viernes, 7 de septiembre de 2018

CAPITULO 47 (SEXTA HISTORIA)




Paula encontró la senda de vuelta a la casa de invitados y la siguió. Su mente se distrajo pensando en Pedro, otro hombre prácticamente imposible de ignorar.


«Un hombre al que no quiero ignorar».


Estaba dolida, pero tal vez Gustavo tuviera razón en cuanto a algunas cosas.


Realmente ya no quería volver a cazar tormentas todo el tiempo. Le encantaba tomar fotografías de fauna salvaje y estaba lista para otro reto. Años de ver la devastación que esas fuerzas de la naturaleza llevaban a las vidas de la gente le habían pasado factura. El agotamiento la golpeó poco después de volver al terreno tras su secuestro y podría haber renunciado entonces. Había demostrado que podía hacerlo. Pero realmente no había nada ni nadie más en su vida, de modo que siguió haciendo lo que sabía. Quizá estuviera huyendo, desconectándose.


Cuando estaba a mitad de camino de su casa, se desvió por otra senda, una que no había seguido antes.


«Todavía no estoy lista para enfrentarme a Pedro».


El camino era más exigente, las pendientes empinadas y rocosas hacían que escogiera su camino hacia abajo con cuidado.


Perdida en sus pensamientos, siguió avanzando hasta que el sendero hizo que serpenteara entre unas formaciones rocosas y terminó en un cañón, una zona sin ninguna otra salida.


Buscó con la mirada otra hendidura en las paredes verticales de roca mientras caminaba por el gran cañón, pero no vio ninguna. Iba a verse obligada a volver por el camino por el que había llegado.


—Maldita sea —susurró, enfadada consigo misma por permitir que sus pensamientos rebeldes la distrajeran e hicieran que se alejara de los caminos trillados.


Cuando se dirigía de vuelta al otro lado del cañón después de no encontrar escapatoria, resbaló en una pendiente de roca y cayó al instante con un grito de dolor.


Se sentó y estiró el tobillo que se había torcido al caer; el dolor era casi insoportable. Se puso en pie con dificultad, pero volvió a caerse, incapaz de apoyar el peso sobre la pierna lesionada.


Se había ido sin teléfono móvil, aunque de todas maneras no era como si fuera a encontrar cobertura al fondo de un cañón. Mientras gateaba hasta una zona donde las rocas debajo de ella no le hicieran daño, se mordió el labio de dolor. Plantó el trasero en una zona cubierta de hierba, jadeando, y se preguntó qué demonios iba a hacer. No estaba tan lejos de la casa de invitados. Había estado prestando atención ligeramente a la dirección hacia donde iba mientras su cabeza deambulaba.


—Es llegar allí lo que va a ser un problema —musitó para sí misma. Intentó levantarse una vez más y fracasó cuando intentó caminar. Tuvo que quitarse la bota debido a la inflamación del tobillo lesionado.


Al ver el tamaño del tobillo, supo que la lesión no le permitiría caminar pronto. Con opciones limitadas, Paula decidió que descansaría unos minutos e intentaría gatear y acercarse tanto como pudiera al sendero principal. Allí tendría más posibilidades de que la encontraran.


«Por favor, quiéreme lo suficiente como para estar buscándome, Pedro».


Gustavo podría tardar un tiempo en darse cuenta de que había desaparecido, posiblemente días o incluso una semana y, para entonces, podría ser demasiado tarde.


Paula se sacudió el miedo y se preparó para un intento de salvarse muy largo y muy doloroso.




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