lunes, 2 de julio de 2018
CAPITULO 12 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula pasó la página del libro que tenía en las rodillas preguntándose por qué no lo dejaba y se iba a la cama. No es que estuviera entendiendo nada de lo que allí estaba escrito.
– ¡Maldita sea! –dijo en voz baja. Cerró el libro con un golpe y lo arrojó sobre la mesa, al lado del sofá. Honestamente, no quería irse a la cama. Si lo hiciera, no haría más que rememorar su encuentro con Pedro, torturándose con el recuerdo del beso abrasador que le había dado esa tarde.
Arrastrando el mando a distancia por la mesa, se lo acercó y encendió la televisión con la esperanza de que pudiera dormirse con las noticias de las diez. El timbre de la puerta sonó justo cuando el presentador empezaba a enumerar las noticias más importantes de la jornada.
¿Quién podría ser? No tenía familia y ninguno de sus amigos llamaría a su puerta a esas horas a menos que fuera una emergencia. Saltó del sofá y corrió hacia la puerta, el corazón acelerado. Miró a través de la mirilla y vio un hombre de uniforme, aparentemente uno de los guardias de seguridad de la Alfonso.
–¿Quién es y qué es lo que desea? –preguntó con firmeza detrás de la puerta
–Envío especial de San Valentín para la Dra. Chaves –gritó a su vez el hombre.
–Déjelo ahí… y puede marcharse.
De ninguna manera le iba a abrir la puerta, aunque de verdad trabajara para la Alfonso.
–La comprendo. Lo dejaré aquí a los pies de la puerta.
Se agachó, se incorporó de nuevo y se marchó.
Paula entreabrió la puerta, sin quitar la cadena de seguridad. Vio al hombre subirse a su camioneta y alejarse. Quitó la cadena y abrió la puerta y los ojos de par en par.
A sus pies tenía el ramo de rosas más increíble que había visto jamás. Había varias docenas de flores, demasiadas para contarlas en tal estado de aturdimiento. Levantando el robusto y pesado florero de lo que parecía cristal, cerró con llave la puerta y llevó las rosas hasta la mesa del comedor. Poniéndolas en el centro del círculo de roble, cogió la tarjeta que había en medio del arreglo floral.
Se sentó, sus rodillas temblorosas a duras penas podían sostenerla. La tarjeta era pequeña, el minúsculo sobre estaba decorado con corazones y con un gracioso, diminuto, Cupido en una esquina. Lo único escrito en el anverso era su nombre. La terminó de sacar del sobre y la abrió con dedos temblorosos. Allí, con una caligrafía que aún reconocía, solo había escritas dos palabras.
Lo siento.
No había firma ni ninguna otra forma de identificación.
Dejando caer el sobre y la tarjeta sobre la mesa, Paula enterró la cara entre las manos y empezó a llorar.
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Uyyyyyyyyyyyyy y ahora?? Lo perdonará rápido??? Espero que sí
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