sábado, 15 de septiembre de 2018

CAPITULO 20 (SEPTIMA HISTORIA)




—¿Por qué te acostaste conmigo anoche? ¿Fue porque querías o porque querías información? —le preguntó Pedro a Paula en tono informal.


Ella le echó una mirada. Sus ojos inquisitivos y ligeramente vulnerables desmentían su pregunta indiferente. Habían vuelto al resort para que ella pudiera cambiarse de ropa y tomar otra pistola, una Glock 27 compacta que en ese momento estaba sujetándose al tobillo con el pie apoyado en la cama.


—Independientemente de lo que puedas pensar, no me acuesto con gente para conseguir información —le dijo a la defensiva mientras tiraba del denim de sus pantalones para cubrir la pistola compacta—. Te deseaba. De hecho no es bueno involucrarse íntimamente de ninguna manera con la familia de un sospechoso, y no debería haberlo hecho como agente federal trabajando en un caso, pero no había querido estar con nadie en mucho tiempo.


—¿Así que solo estabas loca por mi cuerpo? ¿No podías resistirte a mí? — preguntó él con una sonrisa juvenil. Él la miró desde su posición tendido en la cama, las manos detrás de la cabeza mientras la observaba.


Paula sintió que se ponía colorada. «¡Qué hombre tan arrogante y tan odioso!». La volvía loca. En un momento parecía muy confiado y al siguiente lanzaba comentarios como el que acababa de salir de su boca.


—No seas engreído, Alfonso. He tenido un periodo de sequía.


—Eh, no estoy quejándome. Estaría encantado de hacer que esa sequía se vuelva húmeda. Utilízame con total libertad para ponerte húmeda cuando quieras —le replicó con un gesto inocente.


«¡Ya has hecho que me ponga húmeda!».


Pedro Alfonso distaba mucho de ser angelical, aunque en ocasiones pudiera parecerlo. Paula lo estudió. Se le inundó el sexo de deseo mientras contemplaba abiertamente su cuerpo musculoso. Estaba vestido con unos pantalones desteñidos que abrazaban el cuerpo como un amante y una camiseta vieja que hacía juego con sus ojos. Podía ver cada músculo definido de su abdomen y torso a través del material fino, y sus bíceps flexionados mientras se estiraban para acomodar las manos detrás de su cabeza.


«Santo Dios». Con la cantidad de testosterona que emanaba su cuerpo, lo único que quería hacer era sentarse a horcajadas sobre su cuerpo y abandonarse a él hasta que su actitud de hombre de éxito se volviera pasión ardiente. 


Él la desafiaba, tirando de todo lo femenino que había en su interior. Y Paula no estaba muy segura de cómo manejarlo.


Sí, ella trabajaba en una profesión dominada por los hombres y muchos de ellos pensaban que estaba buena, pero no eran nada comparados con aquel hombre tendido en su cama. Quizá se parecieran a Pedro en su personalidad arrogante y fanfarrona. Pero Pedro tenía más en su interior que cualquier hombre que hubiera conocido. Su confianza era real, y la compasión y bondad subyacentes eran humanas. Además, los raros momentos de vulnerabilidad hacían que se le parase el corazón. Tenía tantas facetas que a Paula le daba vueltas la cabeza y su cuerpo hervía de deseo. Quería desmontarlo capa a capa y averiguar quién era el verdadero Pedro Alfonso… o si él era todas esas cosas unidas en un hombre que estaba bueno.


Nunca había sido sexualmente agresiva, principalmente porque nunca había visto el deseo sexual en los ojos de ningún hombre como lo veía en Pedro cada vez que la miraba. 


Se arrodilló con cuidado sobre la cama y con un gesto atrevido tomó sus genitales en la mano. 


Se le aceleró el corazón al sentir su erección dura bajo los dedos. La delineó mientras lo miraba directamente a los ojos.


— No estaba utilizándote. Anoche fue una de las experiencias más increíbles de mi vida. No sabía que podría ser… así.


Todo rastro de humor abandonó el rostro de Pedro cuando su mirada se volvió intensa.


—¿Quieres decir que nunca has tenido un orgasmo tan fuerte? —preguntó con voz ronca de pasión.


—Quiero decir que nunca había tenido un orgasmo. No con un hombre. — Suspiró mientras él la miraba boquiabierto—. He estado con dos chicos en mi vida: mi ex novio infiel y mi primer amor en el último año de instituto. La experiencia en el instituto fue dolorosa y después… apresurada. Al ex infiel no le interesaba mucho el placer de nadie excepto el suyo propio. —Eso hacía que Pedro fuera especial para ella. Había estado tan condenadamente decidido a hacerla venirse, concentrándose en su placer primero. El sexo como ése podría llegar a ser muy adictivo.


Sus fuertes manos le envolvieron la cintura y la giraron sobre su espalda con un movimiento suave. Su cuerpo cubrió el de Paula al instante.


—Cariño, el placer de una mujer siempre debe ser lo primero. —Su expresión se volvió feroz y codiciosa.


—Yo soy distinta. Supongo que mi ex me veía más como a una agente federal —susurró sin aliento.


—También eres mujer. Eres toda mujer. Yo debería saberlo. Sentí todas esas partes suaves y sexys anoche. Lo único que lamento es no haberte saboreado, enterrar mi boca en tu sexo hasta que gritaras pidiendo piedad —respondió con voz ronca. Sus ojos examinaron su rostro—. ¿El otro día en el bar ibas vestida para conocer a Marcos? ¿Estabas intentando llamar su atención?


—Sí —admitió con honestidad—. Mi objetivo era reunirme con Marcos de cualquier manera posible y hacer que se percatara de mí. Entonces quería acercarme a él y obtener cualquier información que pudiera.


—¿Cuánto querías acercarte? —gruñó Pedro.


Ella suspiró.


—No tanto. Amo mi país y a los ciudadanos de aquí, pero mi trabajo termina después del flirteo. No me acuesto con hombres a cambio de información. Éste es un encargo fuera de lo habitual para mí. Por lo general no intento atraer la atención de un hombre.


—Me has atraído en lugar de Marcos —carraspeó Pedro—. Todavía me arrepiento de las cosas que no hicimos, pero ya meteré mi cabeza entre esos muslos suaves más tarde.


Los ojos de Paula se cerraron suavemente cuando ella imaginó esa visual; su cuerpo vibró de deseo. ¿Cómo sería eso? Con Pedro, probablemente sería un placer surrealista como nunca había conocido.


—Ten cuidado. Estoy armada —le recordó cuando sus ojos se abrieron de nuevo.


—Yo también. Pero el único peligro en el que estás ahora proviene de mí — gruñó. Su boca se abalanzó para tomar la de Paula con una agilidad dominante que le quitó el aliento.


Sus brazos le rodearon el cuello instintivamente, y el olor masculino y almizclado de Pedro la cautivó, la rodeó hasta que no pudo pensar en otra cosa aparte de él. Su sabor, su dominio, su exigencia sensual de que se rindiera a él, todos prendieron fuego a su cuerpo.


Finalmente, Pedro le soltó la boca y tiró del cuello alto del suéter negro de cuello vuelto que llevaba. Lo movió hacia abajo para poder dejar un sendero de fuego por su cuello mientras su boca consumía la carne sensible.


—Paula —respiró contra su sien—. Me vuelves loco, cariño.


Ella solo estaba inclinando la cabeza para darle un mejor acceso cuando llegó un fuerte golpe desde la puerta.


—¡Mierda! —exclamó ella. El corazón le latía con fuerza por el asalto sensual de Pedro y el choque de volver al mundo real de un sobresalto.


—Paula, ¿estás ahí? —La voz de Chloe Alfonso llegó a través de la puerta cerrada con pestillo.


—Ay, Dios. Es tu hermana. —Paula empujó a Pedro por el pecho suavemente.


—Mierda. Nunca ha sido muy oportuna —gimió Pedro mientras dejaba que se levantara de mala gana.


—Ya llego. —Paula se ajustó el suéter e intentó peinarse el pelo enredado con los dedos antes de recogerlo rápidamente con un broche en la nuca.


—Ojalá estuvieras llegando —gruñó Pedro mientras giraba sobre su cuerpo para ponerse en pie.


A Paula se le escapó una risita antes de poder sofocarla. El tono descontento de Pedro porque los hubieran interrumpido le encantaba.


«Me desea. Me desea de verdad».


Era uno de los mejores subidones naturales que había experimentado nunca.


No estaba acostumbrada a un hombre que la tratara como a una mujer atractiva en lugar de como a una agente federal y eso hizo que se sintiera alegre y feliz.


1 comentario:

  1. Qué buenos caps. Ya imagino lo que van a hacer los hermanos Alfonso con el tarado de Javier. Me encanta la ternura con que trata Pedro a Pau.

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