domingo, 2 de septiembre de 2018

CAPITULO 30 (SEXTA HISTORIA)




En realidad, eso era lo contrario de lo que quería Paula y, de alguna manera, necesitaba explicárselo. Abrió la boca para decírselo, pero la cerró cuando él habló de nuevo.


—Podrías estar muerta. El simple hecho de que estés aquí es un puto milagro, que pueda abrazarte así.


—Viví, Pedro. Me siento agradecida por eso.


—Volviste a trabajar sobre el terreno. ¿Por qué? —Alzó la cabeza para obligarla a mirarlo a los ojos, con la mirada aún atormentada.


Paula lo miró a los ojos turbulentos, atormentados.


—Tenía que hacerlo —confesó—. Sufrí una grave depresión durante unos meses, me aterrorizaba salir de mi bloque de apartamentos, tenía miedo de casi todo y de casi todos. Pero finalmente decidí que no podía permitir que ganara él. Me dijo que odiaba a los estadounidenses; me escupió. Al final, yo necesitaba escupir sobre esos recuerdos, enterrarlos. Él estaba muerto y yo seguía con vida. Necesitaba vivir de verdad, no solo existir, para vencerlo. Fue difícil volver, viajar de nuevo. Pero con el tiempo resultaba más fácil. Necesitaba desesperadamente recuperar mis fuerzas, y lo conseguí a la hora de hacer mi trabajo.


Paula inspiró hondo, lista para intentar explicarle lo que quería.


—Lo único es que parezco incapaz de tener relaciones sexuales. Sinceramente, ni siquiera lo había intentado hasta reencontrarnos. No ha habido ningún hombre que me hiciera desearlo. Creo que lo que me asusta es la idea de sentirme… invadida. Lo único que recuerdo es el dolor y eso me lanza de vuelta allí. Sinceramente, no he querido volver a hacer nada hasta ti. Quiero que me ayudes, Pedro. Ayúdame a superar mis miedos. —Si Pedro no
podía hacerlo, nadie podría. Había decidido pedirle ayuda en el camino de vuelta a la casa de invitados. Necesitaba superar su miedo ahora que sabía que estaba ahí, y Pedro era el único hombre al que deseaba.


Él la miró boquiabierto, con preocupación en la mirada.


—Paula, no puedo forzarte después de lo que…


—Estoy sana y tomo la píldora. Después de lo que ocurrió, tomo la píldora fielmente porque sigo viajando internacionalmente y sé lo que puede ocurrir. Tal vez eso siga siendo un poco paranoico. ¿Qué posibilidades hay de que vuelva a ocurrir? Pero eso hace que me sienta más segura. Me sentí agradecida de no haber contraído nada y de no haberme quedado embarazada. No se trata de que no quiera. Quiero que entiendas eso, que entiendas por qué me volví un poco loca anoche. Ahora sabes todos mis secretos. Quiero quedarme contigo durante las dos próximas semanas e intentar superar esto. Cuando haya terminado, podemos ir cada uno por nuestro camino, no importa lo que pase. —Casi se atragantó con sus palabras; sería difícil decir adiós, pero entendía que tenía que intentarlo. Podría pasar el resto de su vida sin sentir lo que sentía por Pedro. Aquella podría ser su única oportunidad.


—Tienes que confiar en mí, Paula. Confiar verdaderamente en mí —dijo Pedro con voz ronca. Le acarició la mejilla con mirada enigmática—. Ahora que sé por lo que pasaste, yo también tengo miedo. No quiero hacerte daño y no quiero que sufras ni un minuto más de dolor.


—Ya no tenemos secretos. Confío en ti. ¿Todavía me deseas aunque me hayan… utilizado? —Había pasado años sintiéndose sucia e indeseable.


Él rompió el contacto visual y atrajo la cabeza de Paula contra su pecho.


—Creo que te deseo aún más. Probablemente eres la mujer más valiente que he conocido en mi vida. Es posible que Gustavo y sus hombres te rescataran, pero tú ayudaste a salvar tu propia vida porque eres inteligente. Sólo desearía haber sabido esto antes. No puedo creer que pasaras por todo esto y que nunca se lo contaras a tus hermanos.


—No podía. Confío en que no se lo cuentes. No cambiará nada ahora — respondió ella con nerviosismo. No había ninguna razón por la que sus hermanos tuvieran que saberlo nunca y ella no quería volver a hablar de eso nunca más.


—Nunca traicionaré tus secretos —respondió él en tono gutural.


Pedro hizo preguntas, principalmente acerca de sus sentimientos durante toda la experiencia y de detalles sobre cómo la había rescatado Gustavo. Ella las respondió, sintiéndose mucho más a salvo hablando de ello ahora que su historia se había aireado. Fue paciente y dejó que respondiera a su propio tiempo, pero mantuvo los brazos en torno a ella en gesto protector y el cuerpo de Paula encogido en su regazo.


Para cuando terminó de contarle cada detalle que Pedro quería conocer, Paula no sentía nada más que alivio y la conciencia completamente limpia. Se relajó en sus brazos, sintiéndose a salvo, la mente y el cuerpo agotados de alivio.



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