domingo, 29 de julio de 2018

CAPITULO 20 (CUARTA HISTORIA)




El corazón de Paula se ilumino mientras continuó observando la pelea de hermanos entre Mauro y Magda. Su brazo se deslizó lentamente por la cintura de Mauro en silencio, empezando a sentir como si fuera parte de la familia.


-¿Estas siendo ingrata, también, Paula? - Mauro cuestionó, sonriendo a Paula ya que los tres caminaron hacia el comedor.


Paula disfrutó de su broma. Era algo que nunca había tenido o hecho antes. 


-Eso depende de lo bien que este la cena - ella respondió con descaro, probando sus habilidades de bromear por primera vez.


-Estupendo. Ahora estoy realmente jodido. Dos hermanas contra mí - Mauro se lamentaba, pero su boyante tono desmentían sus palabras.


Paulaa sonrió cuando llegaron al comedor, el olor fragante de pollo a la parrilla y la vista de la mesa llena de comida hizo gruñir a su estómago.


Encontró la mirada pensativa de Pedro, ella le sonrió, tratando de hacerle saber en silencio que todo estaba bien.


Él le devolvió la sonrisa, sus ojos azules magníficos, encendió un cigarrillo mientras le hizo un guiño.


Dios, qué guapo era. Y se sentó directamente frente a él en la mesa. Nunca había tenido una mejor cena con una visión tan colorida y gloriosa. Flirteó con ella exageradamente, haciendo que sus mejillas se coloreen y haciendo que los demás dispararen su interrogatorio. Pero la comida era bulliciosa y llena de risas, de manera diferente a todo lo que había experimentado jamás.


Por Paula, que era su primera de cena familiar real, y ella trató de retener todos los detalles en su memoria para el futuro. Ella sabía que momentos como este, sentirse de esta manera, no duran para siempre, ¿verdad?


Sus ojos se encontraron y se sostuvieron con los de Pedro, y él asintió con la cabeza lentamente, como si hubiera leído sus pensamientos y quisiera tranquilizarla, que las cosas podrían durar toda la vida. Suspiró y vivió el momento, disfrutó de la intimidad, y trató de no pensar en lo que podría deparar el futuro.


Debido a que en el momento... todo era perfecto.


                               *****


Varias noches después, Pedro se encuentraba en su enorme cama, con dolor, insomnio, y esta frustrado. Por desgracia, alguien había filtrado la noticia de que la hermana perdida de Mauro Hamilton y Magdalena Hudson había sido encontrada. Él y Paula habían sido perseguidos por la prensa durante todo el día y no habían salido de la casa.


En cambio, había visto Paula crear sus diseños sobre la pared del gimnasio de su casa, su pija dura como el granito, ya que se castigó en el. 


Había tratado como el demonio no verla, pero sabía que había estado engañandose a sí mismo, pensando que estaba allí sólo para hacer ejercicio. Al verla se había convertido en una fascinación que no podía parar, no quería parar. Todo su cuerpo se movió y se balanceaba mientras pintaba, cada parte de su participación en lo que estaba creando. Era casi como verla hacer una danza exótica. La única cosa más caliente habría sido si ella se sacara la ropa mientras lo hacía. Pero tenía una imaginación muy viva, y condenado podía evocar las imágenes de su cuerpo haciendo precisamente eso mientras la miraba con lascivia, pretendiendo que estaba allí para hacer simplemente su entrenamiento diario, un entrenamiento que le tomó todo el maldito día. 


No es extraño que todo su cuerpo le doliera. Sí, él estaba acostumbrado a entrenamientos brutales, pero por lo general no duraban ocho malditas horas.


Sorprendentemente, estaba empezando a recibir las imágenes que estaba creando en esa pared. 


En un primer momento, se había resistido cuando ella había sugerido la pintura de una colección de sus fotografías de sus días de fútbol en el gimnasio. Pero Paula era apasionada de su trabajo, y que argumentó que debía celebrar su éxito como jugador de fútbol y todo lo que había logrado - Recuerda todas las cosas que ha hecho bien cuando estaba jugando - 


Ella le había recordado que el fútbol había sido una gran parte de su vida, y era mejor recordar las cosas agradables en lugar de detenerse en lo negativo. Había cedió, dejando rienda libre a hacer lo que quisiera.


Las imágenes la copia a partir de imágenes de sus días de gloria, y Paula les dio vida con su extraordinario talento. En lugar de hacerlo deprimido por lo que ya no podía hacer, las pinturas acentúan la camaradería del equipo, y los momentos conmovedores que había tenido con los chicos de los pumas. Todos ellos eran escenas felices, optimistas que lo hizo sonreír en vez de hacer que se sienta deprimido porque no podía jugar al fútbol más. La mayoría de los hombres que estaban con él en la pared se retiraron ahora, y Pedro sospecho que Paula sabía; que probablemente había investigado cada foto. El diseño era un tributo optimista para algunos grandes jugadores de fútbol que se habían mudado a hacer otras cosas con su vida.


Sonriendo en la oscuridad, Pedro se preguntó si su proyecto, en esa habitación en particular, era la manera de Paula de decirle lo bueno que era, pero tenía que seguir adelante. Todos sus diseños significaban algo, y estaba bastante seguro de que estaba tratando de una patada en el culo a aceptar la realidad y tratar con ella a través de su obra de arte en el gimnasio. Bueno, era trabajo, y sabía que tenía que encontrar un nuevo propósito en su vida. 


Sólo deseaba saber exactamente lo que fuera.


Se volteó hacia un lado, le dio un puñetazo a su almohada, determinado a dormir un poco. Él no iba a pensar en Paula acostada en su cama, justo al otro lado del pasillo de él. Se preguntó si ella todavía estaba usando el nuevo camisón que le había conseguido cuando estaba enferma, o si ella se había acostumbrado a lo que Magda y Mia le había comprado. Él tuvo que admitir, su hermana y Magda habían tenido mucho mejor gusto cuando se trata de ropa. Aun así, le gustaba ver a Paula con la ropa que le había comprado cuando estaba enferma, y que aún no la había visto usando aparte de las camisas y los pantalones vaqueros que le había comprado en Nashville, excepto para el día en que Magda, Mauro, y Mia habían venido de visita y se había puesto una de las camisas que su hermana le había comprado.


Su estómago gruñó, reverberando ruidosamente bajo las sábanas.


-¡Mierda! Tengo hambre - dijo con irritación, sabiendo que no iba a dormir pronto. Había quemado tanta energía en el gimnasio que su cuerpo clamaba por más comida.


Arrojó las sábanas y las mantas de su cuerpo y se puso de pie, caminando en su habitación hacia la puerta y tirando. Se detuvo por un momento, mirando a la puerta de Paula. Todo estaba oscuro, incluyendo su habitación. No había luz debajo de la puerta, y él encendió la luz del pasillo y se dirigió hacia abajo, deteniéndose bruscamente a la entrada de la cocina.


Pedro podía ver una pequeña porción de la luz que venía de la nevera, y se iluminó el rostro de Paula mientras miraba los contenidos dentro de la nevera con una expresión de anhelo en su cara.


¿Qué demonios está haciendo?


El permanecer en silencio, los minutos pasaban lento, parecía estar sufriendo por algo, pero no
agarró nada. Ella sólo se quedó inmóvil, con los ojos errantes por el interior de la nevera.


Incapaz de permanecer en silencio por más tiempo, Pedro encendió la luz, causando que Paula dejara salir un chillido de sorpresa y cerrar la nevera. Se llevó una mano a su pecho, ella le dijo con nerviosismo 


-Me has asustado.


-Lo siento. No fue mi intención asustarte. ¿Qué demonios estás haciendo? Y por qué no enciendes la luz? Te podría haber daño, por estar acechando en la oscuridad - se quejó, descontento con la idea de Paula cayendo por las escaleras porque no podía ver dónde diablos iba.


-Supongo que no pienso en eso - ella respondió, agitada  - Lo siento. Voy a volver a la cama.


-¿Tienes hambre? Estoy hambriento. ¿Quieres algo? - Preguntó, caminando a la nevera y abriendo la puerta. Paula se había asegurado de que la casa estaba bien abastecida con alimentos antes de su regreso de Nashville. No sólo había recogido las cosas que él le había pedido que consiguiera para Paula, pero había abastecido de provisiones porque había estado desaparecido durante dos meses haciendo un favor a su marido.


-Ya tomamos la cena - Paula respondió, cambiando de un pie a otro con nerviosismo.


-Sí. Y estaba delicioso. Pero eso fue hace horas. - Pedro miró a Paula con curiosidad. Ella había cocinado esta noche, haciendo para él un poco de comida tradicional de la India, y había comido la cena casera con avidez. Paula era una excelente cocinera, pero ella no había comido mucho. Ahora que lo pienso ella... ella rara vez lo hacía.-Soy un cerdo con la comida. ¿Has comido suficiente? - Se preguntó solemnemente.-Pensé que había sobrado comida.


-Has mencionado que te vas, para el almuerzo de mañana - ella dijo, incómoda.


Pedro pensó en las otras comidas. Había parrilla de la noche anterior, y que había comido poco después, también. 


-Quiero decir que me gustaría comer si todavía hay. Yo no soy exigente. Voy a comer casi cualquier cosa.


Paula se quedó muda, mirando hacia él, sus ojos oscuros confundidos. 


-Yo no quiero comer tu comida.


-Mierda - gruñó Pedro, pensado, finalmente, golpeando su cabeza dura. Él la agarró por los hombros ligeramente, dejando que la puerta de la nevera cerca de él-  Paula... Por favor dime que no están pasando hambre porque tienes miedo a comer.- Pedro sintió repentinas náuseas, formándose un nudo en el estómago. 


Algo estaba muy mal en esta situación, y la idea de que ella podría estar pasando hambre lo volvía loco.


Ella comenzó a alejarse mientras murmuraba


-Que, como…-


Pedro la agarró de la parte superior del brazo antes de que pudiera alejarse, dándole la espalda a él. 


-Dime que está mal. No comes mucho, y estás
demasiado delgada. Todavía te sientes enferma? 


Ella sacudió su cabeza. 


-No. No estoy enferma. Es sólo que no quiero comer más que mi parte - replicó ella, su voz radiante de vergüenza.-Pero a veces me da hambre entre comidas.


Pedro casi podía sentir el calor de su ira que irradiaba de su cuerpo. - Tienes que comer hasta que estés llena, y luego a comer de nuevo cada vez que tienes hambre. Comes como un maldito pájaro. ¿Por qué?


-Porque no quiero comer comida que no he pagado - respondió ella, con voz repentinamente a la defensiva y enojada.


Pedro la agarró por los hombros, sacudiéndola ligeramente. 


-¿Alguna vez tehe hecho sentir como que no seas un huésped en esta casa? Alguna vez te he negado todo lo que necesitabas? ¿Alguna vez te he hecho sentir como si no podías hacer cualquier maldita cosa que querías aquí? - Le preguntó con rabia, a pesar que la furia estaba dirigida a él mismo. Tendría que haberse dado cuenta de que ella no estaba comiendo lo suficiente. El problema era, que estaba acostumbrado a estar con Ana, y que comía, la gran mayoría de las veces ensalada y carne magra para mantener su figura de modelo, pero incluso ella había derrochado de vez en cuando.


-No. Nunca. No es eso, Pedro - ella respondió con voz trémula, la cabeza baja para que Pedro pudiera ver era la parte superior de su cabeza.


-Entonces, por amor de Dios, dime lo que es, porque con la idea de que tienes hambre me dan ganas de golpearme a mí mismo por no darme cuenta.


Paula levantó la cabeza lentamente, finalmente, mirándolo a los ojos. 


-Mis padres adoptivos utilizan dosis para alimentarme. Dijeron que sólo recibieron tanto dinero para ser mis padres adoptivos, y sólo podía tener lo que me asignaron porque la comida era cara. Los niños más pequeños, sus hijos, comieron la cena primero y yo he servido a la familia. Comí lo que quedaba, o mi parte... era menos.- Tomó un tembloroso aliento y continuó:- Hice lo mismo cuando estaba casada, tratando de ahorrar dinero en comida. Supongo que se convirtió en un hábito. Yo no estaba trabajando la mayor parte de mi matrimonio, por lo que no le quería causar a Ravi más gastos, sobre todo porque no estaba embarazada. Podía llegar a funcionar con menos alimento.


Pedro dio un puñetazo en la mesa de la cocina con fuerza suficiente para que la tabla reboté sobre sus patas delgadas de madera, por lo que Paula salto al oír el sonido violento. 


-¡Mierda! Dime que es una broma! - Rogó con rabia, rabia pulsante a través de su cuerpo. -Fuiste una sirvienta, maldición, para tu familia de acogida, y que comiste restos de comida? Entonces, hiciste lo mismo cuando te casaron... y tu marido nunca ha dicho nada? - Era incomprensible, y todo su cuerpo se estremeció de furia.


Ella se encogió de hombros. 


-Yo no quiero nada que yo no tenga derecho a
tener - dijo dócilmente. 


Pedro explotó. 


-Tienes derecho a comer, tenías derecho a la educación maldición porque tienes un talento increíble, tienes derecho a ser tratada como una hija amada y mujer. Eso incluye a tus padres de crianza idiotas y tu maldito ex marido asegurarse de que tienes todo lo que quieres y necesitas.


Cada uno en su vida había hecho un número de ella? ¡Jesucristo! La mujer necesitaba a alguien para enseñarle a sentirse digna, e iba a comenzar él.


Pedro sintió otra punzada de culpabilidad al pensar en la mirada de anhelo en su cara cuando él la había estado observando desde la puerta. Se había olvidado de ver que en algunos de sus hábitos, todavía estaba condicionada a
ser un ciudadano de segunda clase. Sus padres adoptivos habían sido malos, y su ex marido era un pinchazo egoísta.


-Siéntate -exigió en voz baja, llevándola a una silla y tirando de él hacia fuera de ella.


Se sentó, preguntando con ansiedad


-¿Estás enojado conmigo?


Pedro se agachó a su lado, pasando un brazo alrededor de su cintura. 


-Estoy enojado conmigo mismo.- Suspiró profundamente antes de continuar,-Quiero que comas, Paula. Quiero que comas cuando y lo que quieras. No hay tal cosa como comer sólo lo que crees que se merece y que pasas hambre en esta casa. Mis reglas. No me importa una mierda lo que alguien te ha dicho. Me mata, nunca pasamos hambre en mi casa - Se levantó y empezó a tirar cosas de los armarios y nevera.


-Yo no cocino mucho, pero hago un sándwich.


-Deja que te ayude.- Paula saltó de su silla .


-Siéntate - él respondió obstinadamente, empujando en su hombro hasta que su culo golpeó el asiento de la silla de nuevo.-Estoy sirviéndote este momento.


-Es tu casa. No deberías tener que hacer esto - Paula le dijo incómoda.


-Quiero - Él tenía que apilar los alimentos frente a ella hasta que pudo apenas ver por encima de la parte superior del montículo. Debía comer, y luego comía un poco más. Nunca quiso ver esa mirada de anhelo en su cara de nuevo a menos que fuera sexual. Y estaría más que dispuesto a saciar esa necesidad, también.



2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyyy por favorrrrrrrrrrr, lo mal que lo pasó Pau, menos mal que conoció a Pedro. Buenísima esta historia.

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  2. Pobre Paula... que vida tan dura le tocó

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