miércoles, 13 de junio de 2018
CAPITULO 23 (PRIMERA HISTORIA)
No cabía duda de que Pedro era un macho alfa, lo que Paula ponía en entredicho era que lo que le impulsaba a atar y a vendar los ojos de las mujeres con las que se acostaba fuera el afán de dominación. Obviamente esa forma de sometimiento resultaba erótica —tanto que cada vez que recordaba lo que había ocurrido la noche anterior empapaba las braguitas —, pero no soportaba la idea de que la desconfianza limitara la vida sexual de Pedro. Por desgracia es lo que sospechaba. Un instinto visceral le
reconcomía por dentro repitiéndole una y otra vez que eso no tenía nada que ver con la dominación, sino con la falta de confianza.
Tras ponerse de pie Pedro sacó la cartera y dejó algo de propina sobre la bandejita de la cuenta.
Paula suspiró cuando Pedro la cogió de la mano y tiró de ella con delicadeza para salir del restaurante. Estaba oscureciendo y el aire fresco la ayudó a despejar su mente nublada. No recordaba qué ingredientes tenía el cóctel que había tomado, pero estaba claro que servían para soltarle a uno la lengua.
Aunque el trayecto en coche fue breve, pues el piso de Pedro estaba a pocas manzanas, hubo tiempo de sobra para que Paula se alterara.
Tenía a Pedro demasiado cerca y su olor era demasiado tentador. Además, todavía no se le había pasado el bochorno por haberse sincerado con él. Aunque no le hubiera confesado toda la verdad, sí había admitido lo mucho que lo deseaba y el hecho de no recibir una respuesta en condiciones la había dejado bastante chafada.
«¿Qué quería que dijera? Mi objetivo es ayudarlo y no debo esperar nada a cambio.
Nunca me ha prometido nada, excepto un polvo alucinante. Y esa promesa la ha cumplido. ¡Con creces!».
En realidad ella no esperaba nada de él, pero le habría gustado que el deseo hubiera sido recíproco. Se sentía ridícula y tenía la sensación de haberse puesto en evidencia, por lo que estar a su lado en ese momento era de todo menos cómodo.
«No lo entiendo. No sé qué lo lleva a comportarse así».
Pero quería entenderlo. Lo que más quería en el mundo era entender todos y cada uno de los secretos de Pedro Alfonso.
Paula suspiró de alivio al entrar en el piso. Cruzó la cocina y se dirigió a su dormitorio para pegarse una ducha. Estaba a punto de desearle buenas noches cuando un brazo fornido la cogió de la cintura y la atrajo contra un cuerpo masculino igual de musculoso.
—No te vayas. Todavía no.
La voz grave de Pedro le rozó el oído y un escalofrío de anhelo le recorrió el cuerpo entero hasta dejarla sin habla.
La cogió en brazos y la meció contra el pecho mientras se dirigía al salón. Se sentó en el sofá con Paula en su regazo.
—¿Qué te pasa? —preguntó Paula con dulzura al percibir la intranquilidad y la rigidez de su cuerpo.
Le acarició los hombros y sintió sus músculos en tensión.
—Necesito abrazarte un rato. Por favor. Hoy me has quitado veinte años de vida. Si sigues teniendo incidentes de este tipo, acabaré siendo un viejo desquiciado y calvo como una bola de billar.
La abrazó con fuerza, apretando su cuerpo contra el suyo hasta no dejar ni un hueco entre ellos.
—Lo siento.
Paula apoyó la cabeza sobre su hombro y sintió en la mejilla el placentero roce de su barba.
Trató de no hacerse ilusiones por que Pedro hubiera mencionado un futuro juntos.
—Es que no lo aguanto. No soporto la idea de que te ocurra algo — confesó Pedro con la voz entrecortada.
El salón estaba a oscuras, la única luz que había provenía de la cocina.
Paula se apartó para acariciarle el mentón mientras el corazón le latía cada vez más deprisa. Pedro se preocupaba por su seguridad.
No pudo evitar sentirse conmovida. Muy pocas personas se habían preocupado tanto por ella, y el único hombre que lo había hecho había sido su padre. En estas circunstancias su ex probablemente le habría quitado importancia y le habría dicho que era culpa suya por ofrecerse como voluntaria en ese barrio. No era un novio muy cariñoso, que digamos.
Pedro le cogió la mano y la posó en sus labios para llenarle la palma de besos.
—He tenido que reprimirme mucho para no lanzarme a la yugular del policía.
—¿Por qué?
—Por el amor de Dios, Paula, el tío te estaba follando con la mirada en plena comisaría —respondió con firmeza.
—Solo estaba siendo amable…
—Se estaba imaginando cómo sería echarte un polvo —le informó remarcando las palabras—. Soy un tío. Créeme. Sé lo que me digo. Y me estaba cabreando de veras. No me gusta compartir.
«Glups». ¿Estaba insinuando que…?
—No sabía que era tuya.
«¿Era suya?».
—Ahora sí.
—¿Desde cuándo?
—Supongo que desde el primer día que te vi. Sin duda alguna desde la primera vez que te toqué. Y, por supuestísimo, desde anoche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me encantaron los 5 caps, imagino los nervios de Pedro cuando no encontró a Pau en su casa jajajaja.
ResponderEliminar