jueves, 16 de agosto de 2018

CAPITULO 37 (QUINTA HISTORIA)




Paula perdió el balón entre sus cuerpos, tratando de deshacer del cinturón de Pedro, desesperada por darle el mismo placer magnífico que acababa de prodigarle a ella.


Tirando de la boca de la de ella, Pedro la agarró por la muñeca.


-No - dijo con voz áspera - Si pones esos bellos labios alrededor de mi pene, no voy a durar más de cinco segundos - Dio un paso atrás, su mirada se calienta sin dejar de ella cuando él se quitó los zapatos y los calcetines, sus pantalones y sus calzoncillos bóxer por sus piernas de una patada fuera de ellos.


-Dios, eres magnífico - Paula no pudo evitar que sus ojos recorrieran su cuerpo escultural, aterrizó la mirada en su enorme verga, llena de
sangre. Su cuerpo desnudo le quitó el aliento. 


Se humedeció los labios sensualmente, deseosos de saborearlo.


-Joder, Paula! No hagas eso. Sólo hay mucho que puedo tomar - exigió Pedro, agarrándola de la mano y la condujo a una mesa de altura de la
cintura, donde ella tenía sus plantas y adornos. 


Él puso las palmas de las manos sobre la mesa, haciéndola inclinarse.


-En este momento todo lo que necesito es cogerte - Sus manos ahuecadas en su culo, apretando las mejillas y acariciándolas -¿Tienes alguna idea de cómo este culo me ha torturado durante los últimos cuatro años?


No lo hizo, pero al escuchar el anhelo en su voz la hizo temblar.
-No - respondió ella con voz trémula.


-¿Sabes lo mucho que te quiero, Paula? - Él deslizó su mano entre sus muslos, deslizando un dedo a través de su humedad.


-Creo que sí - respondió ella con un gemido. 


Probablemente tanto como ella lo necesitaba en ese momento.


Se inclinó hacia delante, cubriendo su cuerpo con el suyo, con la boca junto a su oído.


-Te quiero tanto que apenas puedo respirar. Te he deseado durante años. Lo estás oyendo en mi voz, ahora. ¿Puedes entender lo hermosa que eres para mí? 


Paula podía sentir su erección entre sus muslos mientras se alejaba y ella lo agarró.


-Yo también te quiero.


-No tanto como yo te quiero - le dijo con voz ronca - Vas a ser mía ahora, Paula. Voy a saciarte hasta que no quieras a nadie más. Nadie nunca te necesitará como yo. Nadie te va a dar placer como yo lo haré.


-Pedro, por favor - Paula rogó, necesitándole dentro de ella en este momento.


Agarró un puñado de su pelo y le echó la cabeza hacia arriba.


-Mírate. Dime te ves tan hermosa en este momento.


Paula se encontró con su propia cara en el espejo oval delante de ella, con el rostro devastado por el deseo. Sus ojos se encontraron con los de Pedro en el espejo, su expresión cruda y salvaje. En ese momento, se veía hermosa en su necesidad dado a conocer, y que la hacía sentir de la misma manera.


-Me veo como si necesitara ser follada - ella le dijo sin aliento. En realidad no reconoció a la mujer aturdida y salvaje que le devolvía la
mirada.


-Sí. Me necesitas dentro de ti. Y eso es lo más precioso que he visto nunca - Pedro le dijo con voz ronca.


Él le sostuvo la mirada mientras la penetraba, enterrándose hasta sus bolas con un gemido. 


Paula dejó escapar un grito de alivio mientras la
llenaba, la estiró hasta que no pudo sentir nada más que él. Pedro fue el dominio de su cuerpo, llenando sus sentidos, y ella apenas mantenía la
cordura.


-Oh, Dios - gimió, incapaz de formar cualquier pensamiento coherente.


-Te sientes tan jodidamente bien, Paula. Dime lo que quieres - le exigió.


-Tú. Sólo tú - respondió ella, gimiendo mientras Pedro la sacó casi en su totalidad y le acarició la espalda de nuevo en el interior, llenando cada espacio vacío en su interior.


Bombeó sus caderas de nuevo.


-¿Quieres que te haga llegar, Paula? - Su voz sonaba áspera junto a su oído.


-Sí, Pedro. Por favor.


-Pregunta por ello. Toma lo que necesitas de mí. Mereces que te de todo el placer. ¿Lo entiendes?


-Sí. Sí. - Pedro la hizo sentir como ella se merecía el mundo.-Déjame venir. Lo quiero. Te deseo -dijo ella con avidez.


-Así es, cariño. Se exigente. Toma el placer que mereces.- Pedro se enderezó, con los ojos fijos en su cara mientras se miraban el uno al otro en un sueño en el espejo.-Sigue buscando en mí. No te detengas.


Le soltó el pelo y la agarró de las caderas, su pene chocando contra ella una y otra vez mientras agarraba su cadera con una mano y la otra se deslizó por su abdomen, su dedo deslizándose en su humedad.


Paula observó el rostro de Pedro, hipnotizado, su expresión se alternaba entre la agonía y el éxtasis mientras se enterraba dentro de ella una y otra vez. Ella gimió cuando tomo su clítoris, con los ojos cerrados momentáneamente sintió una sobrecarga de sensaciones cuando ella empujó sus caderas hacia atrás con cada golpe de su martillo, enterrándolo aún más profundo.


-Mírame, Paula. Ven por mí. Quiero verte. Cede a esto. Cede a mí. Déjalo ir.


Fue demasiado. Ella abrió los ojos y se clavó por la intensa mirada de Pedro, comandando. 


Golpeó sin piedad, y su orgasmo la atravesó, cada terminación nerviosa pulsante mientras ella gritaba.


-Pedro!


-Siempre serás mía - Pedro se quejó mientras inclinaba su cuerpo sobre el de ella de nuevo. Le
movió el pelo a un lado, con la boca succionó en la parte posterior de su cuello antes de que él le dio un bocado sensual que le hizo chillar.


No fue suficiente para romper la piel de Paula, pero la carnalidad de la acción intensificó su orgasmo hasta que las paredes interiores de su
canal se cerraron y apretaron con fuerza alrededor de la polla de Pedro, como si quisiera mantenerlo empalado en su interior para siempre.


Los codos de Paula cedieron y su cabeza cayó encima de sus brazos mientras observaba la cabeza de Pedro caer de nuevo, los músculos de la flexión del cuello mientras gemía, inundando su vientre con su liberación caliente mientras sostenía sus caderas con fuerza contra él.


-Mia - gruñó, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo y tirando de ella hacia arriba y hacia atrás para apoyarse contra él. Dio un paso
atrás y se dejó caer en el sofá, con ella encima de él, rompiendo su caída. Girando su cuerpo por lo que fueron pegados el uno al otro, la envolvió con sus brazos, sus piernas enredadas, la cabeza en su hombro.


Paula jadeó mientras ella disfrutaba de la subida y la caída irregular de la respiración de Pedro,
sabiendo que había estado tan afectado por lo
que había sucedido como lo ella.


-Sólo sacudiste mi mundo, sr Alfonso - dijo sin aliento. Ni en sus más locas fantasías podría alguna vez haberlo visto a su solemne, sin sentido como un jefe, apasionado, intenso, amante, dominante.


Su mano se conecta con su culo con un fuerte golpe. Le picó, pero realmente no le dolió.


-Pedro - ha insistido - Sr. Alfonso se aplica a más de una persona. No quiero que olvides que apenas te he follado hasta dejarte sin sentido.


En realidad había enroscado por completo sin sentido, pero respondió con descaro.


-¿Y usted? No me di cuenta.


Golpeó el culo de nuevo.


-Lo notaste. Y vas a seguir notándolo hasta que la única voz que escuches sea mi que te dice lo mucho que quiero cogerte.


Paula atravesó una mano en su pelo, acariciando los filamentos gruesos entre los dedos.


-Gracias. Nunca me he sentido así antes - ella le dijo en serio.


-¿Cómo?


-Sexy. Querida. Hermosa - admitió en voz baja. -Nunca olvidaré esta noche.


-No, no lo harás. Debido a que vamos a hacerlo cada maldita noche - exclamó Pedro.-Quise decir lo que dije, Paula. Eres mia ahora. Yo no voy a dejarte ir.


Oh Dios. Paula quería ser suya, pero ella estaba tratando de establecerse a sí misma libre. Pedro Alfonso podría quererla en este momento, y él le había ayudado simplemente por darle un sabor bueno, tal vez una fiesta de deseo. Pero ella era su empleada, su ayudante.


Pedro, soy su empleada. No podemos simplemente seguir teniendo un romance.


Pedro se sentó, causando a Paula a tener que ponerse de horcajadas sobre él.


-Mierda que no podemos. Y no es un asunto. Es como si los dos tuviéramos unidos.


-Entonces, ¿Cómo lo llamas? - Preguntó con curiosidad Paula.


-Una maldita fantasía que se hizo realidad - Pedro le dijo con obstinación.


-Y cuando termina la fantasía? - Paula disparó hacia él.


-No lo hará. No, siempre - Pedro le dijo tercamente.-¡Cristo! Si pudiste pasar cinco años con un hombre que no nunca nada por ti, ¿por
qué no puedes tratar con un hombre que se preocupa por ti y te quiere?


Paula miró la cara de Pedro, el dolor en sus ojos.


-Lo siento. Supongo que estaba esperando que la novedad de cogerse a la secretaria se disipara y verme herida de nuevo. No eres tú. Soy yo, Pedro. Tengo miedo de intentarlo de nuevo tan pronto.


-Me moriría antes de hacerte daño, Paula - él le dijo con voz ronca, su mano acariciando su espalda con aire ausente.


Un enorme bulto alojado en su garganta, ya que de repente se considera por qué no daría lo que estaba pasando entre ella y Pedro la oportunidad de crecer. Se creía que no merecía un tipo que le importaba?¿Pensaba que Pedro no le importaba? Sea cual sea su razonamiento, era autodestructivo y ridículo. 


Él era un hombre como cualquier otro. Sí... él era uno de los hombres más ricos del mundo, pero decidir únicamente sobre la base de ese hecho era simplemente estúpido. Ahora sabía que era un buen hombre debajo de su brusco exterior solemne. Y ella ya se preocupaba por él. Y él le mostró más preocupación que cualquier otra persona en su vida. Tal vez esa era la parte realmente aterradora.


-Creo que simplemente no estoy acostumbrada a alguien que se preocupa por mí. Pero me gustaría acostumbrarme a ello - ella admitió vacilante. Y quería que se preocupen por Pedro a cambio. Necesitaba para iluminarlo, y si él lo admitiría o no, que necesitaba a alguien que se preocupaba por él y no su línea de fondo. 


Y eso era algo que podía y habría que darle.


El llegar a abrirse a ella no sería fácil, y no tendría un tiempo fácil ser vulnerable a él. Pero no podía llegar valer la pena el riesgo? 


Paula levantó una mano y le acarició la mandíbula áspera.


-¿Me dejas que me preocupe por ti, Pedro? - Ella contuvo el aliento, aterrorizada por sí misma
dejando en bruto y vulnerable a este hombre,
pero queriendo tomar el riesgo.


Él le cogió la mano y la besó en la palma de la mano.


-Cuídame, Paula. Te necesito.


Paula dejó escapar el aire, el alivio inundo su cuerpo. Sin darse cuenta le permitió revelar su vulnerabilidad a ella. Para un macho alfa intensamente orgulloso como Pedro, su riesgo era tan grande como el suyo propio.


-Me temo que es demasiado tarde para empezar. Yo ya estoy cuidándote - susurró en voz baja.


Sus ojos oscuros la inmovilizaron con una mirada posesiva, pero sucedió algo milagroso al mismo tiempo. Por primera vez desde que lo había conocido, Pedro Alfonso le dio el más feliz, más sincero, y la sonrisa más amplia que jamás había visto, y ella supo que estaba perdida por completo. Y, al ver su hermosa expresión, casi infantil, Paula decidió que sin duda valía la pena el riesgo.




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