jueves, 21 de junio de 2018

CAPITULO 45 (PRIMERA HISTORIA)




Lo abrazó con fuerza sintiendo que no quería soltarlo jamás y se le fueron llenando los ojos de
lágrimas a medida que la emoción en su interior aumentaba de intensidad y trataba por todos los
medios de encontrar una vía de escape. Paula la reprimió con un grito ahogado, luchando con todas sus fuerzas contra la arrolladora necesidad de decir esas palabras en voz alta.


—¿Estás bien? —le preguntó preocupado y jadeante.


Pedro se echó a un lado y ella, aunque no soportaba esa mínima distancia entre ellos, lo soltó a regañadientes para permitirle que se tumbara a su lado.


—Estoy bien.


Obviamente había pensado que la estaba aplastando. ¡Ni que fuera una delicada flor! Era más alta que muchos tíos, incluso descalza. El único hombre capaz de hacerla sentir pequeña era Pedro.


Mientras suspiraba la atrajo hacia él sin hacer un gran esfuerzo y tapó con las sábanas sus cuerpos enredados. Paula se acurrucó junto a él, dejó caer la cabeza sobre su hombro y apoyó un brazo en sus marcados pectorales. Pedro la acercó aún más, cogiéndola de la cintura con su fornido brazo.


—Hemos hecho el amor —refunfuñó con voz cansada.


Paula esbozó una leve sonrisa al percibir contrariedad en sus palabras y se limitó a responder un simple «sí».


Hacer el amor no tenía tanto que ver con los movimientos como con las emociones; aunque debía admitir que la parte física del acto a Pedro se le daba estupendamente. No importaba cómo se tocaran o qué hicieran para alcanzar el orgasmo; lo que conmocionaba a Paula era la intensidad de la experiencia y las emociones que le generaba. En realidad el sexo de aquella noche no había diferido en absoluto del que habían tenido hasta entonces: había sido igual de explosivo, emotivo y arrollador.


Cada vez que lo hacían se le ponía el mundo patas arriba. Nunca habían echado un polvo indiferente o distante. Siempre habían hecho el amor de un modo salvaje, apasionado e intenso. Al menos eso le parecía a ella.


«Ojalá confiara en mí».


Supo que estaba dormido porque respiraba profundamente y a un ritmo regular.


«Pasito a pasito».


Pedro jamás dormía con una mujer ni permitía que nadie se metiera en su cama cuando se sentía vulnerable. El hecho de que estuviera durmiendo plácidamente con ella pegada a su cuerpo como una calcomanía no era un pasito, era más bien una gran zancada.


Se apartó un poco para ponerse cómoda y el corazón le dio un vuelco cuando Pedro reaccionó mascullando una protesta y atrayéndola de nuevo hacia él.


Sí. Mañana tendrían que hablar de sus traumas.


Paula necesitaba saber qué le había ocurrido de
adolescente para que ahora reaccionara así. A ella le resultaba imposible luchar con un fantasma del pasado que ni veía ni entendía.


No quería volver a ver jamás a Pedro sufriendo un ataque de pánico, perdido en un miedo
desconocido. Verlo tan vulnerable le había partido el corazón y, cuando cerró los ojos agotada, sintió un implacable instinto de protegerlo.


«Me evitará y tratará de eludir el tema. No querrá hablar de ello».


Si no estaba preparado para contárselo, de acuerdo. Esperaría hasta que se fiara lo suficiente de ella como para hacerlo.


Convencida de que todo saldría bien, bostezó feliz junto al musculoso cuerpo de Pedro y su
respiración no tardó en acompasarse a la de él. 


Aquella vez durmió a pierna suelta sin tener un solo sueño en toda la noche.


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