miércoles, 18 de julio de 2018
CAPITULO 16 (TERCERA HISTORIA)
Magda entró en la sala de espera,
resplandeciente de felicidad.
— Es preciosa. Tres kilos y medio y perfectamente sana —anunció, abrazando a su marido, que se había levantado en ese momento.
— ¿Karen está bien? —preguntó Samuel
preocupado.
— Está bien. Agotada, pero bien —respondió
Magda—. Si puedo sacarlo de ahí, le diré a Simon que traiga a la niña para que la veáis.
Paula se levantó
— Estoy segura de que es un padre orgulloso —
comentó risueña.
— Lo será. Ahora está algo desvaído. No pensé que iba a aguantar todo el parto. Karen estaba más serena que él —dijo Magda divertida, dando un beso en la mejilla a su marido.
Todo el mundo estaba de pie y hablando a la vez, maravillándose del nacimiento de la primera nieta de Helena y la nueva sobrina de Samuel. Pedro cogió a Paula de la mano, apretándola, para tenerla a su lado, protector.
Con una palmada en la espalda a Samuel, se dirigió a su amigo, bromeando.
— Luego te toca a ti, colega.
La sonrisa de Samuel se apagó y su piel bronceada se tornó pálida al mirar el vientre de su esposa.
— No creo que pueda resistirlo —le dijo a
Magda, lleno de pavor.
— Tú no tienes que hacer nada. Yo tengo que hacerlo —respondió Magda con calma—. Ya que todos estáis aquí, creo que lo podemos decir. Samuel y yo estamos doblemente felices. Vamos a tener mellizos.
— ¡No! —Paula oyó a Pedro murmurar entre dientes. Estaba tan cerca que lo pudo oír. Le apretó la mano, advirtiéndole que no mostrara preocupación. Era obvio que Samuel estaba ya lo suficientemente preocupado.
Samuel se sentó, pálido, como si necesitara poner la cabeza sobre las piernas para no desmayarse. Por algo estaba tan preocupado por el parto. Paula sonrió a Magda, cuya felicidad se le dibujaba en la mirada.
Obviamente, su cuñada estaba radiante de felicidad.
Rodeándola con los brazos, Paula le habló al oído.
— Enhorabuena, Magda. Ayudaremos a los chicos a pasar el trago —dijo divertida, aunque no estaba segura de que no fuera del todo cierto.
— Samuel apenas acaba de saberlo —admitió
Magda, devolviendo el abrazo—. Se hará poco a
poco a la idea.
Las dos miraron a Samuel, su rostro blanco como la cal.
—O no —dijeron a la vez, riendo, cuando Helena se sumó al abrazo femenino, dejando que los hombres sopesaran la tortura de dar a luz gemelos.
Paula y Pedro esperaron hasta que pudieron ver al bebé antes de irse, saliendo de la mano del hospital después de ver a la adorable hija de Simon y completamente rodeada del servicio de seguridad de Pedro para mantener a la prensa a raya.
— Me encantaría tener un hijo contigo —dijo meditabunda.
— Cariño, no puedes decir algo así y esperar que no haga nada. Pensaba que querías esperar — dijo Pedro.
Paula se lo pensó un minuto antes de responder aunque sabía que estaba lista para tener un hijo con Pedro. De hecho, empezaba a sentir el dolor de no tenerlo ya.
— Sé que estábamos esperando antes de tener familia, pero …
— Estoy listo si tú lo estás. Creo que ya hemos esperado lo suficiente para empezar nuestra vida juntos —dijo él cálidamente, rodeándole la cintura con el brazo.
— Yo también —concurrió Paula, sorprendiéndose a sí misma de su respuesta. No había estado lista antes pero, de repente, no podía esperar más para ver una criatura concebida con amor crecer dentro de ella. Quizás sí había madurado de verdad. Dos mujeres en un mismo cuerpo …otra vez. Por alguna razón, le gustaba la mujer que era ahora.— Cuando recupere la memoria, podemos hablarlo —dijo—. Necesitamos más tiempo después de todo lo ocurrido, pero podríamos empezar a prepararnos.
— Estaré encantado de hacer lo que sea necesario —respondió Pedro, su voz intensa y sensual, como si no pudiera esperar a desnudarla.
— Serás mi semental una vez que sepa lo que sucedió y que sepamos que todo va a ir bien, ¿de acuerdo? —preguntó coqueteando.
— Cariño, soy tu semental. El único que vas a necesitar. Y todo va a ir bien —bromeó arrogante.
— No tenemos que empezar inmediatamente,
pero podrías practicar —lo retó, el calor acumulándose en sus muslos y radiando al exterior.
Habían usado el coche y el chófer de Pedro. La ayudó a entrar en la parte de atrás de la limusina, cerró el cristal opaco que los separaba del conductor y entró en el coche detrás de ella.
Sonriéndole perversamente, oprimió un botón que abría un compartimento en ángulo, haciendo que los condones cayeran al suelo.
— ¿Tienes condones en el coche? Eso es estar preparado —dijo ella, riendo, mientras que él abría uno de los sobrecitos.
— Fui un buen boy scout —le informó, como si estuviera a punto de pecar.
El Pedro travieso era irresistiblemente seductor y ella se encontraba sin defensas frente a él. No es que le importara. Estaba más que dispuesta a dejarlo practicar, y él así lo hizo.
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