miércoles, 22 de agosto de 2018
CAPITULO 55 (QUINTA HISTORIA)
Paula le explicó lo que había sucedido, que ella había hablado con la policía dos veces, y la casa era una pérdida total.
-No creo que este realmente hundida hasta que lo vea - terminó tristemente - Y voy a tener que encontrar un lugar para vivir. No puedo creer que estoy actualmente sin hogar.
-Vas a vivir conmigo - gruñó Pedro, su instinto de protección agudo y casi doloroso.
-Agradezco que me des un lugar para quedarme por un tiempo, pero voy a encontrar algo tan pronto como pueda - le aseguró ella con
agradecimiento.
¡Mierda! La mujer le iba a volver loco.
-Permanentemente, Pau. Sin encontrar otro lugar.
Pedro la observó mientras ella se mordió el labio inferior, las manchas oscuras de la máscara de
pestañas todavía en sus ojos. Ella se quedó en silencio por un momento, el más largo minuto que Pedro había soportado nunca antes de que ella respondiera:
-No estoy segura de que pueda hacer eso, Pedro.
Él explotó.
-El infierno que no puedes. ¿Por qué no?
-Porque estoy enamorada de ti - respondió ella sin aliento - No me refiero a que ocurra, pero Te
amo. Me di cuenta hace poco tiempo que si no fuera por tu advertencia, habría estado muerta, todo lo que podía pensar era que yo habría lamentado no decírtelo. Así que tengo que decirlo. Pero también sé lo que sentí cuando esa hermosa morena ganó la subasta, y yo sabía que ella te quería cuando la abrazaste. Al igual que verte con otra mujer así me destruyó. Yo sé quien es ella ahora porque Gustavo me explicó, pero me di cuenta de que contigo tiene que ser todo o nada para mí. Te quiero tanto que duele - que terminó en un sollozo.
Pedro le agarró ambos lados de su cabeza y le tapó la boca con la suya, besándola más o menos, la lengua tomando posesión de ella a partir de su confesión. Ella malditamente lo quería. No podía envolver su mente alrededor de eso, y él no quería. En este momento quisiera marcarla como suya, hacerle saber que nunca iban a terminar. Finalmente, sacó su boca de la de ella y con la voz ronca le dijo -¿Crees que no me siento de la misma manera, Pau? No puedo creer que pensaste ni por un segundo que podría o te traicionaría. Puedes sentir lo que siento. Yo sé que tú. ¿De verdad crees que te dejaría ir? Te vas a casar conmigo, y luego te voy a mostrar cada maldito día la suerte que siento de que seas mía - Movió sus manos a su culo de una forma patentada, que necesitan desesperadamente enterrar su polla dolorida en su interior - No sé nada de amor, incluso explicar cómo me siento. Maldita sea... Te amo, pero es más que eso. Yo lo sabía hace cuatro años, desde el momento en que entraste en mi oficina y me miraste con esos ojos verdes malditos, magníficos, yo estaba jodido por completo, y no en el buen sentido. Así que me pusiste fuera de mi miseria después de años de infierno. Te vas a casar conmigo. Dime - dijo con voz áspera, una de sus manos se deslizan en sus bragas atractivas, con los dedos empapados inmediatamente.
Paula gimió suavemente y respondió -Pero ni siquiera hemos hablado de matrimonio todavía- protestó ella débilmente.
-Dime que si - Pedro exigió con voz ronca, que necesitan escucharle decir que estaría con él para siempre. Si no lo hacía, iba a perderlo.
Jugó con su clítoris, poniendo más presión sobre el conjunto de nervios.
-Dilo ahora.
-Pedro -Su nombre escapó de sus labios con un suspiro -Te amo.
De acuerdo... le gustaba y quería mantener escucharla decir eso, pero quería más.
-Di que te casaras conmigo - Su paciencia en un extremo, tomó las bragas y se las arrancó de su
cuerpo, empujándolos a toda prisa en el bolsillo, mientras la empujaba contra la pared del edificio, un tranquilo rincón oscuro donde no se podia ver.
-Pedro, no podemos hacer esto aquí - Paula protestó débilmente - Y sí, me casaré contigo. Te amo.
Ah... tanto de las cosas que quería oír a la vez.
La adrenalina bombeada a través de él, su cuerpo y su mente en un alto éxtasis que nunca quiso que descienda. No había manera de que no iba a enterrar a su polla dentro de ella en este momento. Jugó con su clítoris un poco más duro, acariciando la carne resbaladiza entre sus muslos para ponerla aún más caliente cuando liberó su polla de su pantalón.
-En este momento, Pau. Quiero enterrar a mi polla dentro de ti tan profundo que no puedas pensar en otra cosa que sea acabar.
-Dios, sí - ella gimió -No me jodas, Pedro.
Mierda. Amaba escuchar esas palabras viniendo de sus labios cuando su nombre se une a ellos.
Él la agarró del culo y la inmovilizó contra la pared mientras la levantaba.
-Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura.
Ella obedeció de inmediato, despuntando sus manos en su pelo cuando ella dijo en una voz fuerte, sensual
-Eres mío, Pedro.
Pedro la empaló con un solo golpe de su pene, reprimiendo un gemido, amante de la manera que ella lo reclamó. Su posesividad calentaba su sangre, hizo sus propias emociones de propiedad aún más frenética. No había nada que deseara más que ella se sienta lo suficientemente segura, lo suficientemente fuerte para reclamarlo.
-Dime que me quieres - exigió, con ganas de escuchar esas palabras todo el tiempo que ella les había dicho.
-Te amo. Ahora follame - ordenó, envolviendo sus brazos alrededor de los hombros de forma
segura.
Pedro, perdido, incapaz de mantenerse a sí mismo de empujar duro y profundo dentro de ella una y otra vez, la bestia oscura dentro de él
tomando el control.
Necesito que sea mía. Necesito que sea mía.
-Dime que te quedarás conmigo para siempre - ordenó mientras conducía su polla más profunda, más dura, más rápido.
-Sí. Siempre - respondió con ferocidad mientras su cuerpo comenzó a temblar, su canal sujetaba su pene.
Pedro podía sentir su clímax a través de su cuerpo, su canal pulsante sobre su pene. Él la agarró del culo más duro, colocando sus caderas para cumplir con cada golpe de su pene.
Y entonces, ella lo mordió, sus dientes hundiéndose en la carne de su hombro, que él sabía era para no gritar. Pero la sensación de su marca erótica le hizo detonar, y él movió su cabeza y capturó su boca con la suya, ambos gimiendo en el beso, ya que se estremecieron juntos, sus sonidos amortiguados de mezcla de satisfacción ya que sus cuerpos fueron saciados.
Liberó la boca de Pau para que pudiera respirar, Pedro enterró la cara en su pelo mientras apoyaba la cabeza en su hombro, ambos sin aliento. Él bajó le los pies al suelo, tirando de su falda corta alrededor de sus muslos y se arreglo sus pantalones rápidamente antes de llegar a ella de nuevo, manteniéndola encerrada en él.
-Mi deseo se hizo realidad - le dijo en una ronca voz.
-Que deseo? - Preguntó con curiosidad Paula, todavía ligeramente sin aliento.
-El que yo hice la otra noche.
-Deseaste poder follarme a ciegas contra una pared? - Preguntó en broma - Y mi deseo se hizo realidad, también.
Bueno... tal vez si había pensado en eso, podría haber deseado ello. Había sido muy muy impresionante. Pero lo que él había deseado era mucho más importante.
-No. Quería que me amaras y te quedarás conmigo para siempre.
Ella levantó la mirada hacia él, con los ojos luminosos llenos de lágrimas.
-Ese fue mi deseo. Quería que me amaras también.
Las palabras de Paula hacían eco en el corazón de Pedro, y mientras miraba hacia ella, se comprometió a darle todo el amor que nunca había tenido en su vida hasta ahora.
-Lo hago. Yo quería que me ames también, bebé - Él le limpió las lágrimas rodando por sus mejillas, haciendo un lío aún mayor de su
maquillaje. Metió la mano en el bolsillo, sonriendo mientras se acercaba a sus bragas rasgadas primeros, pero la excavación más profunda para la pequeña caja que había estado esperando para darle esta noche. Abrió la tapa, el diamante que brillaba tenuemente bajo la captura de cada rayo de la luz tenue.
-Ni siquiera voy a pedirte que te cases conmigo de nuevo porque ya dijiste que sí y no vas a volver a pensarlo - se quejó, no está dispuesto incluso tomar esa oportunidad.
Le puso el anillo de la caja, puso el
contenedor en el bolsillo y le tomó la mano, deslizando el diamante en su dedo.
Mía.
Santo infierno, ella se veía bien vestida con su anillo, una física declaración de que era su fin.
-Pedro, no sé qué decir - murmuró, sus ojos viajando desde el anillo a la cara de Pedro. - Maldita sea. Todo lo que he hecho es llorar toda la noche. Yo casi nunca lloro - Pero sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Nada - Pedro respondió en un apuro - No digas nada. Ya dijiste que sí - No des marcha atrás ahora.
Ella ya había accedido a casarse con él. No había nada más que decir.
-Sólo dame un beso - sugirió, con la esperanza de que no iba a llorar de nuevo - No quiero verte triste nunca más - admitió con voz entrecortada.
Paula acarició la mejilla, y luego puso su mano detrás de su cuello para darle el beso más dulce que jamás había tenido. Él lo saboreó, saboreando un abrazo que estaba llena de ternura y amor, una conexión que era mucho más que la pasión. Ella se apartó lentamente y con voz ronca,
-No estoy triste. Estoy abrumada
-Lo sé. Tu casa…
-No es la casa - interrumpió, dándole una pequeña sonrisa - Estoy abrumada por ti, por nosotros.Nunca he sido tan feliz y eso casi da
miedo.
-Entonces acostúmbrate a estar aterrada, porque tengo la intención de mantenerte feliz cada maldito día - respondió con una diabólica sonrisa, sabiendo exactamente cómo se sentía.
Para un hombre que había vivido en el aislamiento y la oscuridad durante tanto
tiempo, siendo este maldito feliz día fue aterrador, pero lo arriesgaría por ella.
-Te acostumbrarás a ello con el tiempo.
Paula le dio una sonrisa acuosa, deslizando sus manos en sus mejillas.
-Me tengo que limpiar. Sé que soy un desastre. Y tengo curiosidad por ver quién terminó con Gustavo la noche.
Pedro no era curioso, pero él sonrió mientras esperaba que el otro hombre hubiera terminado con la mujer más molesta en el evento de caridad. Serviría bien el bastardo por la forma en que Gustavo le había torturado acerca de Pau.
Él puso su brazo alrededor de ella y se dirigió hacia el baño de mujeres, esperando fuera después de que se metió en el baño de hombres para limpiarse, apoyando un hombro contra la pared mientras observaba a la multitud.
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