lunes, 10 de septiembre de 2018

CAPITULO 3 (SEPTIMA HISTORIA)





A Paula se le cortó la respiración al oler su aroma masculino. Olía a aire fresco, a pino y a hombre almizclado, y era embriagador. Se elevaba como una torre por encima de ella. Aunque Paula llevaba tacones de ocho centímetros, seguía sintiéndose indefensa con él tan cerca de ella, y de pronto se sintió vulnerable de una manera en que nunca se había sentido antes. No asustada, pero definitivamente expuesta.


Durante un momento, pensó que él iba a besarla, pero no lo hizo. Sus labios se acercaron para descansar junto a su oído y le dijo con voz ronca:
—Cualquier hombre que se aleje de tu lado no merece que te lo pienses dos veces. —Pedro se enderezó, le tomó ligeramente el mentón y lo giró hacia arriba para que sus ojos se encontraran—. No dejes que ningún tipo te líe la cabeza. No lo merece.


Paula cayó en las profundidades grises ahumadas de sus ojos durante un momento, fascinada. Su afirmación había sido enfática, sincera y había conmovido su alma. En realidad había pasado tiempo desde que tuvo ese novio infiel, pero realmente había existido. Desde entonces no había confiado en ningún otro chico.


—Yo… intentaré recordarlo —balbuceó torpemente, hundiéndose momentáneamente en su mirada ardiente.


«¡Contrólate, Chaves! Recuerda para qué estás aquí. Mantén la mirada en el premio», pensó.


—Recuérdalo —respondió Pedro con voz ronca.


Paula apartó la mirada y se alejó de Pedro antes de dar la vuelta y apresurarse hacia el ascensor. Pedro no la siguió, pero sintió que su mirada seguía sus movimientos cuando entró en el ascensor —por suerte, esta vez sin tropezar con los tacones— y apretó el botón de su planta con más fuerza de la necesaria.


Necesitó todo su autocontrol para no mirarlo de nuevo mientras se cerraba la puerta del ascensor con un zumbido.


Sola en la lujosa cabina, se apoyó contra la pared y dejó escapar un suspiro tembloroso de alivio.


«¿Qué demonios ha sucedido?», se preguntó.


Tenía un objetivo, un propósito, y Pedro Alfonso no formaba parte de ese plan.


Ahora que había conseguido lo que quería, Pedro ya no le servía de nada. Era un hombre al que ahora debía evitar.


Marcos era su objetivo y tenía que asegurarse de centrar toda su atención en el mayor de los hermanos Alfonso. Tenía que abrirse camino al cariño de Marcos Alfonso engatusándolo.


El ascensor tintineó cuando llegó a su planta y Paula se apresuró a su dormitorio, escapando al interior con la compostura intacta y de nuevo firmemente enfocada en su objetivo.




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