domingo, 23 de septiembre de 2018
CAPITULO FINAL (SEPTIMA HISTORIA)
Pedro miró hacia la entrada impaciente, decepcionado cuando solo vio a Angela.
Pero la esposa de Teo iba despampanante con un vestido muy ligero color lavanda que flotaba en torno a sus pantorrillas. Llevaba el cabello rubio recogido en un moño alto y unos pequeños rizos le acariciaban las sienes.
Pedro observó cómo Teo avanzaba por el pasillo, besaba a su esposa y le susurraba algo al oído que hizo que ella se sonrojara. Le ofreció el brazo. Angela lo aceptó y dejó que Teo la condujera hasta la parte delantera de la capilla.
Angela apretó el brazo de Pedro cuando pasó a su lado y le sonrió mientras se situaba frente a donde estaba Teo hacía un momento. Debido a que Teo y Angela eran sus únicos testigos, Teo estaba cumpliendo una doble tarea. No solo era el padrino, sino que también acompañaría a la novia.
Teo volvió a recorrer el pasillo y ofreció su brazo de nuevo, y Pedro se quedó sin aliento cuando Paula apareció a su lado. Inspiró hondo, sintiéndose como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago cuando vio a Paula por
primera vez, preciosa con un vestido blanco de encaje con mangas ajustadas de tres cuartos y un corpiño ajustado. Llevaba un ramo de rosas rojas y rosas, y tenía el pelo recogido. Tenía una pequeña diadema de plata en la cabeza con un velo pequeño y anticuado que le caía a la espalda.
«Parece un ángel».
Lucía una sonrisa radiante mientras caminaba por el pasillo hacia él, la mirada concentrada en su rostro.
«Mía».
Le dio la mano cuando llegó con Teo y la apretó en gesto posesivo, entrelazando los dedos mientras respiraba profundamente.
«Está aquí. Es mía».
El servicio fue corto, exactamente como querían ambos. Pedro pronunció sus votos con reverencia y dijo en serio cada uno de ellos. Paula repitió esos votos, la vista clavada en él mientras le prometía siempre.
Pareció que terminó muy rápido, pero Pedro suspiró aliviado cuando los declararon marido y mujer. Definitivamente, besó a la novia más tiempo de lo necesario y los cuatro salieron de la pequeña capilla y se metieron en una limusina que los esperaba.
—Ha sido preciosa —dijo Angela entusiasmada desde su asiento junto a Teo.
Paula sonrió resplandeciente.
—Sí. Era justo lo que queríamos Pedro y yo. Estoy muy contenta de que los dos hayáis podido venir a la ceremonia.
Teo descorchó una botella de champán y todos se echaron a reír cuando dieron un respingo por la repentina explosión de sonido. Sirvió y pasó las copas.
Pedro miró a su novia, pensando que era un cabrón afortunado. Paula había aparecido en su vida cuando menos se lo esperaba. Había estado muy solo y ni siquiera lo sabía hasta que apareció ella.
Se inclinó y le besó la sien con ternura.
—Estás increíblemente preciosa y te amo tanto que me está matando.
Ella entrelazó sus dedos con los de Pedro.
—¿Entonces será necesario revivirte?
—Joder, no, estoy lleno de… vida. Cada pedacito de mí —le dijo con picardía—. Pero si quieres, fingiré que me desvanezco.
Ella se rió como una muchacha.
—Yo también te amo. —Con más seriedad, dijo—: Me haces tan feliz que da miedo.
Pedro sabía exactamente lo que sentía. Pero calmaría sus temores. No pasaría mucho tiempo antes de que la felicidad fuera un estado constante para ambos.
—Un brindis —anunció Teo—. Por el matrimonio, por el amor y por encontrar a la persona de sus sueños.
El tintineo de las copas fue fuerte ya que todos brindaron con entusiasmo y antes de dar un sorbo del cristal fino.
—Supongo que todos volveremos a hacer esto muy pronto en la boda de Chloe —dijo Angela mientras se reclinaba en su lujoso asiento.
—¿Vais a venir, chicos? —preguntó Paula emocionada.
Angela asintió con la cabeza.
—Sí. Chloe le tiene mucho cariño a Teo.
—Me alegro de que no tengamos que esperar mucho para veros otra vez —le dijo Paula alegremente a Teo y a Angela.
La mente de Pedro pasó a Chloe y a lo infeliz que parecía últimamente. Se recordó a sí mismo que tenía trabajo que hacer para indagar en su situación con Javier. Algo sobre su relación no le gustaba mucho. Y después de lo que había dicho Paula sobre Javier comportándose como un imbécil en el gimnasio, no estaba precisamente entusiasmado con que Chloe se casara con alguien que posiblemente no la tratara bien. Ahora que sabía lo que era la verdadera felicidad, no quería nada menos para ninguno de sus hermanos.
—¡Oye, Angela, ahí está ese bufé del que te hablaba! —gritó Paula.
—Vamos a parar aquí. —Angela asintió impaciente—. Me encantaría probarlo.
Teo le lanzó una mirada de dolor a Pedro.
Obviamente, le gustaban los bufés de Vegas tanto como a Pedro. Y, por desgracia, Angela parecía adorarlos tanto como Paula.
—Soy multimillonario. Podemos comer en cualquier restaurante de la ciudad. ¿De verdad tengo que sufrir un bufé? —replicó Teo.
—Sí.
—Sí.
Angela y Paula contestaron a la pregunta de Teo.
—Hoy es el día de Paula, Teo —le dijo Angela a su marido con firmeza.
—Podemos permitirnos un restaurante normal, Paula. —Pedro confirmó la opinión de Teo.
—Pero me encantaría ir… —le suplicó con una mirada anhelante.
—¿Quieres que la cena de tu boda sea un bufé? —«Ay, que Dios me ayude», pensó.
—Es el almuerzo. Angela y yo os dejaremos elegir dónde vamos a cenar.
Angela asintió de acuerdo con una sonrisa entusiasmada.
Pedro volvió a mirar a Teo y éste únicamente se encogió de hombros. Volvió a ver la mirada en los ojos de su nueva esposa y cedió casi al instante.
—Vamos —convino Pedro. No creía que pudiera negarle nada a su mujer, teniendo en cuenta que básicamente no le pedía nada más que su amor.
Buscó algo en el bolsillo interior de su esmoquin, extrajo un rollo de pastillas antiácido y se metió una en la boca antes de entregárselas a su amigo.
Teo tomó tres antes de devolvérselas a Pedro.
—Las cosas que hacemos por nuestras esposas —gruñó Teo de buena gana.
Las mujeres básicamente ignoraban a los hombres mientras charlaban.
—Sí, pero merecen la pena —dijo Pedro con una sonrisa.
Se detuvieron junto a la acera del casino con el bufé elegido por las señoras.
Teo ayudó a su esposa a salir del coche y se adelantó. Pedro ayudó a su novia a salir de la limusina con cuidado, ayudándola a mantener el equilibro mientras se inclinaba sobre sus tacones altos.
—Sé que odias los bufés, pero te lo compensaré más tarde —le susurró Paula al oído con voz sensual para que sólo él pudiera oírla—. Angela también me llevó a una tienda de lencería, te gustará lo que hay bajo el vestido más que el vestido de novia —prometió guiñándole un ojo, juguetona.
El miembro se le puso tan duro como los diamantes mientras contemplaba qué demonios llevaba bajo el vestido.
«Te lo compensaré más tarde. Joder, quizás pueda encontrarle el gusto a los bufés de Las Vegas».
Le ofreció el brazo a su esposa, que lo tomó con una sonrisa pícara.
Era la primera vez que Pedro Alfonso entraba en un bufé barato gigantesco con una enorme sonrisa en la cara, pero definitivamente no sería la última.
Pedro terminó siendo muy feliz con el arreglo, y nunca más volvió a quejarse después de su noche de bodas y de que Paula se lo compensara. Comer la comida mala y producida en masa no fue nada teniendo en cuenta lo que recibió a cambio.
Teo tampoco se lamentó de su destino, porque Angela había ido a la misma lencería que Paula.
Volvían a estar en otro bufé a la mañana siguiente, tarde, los dos hombres armados con antiácidos y enormes sonrisas en sus rostros.
Ambos parecían entusiasmados de hacer cualquier sacrificio necesario para hacer felices a sus esposas después de una gran noche.
Pedro había aprendido muy pronto en su matrimonio que a veces una solución intermedia bien merecía la pena. Su noche de bodas había sido espectacular, pero el mayor premio en el trato que hicieron era muy sencillo: ver sonreír a su esposa.
~Fin~
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Espectacular historia.
ResponderEliminarHermosa la historia , que pasará con la hermana de Pedro?
ResponderEliminarMe encantó la historia!! Sigue la de Chloe ahora??
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