miércoles, 29 de agosto de 2018
CAPITULO 19 (SEXTA HISTORIA)
Paula sabía que estaba condenada en el momento en que vio la expresión incrédula de Pedro. Toda la energía que había invertido para chantajearla y que se quedara allí con él había sido en vano. No iba a casarse, ni ahora ni nunca.
Tal vez ninguno de ellos sabía lo que estaba haciendo cuando se casaron, pero Pedro no era malvado y ella tenía la sensación de que no estaba intentando convencerla para que se quedara simplemente porque quisiera acostarse con ella. Su próxima boda tenía que haber tenido algo que ver con su decisión de casarse con ella cuando estaba borracho y de la consiguiente negativa a dejar que se marchara.
A Paula le costaba creer que sólo quisiera acostarse con ella.
—¿También mentiste sobre él? —rugió. Sus ojos centelleaban como llamas azules cuando se echó atrás para mirarla a la cara.
—Sí.
—¡Increíble, joder! ¿Por qué el novio falso? —Se la quitó del regazo y la clavó al sofá con su cuerpo—. ¿Por qué demonios tenías que mentir sobre eso? ¡Maldita sea! Quiero conocerte otra vez, Paula, pero no te entiendo, joder.
Dejar que la conociera era demasiado peligroso. De alguna manera, necesitaba alejarlo, aunque su corazón no quisiera.
—Por la misma razón. Mis hermanos siempre estaban intentando que saliera con cualquiera que conocieran cuando viajaban a Colorado. No quería que me emparejasen. Al final, me inventé a alguien. A pesar del hecho de que lo hago a menudo, en realidad miento muy mal. Me trabé cuando me preguntaron cómo se llamaba y se me ocurrió algo nada original. Entré en pánico cuando quisieron saber a qué se dedicaba, para quién trabajaba. Sabía que espiarían. Tuve que inventarme que estaba en paro.
—¿Y la ruptura antes de ir a casa de German durante las vacaciones?
—Teníamos que romper porque German quería que lo trajera conmigo. ¿Qué crees que habría dicho si mi novio desempleado no pudiera asistir a su fiesta de compromiso?
La proximidad de Pedro hacía que su cuerpo suspirase de deseo insatisfecho, pero su cerebro protestaba; el enfado de Pedro la sofocaba.
—Por favor, quítate de encima, Pedro—suplicó. Necesitaba distancia.
—¡Dios! —siseó él con vehemencia—. Todo acerca de ti es una mentira.
—Sí. —Respiró pesadamente. Se sentía atrapada por el hombre enfadado sobre ella, aunque sabía que nunca le haría daño—. Todo.
«Tengo que alejarlo. Es mejor que me odie».
A Paula le costaba alejarse de él. Necesitaba aire; necesitaba espacio.
—Pues ahora lo sabes. Nunca hubo ninguna razón para que te casaras conmigo y, desde luego, ninguna razón para que intentaras hacer que me quedara. —Lo empujó por el pecho, su cuerpo fuerte inmóvil como una pared de piedra.
—Oh, hay una razón por la que te quiero aquí ahora. Quiero acostarme contigo, Paula. Por alguna razón, no sacarte de mi sistema. Es posible que no me gustes mucho ahora mismo y está claro que no te entiendo, pero todavía deseo tu cuerpo —carraspeó Pedro, aparentemente no muy feliz con por ello.
—Quítate de encima. —Ahora Paula estaba jadeando, desesperada por alejarse. Su voz enojada y su cuerpo grande y firme la asfixiaban.
—Voy a quitarme de encima —le dijo amargamente—. Después de venirme dentro de ti.
—¡No! —Paula lo arañó para alejarse y jadeaba pesadamente. —No puedo. Para, Pedro. Por favor. —Las palabras salieron de su boca como una súplica desesperada.
—Dios. —Pedro se sentó y se rascó la cabeza con fuerza—. ¿Qué te pasa, joder? En un minuto tu cuerpo responde a mí como si me desearas tanto como te deseo yo y, entonces, unos segundos después, luchas para alejarte.
Paula se sentó rápidamente y se apartó el pelo de la cara con una mano temblorosa.
—No te deseo. Solo necesito salir de aquí, anular este matrimonio desastroso y seguir con mi vida. No quiero que se lo cuentes a mis hermanos, pero no puedo impedírtelo.
La mirada furiosa de Pedro la atravesó. Uno de los músculos de su mandíbula temblaba muchísimo.
Paula nunca había visto a Pedro tan airado.
—Vas a quedarte dos semanas. Cuando te vayas, nunca le diré ni una palabra a tus hermanos —exigió, la expresión facial fría y calculadora.
—No puedo. Ahora mismo estoy ocupada —intentó explicar. Ahora que Pedro sabía que su prometido era una farsa, ¿por qué seguía queriendo que se quedara?
—No me importa una mierda. Lo último que necesitas es estar ahí fuera cazando putas tormentas, aunque no sean tornados. Te quedas aquí. Acepta el trato o se lo contaré a todos y cada uno de tus hermanos y tendrás más gente pegada al trasero que el presidente de Estados Unidos.
«Vale. Ahora está intentando impedirme hacer mi trabajo porque es peligroso. Aunque accedí a no volver a cazar tornados, no quiere que cace ninguna tormenta en absoluto».
Paula se puso en pie, indignada y molesta. Tal vez a Pedro no le gustara cómo dirigía su vida, pero no tenía derecho a entrometerse.
—No puedo hacerlo sin anonimato —le explicó apasionadamente—. Aunque no cace tornados, todavía tengo un trabajo que hacer. Hay muchos
fenómenos meteorológicos extremos.
Pedro se puso en pie y la miró desde su altura.
Su fuerza como una torre pretendía intimidarla.
—Entonces supongo que eso es un problema. De pronto serás famosa, P. Chaves, la conocida fotógrafa se hará aún más conocida porque forma parte de la familia multimillonaria de los Chaves. Los medios de comunicación no hablarán de otra cosa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario