lunes, 10 de septiembre de 2018

CAPITULO 1 (SEPTIMA HISTORIA)




«Encuentra y seduce a Marcos Alfonso». 


El firme objetivo de Paula Chaves le retumbaba en la cabeza mientras daba vueltas a la pajita en su vaso de té helado.


Recorrió con la mirada el lujoso bar de Rocky Springs Resort. Su primer día allí, en el paraíso de los turistas de invierno en Colorado, había sido un fracaso épico.


No había divisado ni una sola vez a Marcos, el mayor de los icónicos hermanos multimillonarios Alfonso, y ni siquiera había conseguido averiguar su paradero.


Lo único que había conseguido de aquel día era un desagradable mareo cuando bajó al gimnasio del resort a hacer su riguroso entrenamiento habitual por la mañana, obviamente provocado por la falta de ajuste a la altitud de allí, en el campo a gran altura de Colorado.


«Brillante».


Había aflojado el ritmo de su entrenamiento del día y empezó a beber tanta agua como podía. 


Era fundamental que no tuviera ninguna debilidad ahora y necesitaba ajustarse a la altura tan rápido como fuera posible. Ya había empezado a encontrarse mejor, así que supuso que su cuerpo de persona de la llanura estaba haciendo los ajustes a estar en algún lugar en mitad de la cordillera frontal de las Montañas Rocosas.


Al mirar a su alrededor, lo único que veía era una marea de personas que parecían recién llegadas de las pistas de esquí. Tenían las caras rojas del frío e iban ataviadas principalmente con ropa para la nieve: abrigos y pantalones para esquiar, suéteres y bufandas. Algunas de ellas incluso tenían los esquís apoyados contra la pared mientras charlaban con una bebida caliente en la mano.


«¿Cómo sería ser uno de estos turistas? A los treinta años, ni siquiera recuerdo haber tomado vacaciones ni cuándo fue la última vez que hice nada simplemente para divertirme».


Paula se sentía fuera de lugar con un vestido negro de cóctel, especialmente teniendo en cuenta que apenas eran las cuatro de la tarde. 


Pero tenía una misión e iba vestida para el objetivo que quería cumplir. Cruzó las piernas largas y esbeltas, se echó el pelo rubio hacia atrás por encima del hombro con un gesto informal y estudió a las personas mientras elaboraba otro plan frenéticamente.


«Si no encuentro a Marcos Alfonso, tendré que hacer que él venga a mí de alguna manera».


Sinceramente, Paulaa preferiría estar en casi cualquier otro lugar que donde estaba en ese preciso instante, en lo que parecía ser un enorme y fabuloso patio de juegos para ricos. 


Detestaba el vestido coqueto y los altos tacones que llevaba, símbolo de poder: zapatos que casi hicieron que cayera sobre su trasero al salir del ascensor y quedarse enganchado el tacón de aguja del zapato con la pequeña abertura de metal que alojaba la puerta corredera. Por suerte, estaba sola en el ascensor y nadie había visto su entrada no muy elegante al vestíbulo.


«Gracias a Dios, nadie me vio. Tengo que actuar como si estuviera perfectamente cómoda aquí, aunque no lo esté. Tengo que encontrar a Marcos Alfonso. Pero, en realidad, ahora mismo preferiría estar en casa en mi apartamento diminuto con varias cajas de comida china, un buen libro y un poco de chocolate».


Estaba hambrienta, pero había echado un vistazo a los precios del menú que había fuera del distinguido restaurante del resort y estuvo a punto de atragantarse. La cena tendría que esperar hasta que pudiera conducir a la ciudad.


El precio de una habitación básica allí, en el resort, ya era bastante malo: una noche costaba más que todo su alquiler de un mes. No se trataba de que no pudiera pagar la cena allí; no quería hacerlo. Era muy probable que se quedara con hambre al salir del restaurante. El lugar elegante parecía uno de esos restaurantes con porciones caras y diminutas que no iban a saciar su apetito. A Paula no le importaba una mierda la presentación de su cena; le importaba si la comida era abundante y buena… o no. La irritaba salir de un restaurante con la cartera mucho más ligera y el estómago aún rugiéndole. ¿De qué servía un plato bonito y un aroma delicioso si sólo tomaba unos bocados a un precio astronómico?


«No hay muchas razones para pasar mucho más tiempo aquí. Es hora de cambiarme de ropa y dirigirme a la ciudad para la cena».


Obviamente, el mayor de los hermanos Alfonso no pasaba mucho tiempo allí, en el resort. Por lo visto, ninguno de los Alfonso lo hacía. Como mínimo, había esperado toparse con la madre de Marcos, Ailyn Alfonso, una mujer de quien se decía que pasaba mucho tiempo dirigiendo el resort. Por desgracia, no había atisbado a ninguno de los Alfonso en todo el día. Y los reconocería a todos y cada uno de ellos a la vista, aunque no conociera personalmente a ninguno. Había estudiado bastantes fotografías de aquella acaudalada familia en particular.


—Te invitaría a una copa, pero no parece que hayas hecho mucho con la que ya tienes. —Un barítono grave y sexy reverberó detrás de Paula, sorprendiéndola lo suficiente para hacer que casi hiciera caer su vaso.


Sorprendida porque el hombre se había aproximado a ella desde atrás, Paula se volvió cuando por fin divisó a un chico con el que no le importaría hablar: «Pedro Alfonso».




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