el único hombre que puede ayudarte ahora mismo».


—¿Cómo demonios conociste a Colter? No me dijo que te conocía. ¿Te acostabas con él entre novios y rupturas? —Pedro explotó y su mirada se volvió fría—. Ya no te entiendo, Paula. En un minuto estás aterrorizada por unos juegos preliminares y a la mañana siguiente te encuentro en brazos de otro hombre.


—Lo sé. —Paula sabía que su comportamiento lo confundía. Al ponerse en su lugar, probablemente pensaba que era psicótica—. Me gustaría explicártelo. Por favor.


—Me gustaría que alguien lo hiciera —gruñó Pedro con gesto irascible.


Paula inspiró hondo.


—Conocí a Gustavo como Colt. Es lo que utilizaba como nombre en clave cuando estaba en las Fuerzas Especiales. No sabía que estaba aquí ni que era uno de los Colter de Colorado. Él y su equipo de las Fuerzas Especiales me salvaron la vida hace tres años. —Vio que Pedro abría la boca para hacer una pregunta, pero sostuvo la mano en alto, ansiosa por contar su historia antes de desmoronarse—. Deja que te cuente la historia primero.



No hay comentarios:

Publicar un comentario