miércoles, 12 de septiembre de 2018
CAPITULO 8 (SEPTIMA HISTORIA)
—¡Paula!
El sonido de una voz femenina que gritaba su nombre hizo que Paula se detuviera y se volviera, aunque estaba impaciente por salir al aire libre. Chloe Alfonso se apresuró a cruzar el vestíbulo para encontrarse con ella, ataviada con ropa de exteriores muy parecida a la que llevaba Paula: pantalones de esquí, un suéter, un abrigo, guantes y un gorro colgado del brazo. Aunque Chloe iba ataviada principalmente de rojo y Paula llevaba ropa verde y negra.
—Siento lo de antes. Acabo de hablar con Pedro y me contó que estabas bien —dijo Chloe a toda prisa cuando alcanzó a Paula.
Ella y Chloe eran de la misma altura aproximadamente, un metro sesenta y dos, pero Chloe tenía una figura más femenina que Paula, curvas que la mayoría de los hombres disfrutaban. Paula se percató de la angustia en los ojos grises de Chloe Colter cuando sus miradas se encontraron.
—Está bien. Yo también lo siento. No debería haber herido a tu prometido. —«Aunque el cabrón se lo merecía»—. ¿Está bien? —«Aunque no es que me importe mucho». Paula fingió una mirada de preocupación, porque en realidad esperaba que Javier estuviera en casa, en cama, quejándose todavía por su nariz, probablemente dañada, por su tobillo torcido y por la espalda dolorida.
Chloe jugueteó con los dedos, nerviosa.
—Está bien, pero bastante enfadado ahora mismo. Últimamente está cabreado todo el tiempo. No entiendo qué le pasa. Ha estado actuando de manera muy extraña desde que volví a Rocky Springs el año pasado.
«Es un imbécil». Era más que probable que siempre lo hubiera sido, pero Chloe no había visto lo suficiente a su prometido como para darse cuenta de que era un imbécil mientras estaba ocupada con la universidad. El plan de estudios de Veterinaria tenía que ser muy intenso.
—¿Fuisteis a la misma universidad?
—No. —Chloe bajó la mirada—. Él es cuatro años mayor que yo y ya había terminado los estudios de grado cuando yo me gradué del instituto. Después de aquel verano estuvimos en distintos estados. Él ya estaba en la Facultad de Medicina el año que yo empecé la licenciatura. Salimos durante el verano antes de tener que seguir cada uno su camino para la universidad. Nos veíamos cuando podíamos.
—La gente cambia —dijo Paula con cautela—. Tal vez sea el momento de reconsiderar casarte con ese tipo. —No era asunto suyo, pero Paula no quería ver a Chloe Alfonso casada con un maltratador. No quería ver a ninguna mujer casada con un hombre maltratador.
—Pidió disculpas. Dijo que está muy estresado —explicó Chloe dubitativa.
—Eso no es excusa. Déjalo, Chloe. Eres culta, guapa y joven.
Chloe suspiró.
—Pedro dijo lo mismo.
—Yo lo escucharía —respondió Paula con énfasis, sorprendida de que ella y Pedro Alfonso estuvieran completamente de acuerdo en algo.
—Definitivamente voy a renunciar a intentar aprender artes marciales con él —le dijo Chloe con vehemencia—. Estaba preguntándome si me enseñarías tú.
Paula maldijo la mirada suplicante de Chloe. No era profesora.
—Chloe, yo no enseño…
—Por favor. Me gustaría aprender —suplicó Chloe.
Paula volvió a abrir la boca para negarse, pero un instinto la golpeó. Quizás, enseñar a aquella mujer unos movimientos básicos podría salvarle la vida algún día—. No estaré aquí mucho tiempo, pero te enseñaré un poco de autodefensa básica antes de irme.
Chloe parecía aliviada.
—Gracias.
—¿Ibas fuera? —preguntó Paula haciendo gesticulando con la cabeza hacia la ropa de invierno en brazos de Chloe.
—Sí. Quiero ver si puedo bajar las pistas unas cuantas veces antes de que llegue la ventisca. Cuando el viento llega muy alto y la visibilidad empieza a apestar, cierran las pistas. —Chloe miró a Paula de arriba abajo—. Pareces vestida para ir al aire libre. ¿Quieres venir conmigo?
—En realidad no sé esquiar —confesó Paula—. He alquilado una moto de nieve para todo el día. Los caminos parecen impresionantes. —Aunque no era como si tuviera ninguna intención de seguir todos los caminos, pero las rutas de las motos de nieve eran bastante extensas por todo el terreno del resort.
«Si Marcos Alfonso no viene a mí, yo iré a él».
—Ten cuidado —le dijo Chloe a Paula en tono de advertencia—. Se acerca una ventisca. ¿Sabes manejar un trineo en terreno montañoso? Los caminos son bastante fáciles, pero un poco difíciles en algunas de las zonas más empinadas.
—Desde luego. —Paula mintió descaradamente. Tardó un minuto en darse cuenta de que el «trineo» del que hablaba Chloe en realidad era la moto de nieve.«¿Así es como las llaman aquí?», se preguntó—. Pero tendré cuidado —añadió para hacer que Chloe se sintiera más tranquila.
—Bien. ¡Que te diviertas! —Chloe le sonrió radiante—. No salgas de los caminos para principiantes y vuelve antes de que empiece la tormenta.
Paula ni siquiera sabía que se acercaba una tormenta. Había estado demasiado enfrascada en su investigación y en encontrar la ubicación exacta de la casa de Marcos Alfonso. Quizás una tormenta de nieve le resultara ventajosa. Obviamente, no podía entrar conduciendo en la propiedad de Marcos sin ningún motivo. Pero
podía salir en moto de nieve y perderse por accidente, ¿verdad? Llega una tormenta, cubre los caminos y Paula termina en casa de Marcos Alfonso sin levantar sospechas. Solo una pobre turista despistada que se pierde en las montañas.
«Perfecto».
Paula sonrió y se despidió de Chloe con la mano cuando salieron juntas y se separaron. Dirigiéndose directamente a su moto de nieve alquilada, tiró de su ropa de exteriores, ansiosa por llevar a cabo la tarea que había venido a realizar en Rocky Springs. Tenía que hacerlo. Se estaba quedando sin tiempo muy rápido.
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