domingo, 9 de septiembre de 2018

CAPITULO 53 (SEXTA HISTORIA)




No se movieron durante mucho tiempo. Yacieron allí tumbados, simplemente celebrando la alegría de estar juntos y esperando el futuro expectantes. Hablaron en murmullos sobre su amor y sanaron viejas heridas que los mantenían separados.


Cuando finalmente se fueron de Rocky Springs a la mañana siguiente, Paula besó a Gustavo en la mejilla y le dio las gracias por todo lo que había hecho por ella. Tal vez fuera creído y arrogante a veces, pero el hombre tenía un corazón de oro bajo su exterior dominante.


—Espero que Gustavo encuentre a una buena mujer algún día —dijo Paula con melancolía mientras se dirigían al avión privado de Pedro para volar de vuelta a Nueva York.


—Oh, yo también, cariño. Espero que le haga pasar un infierno antes de sacarlo de la incertidumbre. Cabrón arrogante —gruñó Pedro.


Paula sonrió mientras caminaba junto a Pedro de la mano mientras se acercaban al avión.


—Es terrible decir eso. —Le dio un puñetazo juguetón en el bíceps. Sabía que en realidad a Pedro le gustaba Gustavo, que probablemente lo respetaba, pero no le había hecho gracia que abrazara al rubio guapo para despedirse ni que le diera un beso en la mejilla.


—No es terrible. Estoy esperando que suceda —dijo inocentemente, lanzándole una mirada hábil.


—Estás esperando para torturarlo —lo reprendió.


Paula sonrió cuando Pedro rió con malicia. No podía evitarlo. Al haberse criado con cuatro hermanos que se atormentaban mutuamente todo el tiempo, sabía que aun así se querían, y Pedro distaba mucho de ser un insensible. Tal
vez Gustavo fuera un grano en el trasero de Pedro, pero le caía bien.


—Puede que un poco —reconoció Pedro mientras la ayudaba a subir las escaleras del avión—. Estaba bien hasta que lo besaste —la acusó.


Paula se limitó a lanzarle una sonrisa seductora.


—Sólo se ha llevado un beso amistoso en la mejilla. Tú te llevas mucho más.


— Demuéstramelo —dijo Pedro con voz sensual mientras embarcaba detrás de ella.


—Cuenta con ello —respondió ella con ese tono de voz que decía «acuéstate conmigo» y al que sabía que Pedro no podía resistirse.


—Pronto —gruñó Pedro.


Paula solo se rió y procedió a demostrarle muchas cosas en cuanto el avión se niveló e iban de camino a Nueva York. Fue un vuelo… muy placentero




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