lunes, 16 de julio de 2018

CAPITULO 7 (TERCERA HISTORIA)




Paula estaba bostezando cuando él salió del baño, con el pelo todavía mojado, pero sintiéndose humano otra vez. Ella se hizo a un lado de la cama para que él pudiera meterse dentro. La cama era pequeña y hubiera resultado escasa para un hombre de su talla sin necesidad de otro cuerpo, pero en ese momento, le parecía el paraíso.


Arrimó la espalda de Paula contra él. Gimió en éxtasis. Rodeado de su aroma, sumergiéndose feliz en su esencia. Su corazón se agitaba y su cuerpo se deleitaba con una sensación que nunca creyó que volvería a sentir.


—Lo que he echado esto de menos —le susurró al oído, con voz grave, su mano buscando el cordón que apagaba la luz de la habitación.


Se sumieron en la oscuridad. Paula se distendió refugiada en él, acoplándose perfectamente a su cuerpo.


— No recuerdo no estar juntos, pero sé que yo
también lo echaba de menos. Te quiero —dijo Paula solemne, con voz pausada.


El cuerpo entero de Pedro se estremeció e, involuntariamente, estrechó. Le cubrió el vientre con la mano, apremiándola para que se acercase más a él. Eran las palabras que quería oír, que necesitaba oír. Mientras que Paula lo amara, nada en el mundo le importaba una mierda.


— Yo también te quiero. Pensaba que nunca volvería a abrazarte otra vez. —Se le entrecortó la voz, la emoción anudada en la garganta.


— No estoy segura de que mi enfermera apruebe esto —dijo Paula con una sonrisa.


— ¿A quién le importa? —murmuró él en su oído, inhalando el aroma de su pelo—. ¿Estás cómoda?


— Sí. ¡Qué bien hueles! —respondió con voz
seductora—. ¿Y tú, estás bien?


— Para nada. Las camas de hospital son aparatos de tortura. Pero, ahora mismo, no me arrancarías de aquí ni con explosivos —dijo—. Y le debo un buen regalo a Magda por la ropa limpia.


— Es maravillosa, Pedro. Estoy tan feliz de que la encontraras. ¿Cómo sucedió? —preguntó curiosa.


Pedro encogió ligeramente los hombros.


— El destino. O simplemente suerte. La vi en la boda de Simon y Karen y me recordó a una vieja foto de nuestra madre biológica. Esto me hizo indagar en mi pasado hasta que, finalmente, pude encontrar la prueba de que éramos hermanos.


Desgraciadamente, ella no fue adoptada y lo tuvo difícil. Ojalá y lo hubiera sabido antes. Yo era un bebé cuando fuimos separados y ninguno de nosotros recordaba al otro.


— Parece feliz ahora —observó Paula.


— Lo es. ¿Cómo no iba a serlo? Me tiene por hermano —respondió Pedro, riéndose entre dientes.


— Ya sé que está feliz de tenerte como hermano, pero me inclino por pensar que Samuel tiene algo que ver también —replicó Paula—. Se les ve felices. Magda me contó su historia. Nunca me imaginé que Samuel pudiera ser domesticado. Supongo que debajo de su apariencia de playboy, anhelaba a Magda. Supongo que Simon y Samuel han encontrado la felicidad. Me parece extraño que todo haya cambiado tanto. Es como si me hubiera ido a dormir y hubiera despertado en un universo alternativo. Pero me alegro que los dos hayan encontrado a su mujer ideal. Me alegro. Siempre me preocuparon los dos. Me gustaría que les pasara lo mismo a Kevin y Teo.


Pedro estaba furioso con Kevin, y Teo necesitaba una mujer que lo agarrara por los cojones y no lo dejara ir porque podía ser un imbécil de vez en cuando, pero respondió magnánimamente.


—Yo también lo espero. —Y era verdad, porque era lo que Paula quería. Kevin podría encontrar a la mujer de su vida para complacer a Paula… justo después de que él le diera una paliza por hijo de puta.


— ¿Te quedarás conmigo? Hasta que recuerde,
o al menos hasta que me haga al hecho de que no puedo recordar estos últimos años. —Su voz sonó nerviosa, atemorizada.


— Cariño, me voy a quedar toda la noche —le
recordó.


Paula negó ligeramente con la cabeza.


— Eso no es lo que quería decir. Me preguntaba si podrías posponer tus viajes de negocios. Sólo por algún tiempo. Los medios se van a poner las botas con esto y esperaba que pudieras quedarte conmigo mientras tanto.


La culpabilidad lo tensaba y le corroía las entrañas.


— Paula, no pienso ir a ninguna parte.


— ¿Y qué pasa con tu trabajo, tu plan de conquistar el mundo de los negocios y de la política? —lo interrogó Paula, algo confundida.


Así era. En algún momento quiso meterse en política, pero había abandonado el deseo por completo. Lo había ambicionado por razones equivocadas y se dio cuenta de que sería un mal político.


— Ya te dije que he cambiado. Ya no quiero las mismas cosas que quería entonces. —Dejó escapar un suspiro viril antes de continuar hablando—. Y he conseguido todo lo que quería conseguir en el mundo de los negocios. Ya no necesito viajar tanto. —De hecho la mayoría de sus viajes no habían sido críticos, pero no quería pensar en eso ahora—. Me temo que vas a tener que aguantarme.


— Me alegraré tenerte en casa —dijo Paula, bostezando—. Te echo mucho de menos cuando te vas. Necesito que me ayudes a acostumbrarme a todos los cambios que han tenido lugar. Ojalá y recobre la memoria sin más.


Pedro podría haberle dicho que entendía la
soledad que ella había sentido, pero dudaba que
pudiera asimilar exactamente cuánto la había echado él de menos, durante su matrimonio, cuando viajaba tanto, y durante los años que la habían mantenido lejos de él.


— No vas a tener la oportunidad de echarme de menos —le dijo, divertido—. También vas a estar rodeada de seguridad de ahora en adelante. No me discutas. Se acabó ir por ahí sin protección. Se acabó escabullirse. Estarás protegida en todo momento —dijo en un tono más severo.


— Sé que no debería estar de acuerdo, pero no voy a discutir. No esta vez. De hecho, me tranquiliza —admitió. Su voz sonó perdida en la oscuridad.


— Y tampoco te vas a exponer a los medios de información —sentenció inflexible—. Haré una breve declaración cuando la prensa lo averigüe y eso es todo lo que van a tener.


— Prefiero evitarlos por ahora. Al menos hasta que recuerde lo que pasó. —Paula cambió ligeramente de postura, restregándole el trasero contra la ingle—. Pedro, ¿estás…? —Su voz fue desvaneciéndose, dejando la pregunta sin terminar.


Sabía exactamente lo que le iba a preguntar.


— ¿Empalmado? Ajá. La tengo como una piedra. Me excita todo de ti y he estado solo por más de dos años, cielo. Así que tienes que dejar de moverte así —respondió—. Estate quietecita.


Su cuerpo dejó de moverse.


— ¿Tú nunca… con nadie… jamás? —Se paró y al instante continuó—. ¿Nunca dormiste con nadie mientras yo no estuve?


— No. Tampoco me follé a nadie. No tenía deseo de hacerlo con ninguna que no fuera tú — respondió llanamente.


— Pero, ¿no quisiste nunca…?


— Todo lo que quería era a mi mujer. Así que me desahogaba pensando en ti, porque no deseaba a nadie más—. Pedro pensó que si iban a empezar de nuevo, le iría mejor siendo completamente honesto. Paula y él nunca habían hablado de sexo tan abiertamente, pero quizás deberían haberlo hecho—. ¿Te sorprende?


Guardó silencio un momento, tan callada que
Pedro creyó que se había dormido antes de responder.


— De hecho, imaginarte así es estimulante. —
Sonaba seductora, sus palabras vibrando con un fóllame aquí mismo que nunca él había oído antes y casi lo hacen gemir de deseo frustrado—. Ojalá lo hubiera visto —añadió en un susurro, como si estuviera hablando para sí.


Su comentario fue cándido, sin rodeos y tan franco como fue el de él. Pedro no pensaba que su pene pudiera enervarse más, pero lo hizo. Se hinchó dentro del pantalón vaquero como abriendo las costuras. Nunca realmente se habían seducido con un jugueteo amoroso así de explícito y hacerlo ahora era como sentir su cuerpo en llamas.


— Duérmete y compórtate —le ordenó, el pene protestándole en desacuerdo.


— OK. ¿Me prometes que estarás a mi lado?


Se sintió como una puñalada que tuviera la necesidad de preguntarlo una segunda vez pero, teniendo en cuenta cómo había manejado las cosas en el pasado, no debería haberle sorprendido.


— Te lo prometo.


Pedro permaneció tumbado en la oscuridad, despierto, escuchando la respiración de Paula, que se iba aplacando y haciendo más profunda. Su cuerpo descansaba inerte en sus brazos y él se obligó a relajarse. Pensó que no se dormiría en esa incómoda posición, confinado a ese espacio, pero lo hizo. Y resultó ser el sueño más sosegado y tranquilo que había tenido en mucho, mucho tiempo.




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