lunes, 3 de septiembre de 2018
CAPITULO 35 (SEXTA HISTORIA)
Paula rebuscó en su bolso, hizo caso omiso de la tarjeta de crédito que Pedro le había dado antes de dejarla en su expedición de compras en la ciudad de Rocky Springs y, en lugar de esta, sacó su propia tarjeta. Se la entregó al amistoso hombre mayor tras el mostrador, contenta de haber encontrado casi todo lo que quería y más.
La tienda de artículos deportivos tenía una amplia variedad de material de senderismo, ropa y otros artículos que quería comprar. Pedro le había entregado dubitativo las llaves de su coche de alquiler, como si pensara que fuera a escaparse.
«Como si de verdad fuera a dejar a un hombre que me proporciona los orgasmos más increíbles que he experimentado nunca».
Quería más, mucho más, y había compartido con él ese pequeño secreto al quitarle las llaves, lo cual fue premiado con una sonrisa de esas que derriten el corazón y un beso que quitaba el aliento antes de salir de la casa de invitados.
Después de firmar la compra, la llevó al coche, abrió el maletero apretando un botón y la guardó en lugar seguro, en el espacioso maletero del todoterreno negro. Cuando el portón empezó a cerrarse, sonrió con superioridad al percatarse de que aunque el Escalade era un coche más caro que el suyo, probablemente era el automóvil más barato que Pedro había conducido nunca. En aquella zona había muy poca necesidad de coches deportivos caros, y probablemente era lo único disponible en la pequeña ciudad.
A Pedro siempre le habían gustado los coches de alto rendimiento y uno de sus pasatiempos cuando era adolescente era restaurar coches deportivos clásicos. Se preguntaba si seguía haciéndolo o si había dejado el pasatiempo porque podía permitirse cualquier coche que quisiera completamente restaurado.
Paula se detuvo, miró a ambos lados de la calle y sonrió al divisar una fábrica de chocolate gourmet. Esa tendría que ser su última parada o el chocolate se derretiría antes de que volviera con Pedro.
Rocky Springs era una encantadora ciudad de montaña que le recordaba a varias otras ciudades pequeñas y pueblos de Colorado. La zona del centro, la calle principal, era una colección de tiendas útiles y eclécticas, principalmente pequeños negocios y tiendas de especialidades.
Al no ver lo que quería, entrecerró los ojos hacia la luz, intentando ver lo que había al otro lado de la calle.
—Pareces perdida —dijo afablemente una voz femenina y amistosa.
Paula volvió la cabeza para mirar a la mujer, una bonita morena con el pelo negro como el carbón que le caía en una cortina larga y lisa por los hombros y la espalda. Los labios color carmesí de la mujer estaban curvados en una sonrisa, sus ojos ocultos tras unas gafas de sol que resplandecían bastante con diamantes de imitación. Quienquiera que fuera, era de una belleza exótica, incluso vestida con una sencilla camiseta roja de algodón y unos pantalones, parecidos al atuendo que se había puesto Paula antes de salir de la casa de invitados.
Paula le devolvió la sonrisa.
—Estoy de visita. Me hospedo en el resort y mi… —Dudó antes de proseguir—. Mi marido quiere llevarme a cenar. No tengo vestido. Estaba buscando una tienda de ropa de señora.
—¿Te hospedas con nosotros? —La sonrisa de la mujer se ensanchó—. Soy Chloe Colter. Vivo en el resort. —Le ofreció la mano de buena gana.
Paula se la estrechó.
—Paula Chaves—respondió automáticamente. Al apartar la mano, estudió a la mujer socarronamente—. Tú eres la hermana de Gustavo. —La preciosa mujer menuda no se parecía en nada a Gustavo Colter.
La mujer se quitó las gafas de sol.
—Lo único que compartimos son los ojos de los Colter —respondió Chloe con una risita al revelar los mismos ojos grises ahumados de largas pestañas que Gustavo—. Y ahora tú eres Paula Alfonso, entiendo. Felicidades por tu boda. Gustavo pasó ayer por casa y nos contó a Mamá y a mí que Pedro Alfonso se había casado y que se hospedaba aquí. Las dos nos moríamos por conocerte.
«Realmente soy Paula Alfonso. Al menos durante un tiempo». Seguía estupefacta al oírse llamar por su apellido de casada y ni siquiera se le había ocurrido presentarse con el apellido de Pedro.
Mientras se recuperaba después de reconocerlo, se percató de que mirar a Chloe a los ojos era como mirar a Gustavo.
—Tenéis los ojos exactamente iguales —contestó Paula, sorprendida.
—Los cinco tenemos los mismos ojos —respondió Chloe—. De hecho, Gustavo es el hermano rubio raro, en más de un sentido. El resto de mis hermanos tienen todos el pelo oscuro, como yo. Él se parece a mi difunto padre. El resto de nosotros nos parecemos a Mamá. —Chloe volvió a ponerse las gafas de sol y señaló al otro lado de la calle—. Hay una tienda muy agradable cruzando la calle, a la izquierda, unas manzanas más abajo. Te acompaño. —Al volverse, volvió la cabeza de inmediato—. ¡Santo Dios! Tu anillo es imponente.
Paula sostuvo en alto la mano izquierda.
—Lo es —reconoció—. Pedro tiene un gusto exquisito. —Se sintió un poco avergonzada al recordarse a sí misma que no lo llevaría por mucho tiempo, pero dejó que Chloe tomara su mano. La mujer la giró en distintos ángulos para admirar el diamante.
Chloe resopló.
—Obviamente. Y ya sabemos que tiene fondos interminables. Pero ha hecho una elección fenomenal. Es imponente sin ser demasiado llamativo. Estoy prometida, así que miré muchos anillos.
Los ojos de Paula miraron automáticamente la mano izquierda de Chloe. Se percató de que estaba desprovista de anillo.
—¿Todavía no te has decidido?
Chloe suspiró. Dejó caer la mano de Paula y le hizo un gesto para que caminase con ella—. Javier quiere esperar para comprar un anillo.
Una risa sorprendida se escapó de los labios de Paula.
—¿Tu prometido se llama Javier?
—Sí.
—Yo tuve un prometido que se llamaba Javier. —Paula no pudo evitar reír mientras las dos mujeres cruzaban la calle. El sol de Colorado caía de lleno sobre ellas mientras se apuraban a cruzar la calle durante una interrupción en el tráfico. Paula se detuvo al llegar bajo la sombra del toldo sobre las tiendas al otro lado de la calle.
—¿Por qué te ríes? Obviamente habéis roto —preguntó Chloe con curiosidad.
Paula sacudió la cabeza mientras caminaban tranquilamente por la acera pavimentada.
—Es una larga historia —le dijo a Chloe, la voz salpicada de humor.
—Cuéntamela —insistió Chloe.
Al mirar a la mujer junto a ella, a Paula se le aligeró el corazón. Sentaba bien estar en compañía de otra mujer que realmente conocía su identidad.
Aparte de David, nunca había tenido amigos realmente, por pura necesidad.
Era difícil unirse a las personas cuando no podías hablarles mucho de tu vida.
Estaba sola y tranquila en Aspen. Ni siquiera sus vecinos sabían quién era de verdad, y había sido una existencia muy aislada y solitaria.
Inspirando hondo, le contó a Chloe la historia de su falso prometido, pero solo reveló la parte de querer evitar que sus hermanos se entrometieran en su vida. La otra mujer se detuvo ocasionalmente, casi doblada de la risa, y se compadeció de que perteneciera a una familia rica y de tener hermanos sobreprotectores.
Para cuando su excursión de compras terminó, Paula se sentía como si hubiera hecho una nueva amiga, y aquello sentaba increíblemente bien.
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Wowwwwwww re intensos los 3 caps.
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