lunes, 17 de septiembre de 2018

CAPITULO 26 (SEPTIMA HISTORIA)



Gabriel Walker giró su camioneta y la aparcó en una plaza vacía en la calle principal de Rocky Springs con un nudo en el estómago por lo que tenía que hacer.


Salió de la camioneta sacudiendo la cabeza lentamente mientras se ponía el sombrero Stetson negro. La gente se refería en broma a él como el vaquero multimillonario, pero él nunca se ofendía. Había vivido la mayor parte de su infancia en Texas, nacido rico porque tenía un padre que había hecho fortuna con el petróleo. 


Al igual que Benjamin, su padre también tenía un rancho de ganado. Así que Gabriel suponía que era tan vaquero como cualquiera, incluso más que Benjamin, a quien muchos se referían como el senador vaquero porque tenía un rancho.


Se detuvo en la puerta y miró la letra sofisticada sobre el escaparate impoluto del negocio: «Chloe Alfonso, Dra. Veterinaria».


Todavía le costaba mucho creer que la pequeña Chloe Alfonso ahora fuera doctora, y una veterinaria muy buena por lo que había oído. «Y ya no es tan pequeña», pensó Gabriel. Podía admitirse fácilmente que la mujer hacía que se le pusiera duro el pene. Lo hacía desde que había vuelto a la ciudad y él volvió a verla hacía más de un año, adulta y con curvas en todos los lugares adecuados.


Era una mujer hermosa y se ponía como loca cada vez que él andaba cerca.


«Vale… sí… tal vez tenga motivos para que yo no le caiga muy bien. Pero no parece que vaya a superar muy pronto el incidente que tuvimos», se dijo. Soltó un suspiro masculino mientras tiraba de la puerta y se acercaba al mostrador de la recepción de la clínica de Chloe, con la mente de vuelta en su tarea. «Joder, ¿cómo voy a contarle lo que esta pasando si ni siquiera yo lo entiendo todo?».


—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Chloe. 


La silla de la recepcionista estaba vacía y Chloe asomó su bonita cabeza desde la esquina. Lo fulminó con la mirada mientras hablaba.


Él se quitó el sombrero y le indicó que saliera a la sala de espera, que estaba vacía. Ya pasaba el horario comercial, pero como de costumbre, Chloe seguía trabajando con sus animales.


—Tengo que hablar contigo, Chloe.


Ella debió de reaccionar ante su tono de voz grave, porque salió volando por la puerta de la recepción inmediatamente.


—¿Qué? —Chloe cerró la puerta detrás de ella y se detuvo frente a Gabriel con una mirada inquisitiva en el rostro.


«Oh, joder, qué guapa está». Se tragó el nudo en la garganta mientras la miraba. «Díselo. No va a ser más fácil».


Pedro está herido. Está en el hospital —le dijo con voz ronca.


A Chloe se le desencajó el rostro. Una mirada de angustia ocupó el lugar de su gesto curioso.


—Ay, Dios. ¿Es grave? ¿Que ha pasado? ¿Se pondrá bien?


Gabriel no sabía demasiado. Benjamin había recibido una llamada y Gabriel estaba en su casa discutiendo algunos problemas de ganadería cuando recibió la noticia de que Pedro había resultado herido y de que la mayor parte de la pista de aterrizaje en la propiedad de los Alfonso estaba siendo marcada como escena de un crimen mientras el FBI investigaba.


—No lo sé. Te llevaré al hospital. Benjamin ha ido a recoger a tu madre.


Le habló acerca de la herida que había recibido en la pista de aterrizaje, y le explicó que el acceso a parte de la zona estaba restringido por ahora como la escena de un crimen.


—¿Por qué? —Chloe lo miró boquiabierta. —¿Se estrelló?


Gabriel sacudió la cabeza.


—Lo único que sé es que al parecer fue apuñalado por una persona desconocida. Es una investigación del FBI y no sabemos mucho más. —Inspiró hondo antes de añadir—: Una cosa más, Chloe. —«Jesús. ¿Cómo voy a contarle la otra tragedia de su familia cuando ya teme por Pedro? Pero tengo que hacerlo», pensó—. Tu hermano Marcos ha sido arrestado.


Chloe se llevó las manos a las caderas.


—Por favor, dime que todo esto es una broma pesada. Eso no es posible. Marcos es el hombre más moral que hay. ¿Por qué demonios podrían arrestarlo?


Gabriel había pensado lo mismo, pero por lo visto era cierto.


—El FBI lo tiene bajo custodia por conspirar para cometer un atentado terrorista. —«Dios, no puedo creerlo ni yo mismo», se asombró Gabriel. No conocía a Marcos tan bien como a Benjamin, pero ni en sueños podría haber imaginado que un hombre recto como Marcos fuera a torcerse.


—Por favor, dime que estás bromeando —suplicó Chloe. Los ojos le brillaban por las lágrimas.


—Puede que a veces sea un idiota, Chloe, pero juro que no bromearía sobre algo así. Lo siento. —No podía soportar ver esos ojos grises y vulnerables mirarlo suplicantes. Quería decirle que no hablaba en serio, pero no podía. Hablaba tan en serio como parecía—. Coge tu abrigo, cielo, y te llevaré al hospital para revisar a Pedro.


—Sí. Sí, voy por él. —Chloe parecía aturdida cuando abrió la puerta y metió el brazo en el despacho para tomar su ropa de invierno y su bolso.


Gabriel se lo cogió y la ayudó a ponerse el abrigo, tomó su gorro, se lo puso suavemente sobre las orejas y le envolvió el cuello con la bufanda.


—¿Puedes conducir rápido, por favor? —le suplicó mientras salían y ella intentaba cerrar la puerta de la clínica con una mano temblorosa.


Gabriel le quitó la llave, cerró el pestillo y dejó caer el llavero en su bolso.


—Tan rápido como pueda sin peligro —prometió mientras abría la puerta de su camioneta y la ayudaba a subirse.


Todavía parecía que estaba conmocionada, así que le abrochó el cinturón antes de cerrar la puerta con suavidad y correr hacia el asiento del conductor.


Una vez sentado, arrancó la camioneta y emprendió el corto trayecto hasta el hospital. Tomó las carreteras heladas tan rápido como se atrevió, lo cual estaba muy por encima del límite de velocidad.


—No se qué pensar. No sé cómo creer esto —murmuró Chloe en voz baja.


—Todo saldrá bien, Chloe. Lo solucionaremos todo en cuanto lleguemos al hospital. Pedro se pondrá bien. Sabes que tiene muy mal genio como para estar en cama mucho tiempo. —Gabriel esperaba con todas sus fuerzas tener razón.


—Estoy preocupada por Mamá. Esto no va a sentarle muy bien. Aunque Pedro esté bien, el que Marcos sea acusado de algo tan ridículo va a hacerle daño.


—No sabemos qué ha pasado. Vamos a averiguar los hechos primero. Quizás todo sea un malentendido. Benjamin dijo que el agente que llamó no se mostró muy comunicativo.


Chloe dejó escapar un profundo suspiro entrecortado, como si estuviera intentando calmarse. Gabriel vio que le temblaba la mano cuando reposó el brazo en la guantera que había entre ellos. No se detuvo a pensar. 


Alargando la mano, estrechó su mano temblorosa y le dio un ligero apretón.


—Respira, Chloe.


Ella inspiró hondo otra vez. Gabriel se sorprendió cuando ella no apartó la mano. Chloe entrelazó sus dedos y se aferró a su mano, confiando en él mientras asentía.


El corazón de Gabriel le golpeó el pecho y él le acarició la mano con el pulgar.


Era como si Chloe le hubiera dado el mundo cuando tomó su mano. Y tal vez lo había hecho… porque se sentía reconfortada con sus caricias y estaba dándole su confianza.


Solo aquello… solo aquel breve momento en el tiempo lo significaba todo para él. «Sostener su mano es mejor que el mejor sexo que he tenido en toda mi vida», pensó Gabriel. Cuando entró en el aparcamiento del hospital, esperaba que
las cosas no fueran tan malas como pintaban en ese momento. Pero si lo fueran… algún día, de alguna manera, volvería a arreglarlo todo para Chloe.


Odió romper su frágil vínculo cuando aparcó la camioneta, pero ambos bajaron de un salto, impacientes por entrar. Le ofreció la mano cuando ella dio un paso sobre un tope del aparcamiento; Chloe estiró el brazo y volvió a agarrarla. Gabriel entrelazó sus dedos mientras corrían hacia la entrada, encantado de poder estar ahí para apoyar a Chloe, pero preguntándose por qué no se había molestado en llamar a su prometido.




1 comentario:

  1. Mmmmmm qué decepción para Pedro y flia lo de Marcos y qué bueno que Gabriel estuvo al lado de Chloé.

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