miércoles, 15 de agosto de 2018

CAPITULO 31 (QUINTA HISTORIA)






Paula se estudió en el espejo de cuerpo entero en su dormitorio. No fue hasta las cinco y media, pero ella estaba tan lista como iba a estar. El vestido rojo era simple, el escote un poco más de lo que por lo general le gustaba, y se aferró a sus caderas de manera que no creía que ella tenía tan buena figura. Pero ella pensó que parecía aceptable. Ella se había tomado el tiempo con su pelo y maquillaje, dejando su cabellera rubia acariciar su espalda y hombros. 


El dobladillo del vestido llegó casi hasta las rodillas, y las mangas tres cuartos tapó la erupción de los raspones. Los tacones de aguja de tres pulgadas hizo que caminara un poco con cuidado, pero estaría bien.


Paula deseó, no por primera vez, ser delgada y bonita. Suspiró mientras le daba la espalda al espejo, castigándose a sí misma por no cuidarse. Ella era simplemente iba a cenar con el jefe. Pedro mirándola con hambre en sus ojos, pero todavía tenía un tiempo muy difícil creer que un hombre como él la deseaba realmente, o por qué se hizo realidad. Tal vez estaba tan solo como ella estaba a veces. 


Incluso cuando había estado comprometida con Ricardo, se había sentido sola. Ella no había tenido realmente tiempo para pensar en ello entonces.


Tocó la cadena alrededor de su cuello mientras caminaba por las escaleras con cuidado, con el corazón aligerado mientras pensaba en Pedro y la fe que había tenido en ella cuando él le había dado el unicornio. Ella no lo hacía, ella no creer tener demasiada atención que Pedro le estaba dando. Aunque puede ser bueno para su ego, que no podía ser nada más que su comportamiento que aligerar su estado de ánimo, y tal vez un falso sentido de la responsabilidad de su accidente en el estacionamiento. 


Los hombres como Pedro Alfonso no estaban interesados en las mujeres como ella. 


Sí. Tal vez sería mejor para ella si él estaba en el medio las mujeres, pero tener una breve relación con él no sería bueno para ella. Dejaría sus sentimientos aún más vacíos cuando se hubiera terminado. Tenía que recordar eso.


El timbre sonó y sus ojos volaron al reloj. Venía veinticinco minutos antes. Su pulso se aceleró mientras caminaba hacia la puerta y agarró el mango, preguntándose si realmente debería haber enviado esa imagen de la ropa interior roja que llevaba. Había sido un impulso, un momento travieso raro en ella. Ahora, se preguntó lo que él diría.





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