jueves, 9 de agosto de 2018

CAPITULO 11 (QUINTA HISTORIA)



Pedro sintió su ira subiendo a la superficie, algo que casi nunca ocurría. Rara vez deja que llegue tan lejos antes de rellenar de nuevo dentro de él, a excepción de sus desacuerdos normales con Paula. Pero no era el mismo tipo de ira; era de clase mucho más peligroso. Su estómago se revolvió al pensar en lo que pudiera encontrar cuando él entró, y él se sentía de repente homicida ante la idea de que cualquiera toque a Paula de esa manera, o de cualquier manera en absoluto.


Oyó varios hombres riendo y una voz femenina que no pertenecían a la de Paula. ¿Qué demonios? Estaban teniendo una orgía de las barras?


Pedro puso todo su peso contra la puerta mientras giraba el pomo, el movimiento hacia delante que le impulsó a la taberna. Allí, en el centro de la habitación, estaba Paula. Un hombre con sus manos detrás de su espalda, y Paula tenía la cabeza inclinada hacia atrás en lo que Pedro se sorprendió de que su cuello no se rompiera. Una mujer y varios hombres de pie alrededor de la mesa, todos ellos sonriendo.


Hijos de puta!


-¿Qué demonios estás haciendo? - Pedro gritó, haciendo que la cabeza de Paula vayan hacia adelante, y el vaso salga de su boca. A juzgar por la cantidad de vasos vacíos ya sobre la mesa, no fue el primero.


Paula lo observó con horror, su lengua serpentea hacia fuera para coger la crema blanca de sus labios.


La ira que estaba pulsando en oleadas de Pedro mientras gruñía - Suelte sus manos de encima o voy a romper todos los dedos que tienes.- Al ver el hombre, cualquier hombre, que manipularan a Paula le hizo perder el control. Y el hecho de que él estaba sosteniendo a Paula en una posición de sumisión casi hizo que él saltara por encima del hombre y lo golpee el infierno fuera de él.


El hombre mayor se apartó de ella. -Mira, hombre, yo no estoy buscando una pelea. Paula es mi empleada. Estábamos a punto de celebrar su cumpleaños.


-Son todos amigos - Paula confirmó, lamiendo sus labios de nuevo.


-Este es tu chico, Paula? - Preguntó el hombre mayor, mirando hacia Paula.


-No - respondió a Paula, moviéndose hacia Pedro -¿Qué haces aquí? - Susurró con ansiedad.


-Soy Pedro Alfonso. Y ella es mi empleada, también.-Ahora ¿por qué diablos había dicho aquello ese hombre? Odiaba decirle a la gente
quién era. Había muy pocas personas que no lo reconocerían. Miró a Paula con el ceño fruncido. -¿Estás seguro de que no te estaban haciendo daño?


-Totalmente segura - respondió ella, con los ojos verdes ligeramente vidriosos.


Fue la única respuesta que mantuvo a Pedro de vencer a la mierda de todos los hombres. -¿Estás borracha? - Se preguntó, sorprendido.


Se tapó la boca e hipo. -Creo que podría estar un poco borracha. No suelo beber.


-La llevare a su casa. Ella no va a conducir -el hombre mayor que había tomado la mano de Paula detrás de su espalda añadió.


-Sólo en tus malditos sueños, hombre - Pedro disparó al chico de pelo castaño rojizo una mirada de advertencia.-Voy a llevarla a casa - informó a todos, su tono desafiante que argumentaba. No había manera de que dejara a nadie cerca de ella en este momento. Era demasiado terriblemente vulnerable en su condición.


Paula puso una mano sobre su brazo, y él la miró a los ojos esmeralda líquidos, y luego rastrillo todo su cuerpo con la mirada. La camiseta que llevaba era delgada y húmeda, y pudo ver el contorno de su sujetador a través de la escasa, blusa escotada y obviamente húmeda. Llevaba pantalones vaqueros y zapatillas de deporte, y se dio cuenta por primera vez que su cabello estaba suelto, la masa de rizos rubios cayendo sobre sus hombros.


-Estaba haciendo Blow Jobs. Nunca los he hecho antes. ¿Quieres un Blow Jobs? - Paula le dijo, lamiéndose los labios de nuevo.


Pedro casi acabó en sus pantalones vaqueros. 


Paula estaba sin duda un poco más allá de borracha, y no tenía idea de lo que estaba diciendo. No había engaño en su cara, sin expresión seductora. Ella simplemente le ofrece una bebida porque ella estaba en un estupor de embriaguez. Pero Cristo, al oír esas palabras de sus labios era una de sus fantasías más cachondas, y viendo lengua lamiéndose los labios pegajosos, casi lo mata.


Él le agarró la mano y tiró de ella hacia la puerta. 


-Es hora de ir a casa, Paula


-Espera.- Ella retiró su mano de la suya y se volvió hacia Charlie. -Gracias, Charlie. Me divertí.


Charlie cogió el bolso de debajo de la barra y se lo entregó a ella. 


-Que tengas un buen regalo de cumpleaños, Paula - dijo sinceramente.


Pedro la tomó de la mano, mirando la onda feliz de las personas que permanecen en la barra mientras la arrastraba hacia la puerta.


-Supongo que no querías un Blow Jobs. En realidad, son muy buenos - Paula le dijo alegremente mientras salían del bar.


-Por el amor de Cristo... deja de decir eso, Paula.- Pedro trató de sonar calmado, intentó mantener la desesperación en su voz. Si ella le preguntaba acerca de eso una vez más, su erección, sin duda iba a detonar.


Él la llevó hasta el coche y la ato en el asiento, antes de moverse hacia el lado del conductor. 


Mañana, van a tener una charla muy en serio de su seguridad. O tal vez no habría ninguna charla... sólo la acción. Eso era lo que era bueno, y él planeó en asegurarse de que Paula estaba bien de ahora en adelante. Obviamente nadie parecía preocuparse por ella, y su capullo prometido que nunca le había importado.




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