viernes, 31 de agosto de 2018
CAPITULO 24 (SEXTA HISTORIA)
Él la sostuvo así y perdió la noción del tiempo.
Su mano le acarició el pelo mojado y la espalda hasta que dejó de sollozar. Empujó con una mano los controles de la ducha y cerró el grifo antes de salir del cubículo. Ella permaneció de pie en la ducha, sin decir una sola palabra, mientras él la secaba con la toalla. Se secó brevemente el cuerpo con ella antes de desecharla.
Después la tomó en brazos y la llevó a la cama.
Ella temblaba cuando Pedro se metió en la cama junto a ella y la atrajo rápidamente contra su cuerpo.
—¿Quieres que encienda la luz? —preguntó con voz ronca, sin saber qué más podía hacer para ayudarla. La habitación estaba a oscuras, las contraventanas, cerradas; solo la luz del pasillo iluminaba muy tenuemente el dormitorio.
—No. —Lanzó una pierna por encima de la de Pedro y casi se subió sobre su cuerpo—. No me dejes, Pedro.
Él dejó escapar un suspiro tenso y la abrazó más fuerte.
—No me voy a ninguna parte. Te lo prometo.
Pedro tomó su decisión en ese preciso momento y lugar: nunca iría a ninguna parte si Paula lo necesitaba.
Sus instintos protectores se avivaron en el momento en que la oyó gritar y casi le dio un ataque al corazón. No sabía lo que había pasado, pero lo averiguaría. Ahora mismo, lo único que importaba era la mujer que había en sus brazos. Necesitaba que volviera a sentirse a salvo.
Pedro seguía despierto mucho tiempo después de que ella se hubiera quedado dormida, intentado mandar los demonios que la atormentaban de vuelta al infierno con su fuerza de voluntad. Finalmente, después de asegurarse de que dormía plácidamente en el refugio de sus brazos, Pedro durmió.
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